Nuestra
existencia no sucede de forma aleatoria y sin ton ni son, sino que se perfila
dentro de un patrón y de una lógica muy concreta. De modo, que uno si observa
su vida con un poco de detenimiento, puede discernir en ella unas cuantas
constantes inalterables que la estructuran, la definen y le revelan un sentido. Y todo esto, con independencia de que
una vida sea más o menos satisfactoria, más o menos fácil, más o menos
desastrosa, más o menos trágica y más o menos maravillosa. Veámoslo.
Existen unos ejes centrales en
nuestras vidas.
Con
independencia de las creencias de cada cual, es cierto que podemos ver en
nuestra estructura psico-espiritual unas líneas de fuerza o ejes que
sobresalen, de alguna manera definen y dan forma a nuestra aventura individual.
Son, en definitiva lo que hace que nuestra vida sea como es y evolucione como
lo hace, por eso representan el encuadre y el encaje nuestro como seres
humanos.
1.-
Todos partimos de un vacío existencial que queremos llenar.
2.-
Por eso, sentimos el impulso hacia la plenitud o hacia algo que está más allá
del estado y sentir actual que tenemos. Perseguimos la felicidad.
3.- Pretendemos llenar el vacío que tenemos
dentro de muy diversas maneras: dinero, amistades, poder, sexo, fama, etc.
4.-
Deseamos la inmortalidad y, por lo tanto, nos resistimos a aceptar que la muerte
del cuerpo sea nuestro final, aunque haya quienes se resignen a ello.
5.-
Cada vida parte de unas condiciones físicas, intelectuales, sociales,
económicas, culturales, etc., diferentes.
6.-
Cuando llega el final de nuestros días en la Tierra constatamos que siempre
queda mucho por hacer, descubrir, experimentar y vivir.
Todos
estos puntos, mirados en su conjunto y con cierta profundidad, lo que vienen a
mostrarnos es que:
7.-
En nuestras vidas existe una clara intencionalidad que sólo puede surgir de una
inteligente voluntad de llevarnos constantemente hacia un más allá de donde
estamos y dentro de una evolución constante.
8.-
Advertimos que esa intencionalidad tiene una direccionalidad que no es otra que
descubrir nuestra verdadera identidad, o, lo que es lo mismo, despertar al ser
que somos y hacer real, a partir de eso, nuestra creatividad sin fin.
9.-
Existe un motor detrás, dentro y en el
fondo de todo esto: Se le puede llamar de muy distintas maneras: nuestro propio
Ser, Dios en nosotros, La Presencia, el Yo Soy, etc.
Nuestra vida como una novela con
sentido
Todo
lo anterior, en la vida particular de cada cual, se estructura dentro de una
verdadera historia que resulta mucho más coherente de lo que a veces la vemos, con
un argumento y guión dignos de las mejores así como bien trabadas películas.
Por eso, si uno mira atentamente su existencia, se puede dar cuenta de que no
hay fragmento, ni personajes, ni circunstancias o hechos que carezcan de
sentido, de modo que todo coadyuva a la formación de un cuadro perfecto, con un
“dibujo” nítido que se está haciendo o desvelando poco a poco.
Y
así, al fijar nuestra atención en
nuestra peripecia vital también podemos llegar a descubrir, incluso, el
significado detallado de cada cosa, tanto es así, que los padres que tenemos,
la situación económica, el número y la clase de hermanos, las amistades, el
trabajo que realizamos, lo que nos hace sufrir o lo que nos entusiasma, etc.,
todo, queda relacionado y está focalizado con un objetivo o un propósito que es,
según nuestro parecer y como ahora veremos, el que vinimos desarrollar y
alcanzar en nuestra vida.
En este nos es muy válido el comentario del
estudioso de los mitos y de las religiones comparadas Joseph
Campbell nos trae de la visión
que sobre el conjunto de su vida tenía el filósofo alemán Shopenhauer del cual dice que “…señala que cuando uno llega a
una edad avanzada y evoca su vida, esta parece haber tenido un orden y un plan,
como si la hubiera compuesto un novelista. Acontecimientos que en su momento
parecían accidentales e irrelevantes se manifiestan como factores
indispensables en la composición de una trama coherente…” Y añade:
“…¿Quién
compuso esa trama?....nuestra vida entera está compuesta por la voluntad que
hay dentro de nosotros. Y así como personas a quienes conocimos por casualidad
se convirtieron en agentes decisivos en la estructuración de nuestra vida,
también nosotros hemos servido inadvertidamente como agentes, dando sentido a
vidas ajenas. La totalidad de estos elementos se unen como una gran sinfonía, y
todo se estructura inconscientemente con todo lo demás…” Y concluye:
“Todo
guarda una relación mutua con todo lo demás, así que no podemos culpar a nadie
por nada. Es como si hubiera una intención única detrás de todo ello, que
siempre cobra un cierto sentido…”
Así
lo creemos también nosotros, existe un sentido en nuestras vidas, hay un
significado en todo su despliegue y desarrollo, ¿pero cuál?
Liberarnos de nuestra pequeña cárcel, salir del laberinto.
Digamos que, con independencia de las modalidades
concretas y de los recorridos que cada cual tiene que realizar en su vida, hay
un denominador común que a todos nos iguala y agrupa, y es que todos tenemos
que colmar el ansia de plenitud que sentimos, o lo que es lo mismo, todos hemos
de transformar el vacío existencial que nos acompaña para en su lugar sentirnos
vida plena y vida realizada. Mientras esto no se dé nos resulta válida la
imagen de cárcel y de laberinto con que algunas tradiciones asemejan la
existencia humana no despierta ni iluminada.
Porque,
¿no es así, encerrados en una cárcel, como nos sentimos ante las opresiones que
nos atan, los contratiempos que nos duelen, las emociones que no controlamos,
las circunstancias que aparentemente nos desbordan y nuestras sensaciones de
frustración o de impotencia?, y ¿no es cierto también que vivimos muchas veces
enclaustrados, acogotados y presos dentro de un mundo del que no sabemos salir
a pesar de nuestros continuos e insistentes esfuerzos? Encontrar, pues, el
camino y la forma de salida, se convierte entonces en uno de los más grandes
retos de nuestra vida, o lo que es lo mismo, en lo que cada uno tendrá que
resolver si quiere hallar la plenitud y la felicidad anheladas.
Esto
que decimos, como refleja algo que a todos los humanos nos atañe, y como ocurre
con los grandes temas de nuestra especie, también fue recogido por uno de los
mitos más conocidos de la antigüedad clásica, se trata del mito griego de Ariadna, la enamorada de Teseo,
la cual decidió ayudarlo a matar al Minotauro,
monstruo con cabeza de toro que habitaba el laberinto
de Creta y que cada nueve años devoraba los siete muchachos y siete doncellas
atenienses que le eran enviados como tributo. En este mito, Ariadna entregó a
Teseo un ovillo de hilo mágico que le permitió, tras encontrar al monstruo y
darle muerte, encontrar el camino de regreso y salir, por fin, del tortuoso laberinto.
Pues bien, en nuestras vidas este laberinto
puede tomar muchas formas, con problemáticas completamente diferentes, no
tenemos más que mirar a nuestro alrededor para comprobarlo, pero en cualquier
caso, y sea cual sea nuestra situación la tarea fundamental que a todos nos
compete va a ser la misma: encontrar el ovillo de hilo mágico que nos conduzca
hasta el camino que nos permita salir de allí, liberarnos. Y esto, es evidente
que va a suponer ante todo el que nos demos cuenta de las trampas a que nuestra
mente nos somete, las falsas ilusiones que nos hemos creado, los engaños y
espejismos en los que vivimos, la desconexión profunda de nuestro ser que
tenemos y lo muy identificados que
estamos con nuestros pequeños egos, sus cuitas y sinsabores.
El filósofo Ken Wilber desde su profunda y sabia óptica nos sitúa muy bien esto
que estamos diciendo: “Los seres humanos
formamos parte de esa totalidad llamada por nosotros “Universo”, una parte
circunscrita en el tiempo y en el espacio. Cada uno de nosotros se experimenta
a sí mismo, a sus pensamientos y a sus
sentimientos –en una especie de ilusión óptica de la conciencia- como algo
separado del resto. Esta ilusión constituye una especie de prisión que nos
encierra en nuestros deseos personales y restringe nuestro afecto a unas pocas personas cercanas. Nuestra labor debe ser la
de liberarnos de esta cárcel”
(Citado por Ken Wilber en “después del Edén”, Edit. Kairós, pag. 23).
Existe, pues, un sentido, hay una “cárcel” de la que
salir, y también un fin al que llegar, pero, ¿cómo lo vamos a
hacer?, ¿hay algún plan?, y si lo hay ¿qué tiene que ver nuestra vida con él?
Todos
seguimos y tenemos un plan.
Concretemos: ¿existe
ese plan al que nos hemos referido?, y
¿es previo a nuestra encarnación, de modo que es el que nos proponemos seguir en nuestra vida? , o, dicho de otro modo, ¿por qué tenemos los
padres que tenemos, las circunstancias que nos ha tocado vivir, los amigos,
parejas, etc?, ¿se debe a una casualidad, es cosa de un fatal destino, se trata
de una cuestión de inercia de la que no nos podemos sustraer o, tal vez, como
estamos señalando existe alguna clase de elección previa? Veamos cada una de
estas posibilidades, las cuales a lo mejor no son tan contradictorias como
parece.
a)
¿Vivimos lo que vivimos fruto de una predeterminación o destino?
Imaginemos lo que son los personajes de una novela realizando los
movimientos que el escritor le ha asignado. Son el fruto de una decisión previa
a la que podríamos llamar Destino. ¿Nos ocurre a nosotros igual? ¿Es la vida
una cosa que sucede con infinidad de papeles repartidos aleatoriamente? ¿Es
todo esto en tal caso una farsa de la que tan sólo nos falta despertar a la
verdadera realidad que somos?, más aún, ¿y se trataría en este despertar de
descubrir al final de todo que somos, a la vez, el director de la obra así como
los actores disfrazados?, ¿y no es esto lo que ocurre cuando nos iluminamos y
descubrimos que no somos ninguno de los egos que nos habíamos imaginado ser?
¿No es esto, al fin y al cabo lo que nos dice la sabiduría perenne?
Nosotros creemos aquí que es así lo que está sucediendo, pero más aún que eso,
como veremos.
Porque, según lo anterior, ¿sería válido afirmar que es una inercia
más o menos ciega la que nos habría llevado a vivir todo el entramado de
nuestra vida desde su inicio y hasta el fin de la misma y, en cuyo caso,
seríamos el resultado de un movimiento cósmico predeterminado, donde todo está
entrelazado irremediablemente y cada uno tan sólo representa una particularidad
accidental? Dicho más sucintamente: ¿acaso somos sólo el resultado y la
expresión de esa inercia?, ¿Es así?
Veamos. Partimos del siguiente hecho: que en cada ser humano existe de
manera connatural, esencial y constante la inteligencia, la voluntad y la intencionalidad.
Somos y lo podemos experimentar todo eso como sabiduría, felicidad y energía
que buscan su máximo desarrollo y expresión. Si esto ocurre y se da ahora en
nuestra presente existencia, ¿qué nos impide creer y pensar que es esto mismo
lo que se da en otros posibles niveles de existencia, como es el caso de antes
de encarnar y, por lo tanto también, después de abandonar nuestro cuerpo? Yo
creo que nada, pues somos vida y vida consciente siempre, otra cosa es el modo
o grado en que nos vivamos como tal.
b)
Sí que existe un plan en nuestras vidas y un propósito a desarrollar.
Como consecuencia, lo que mi intuición me lleva a creer y, por lo
tanto, a afirmar, es que nuestro nacimiento fue un acto voluntario, así como la
elección de sus circunstancias, momento, padres, familia, etc.
¿Quiere esto decir que toda nuestra vida estaba ya planificada y
cartografiada hasta en sus más mínimos detalles? Lo que yo intuyo es que sí que
hubo determinados acuerdos previos a la encarnación en torno a hechos o
personas que considerábamos decisivas e importantes para nuestro crecimiento,
aprendizaje y experimentación. Por ejemplo: además de la familia elegida, también
podrían ser la pareja o parejas con las que entraríamos en contacto, la
vocación o misión a desarrollar, los hijos a tener, determinados sucesos a
vivir, etc. Todos los demás aconteceres de nuestra vida estarían sujetos a lo
que podríamos llamar la ley de atracción y otra clase de leyes por las cuales
se establecen las sincronías o coincidencias significativas y demás
paralelismos o encuentros que hacen que la vida ocurra como ocurre, y no
precisamente por casualidad.
Dicho todo esto, concluiremos este capítulo con cuatro citas muy
explícitas de cuatro autores de nuestro tiempo:
Suzanne
Powel, profesora espiritual, irlandesa, que reside actualmente en
Barcelona, y para la cual: “antes de venir a encarnar en el planeta cada uno ya ha diseñado su
plan de vida. Existen acuerdos previos a la encarnación en los que nos hemos
repartido los roles, en los que hemos acordado ayudarnos en caso de que nos
despistemos en el camino. Estamos jugando ahora a descubrir quién es quién,
pero no podremos saber quienes son los demás hasta que descubramos quienes
somos nosotros. Cuando ya sabes quién eres tú, se retira el velo y es más fácil
averiguar quienes somos”.
Robert Schwartz estudioso de la
relación entre la vida de las personas y su propósito al nacer; para él: “si…sabes
( que es como decir, sientes) que eres un alma eterna, entonces la consecuencia
será una vida totalmente diferente. Si, además, sabes que planeaste tu discapacidad,
que de hecho tiene un profundo significado, entonces tu vida se convertirá en
una búsqueda para descubrir ese significado. El sufrimiento se dulcificará, y
el vacío será reemplazado por un propósito…todo tiene un significado superior” (“El
plan de tu alma”, edit. Sirio, 322)
El
afamado psiquiatra, Dr. Michael Newton,
investigador de las regresiones y de lo que desde ellas relatan sus pacientes
sobre cómo es la vida en el más allá, cuestiones a las que ha dedicado toda su
vida, quien nos transmite una de las conclusiones a las que ha llegado y que
tanto aportan a lo que hemos dicho:
“No
hemos recibido nuestros cuerpos por capricho de la naturaleza; fue seleccionado
por nosotros mismos con la ayuda de consejeros espirituales, después de haber
observado otros cuerpos ofrecidos como alternativa y aceptado el que tenemos
actualmente. Además, no somos víctimas de las circunstancias, estamos
comprometidos… para participar activamente en la vida y no como simples
espectadores. No debemos perder la idea de que hemos aceptado un sagrado
contrato de vida, lo que significa que los roles que jugamos en la Tierra son
en realidad más grandes que nosotros mismos” (“El
destino de las almas”, Arcano books, pag.360).
Y,
finalmente, el Dr. José Luis Cabouli, quien
también está dedicado por entero a la investigación de vidas pasadas y al plan
de nuestras almas al nacer, nos dice que en la regresiones que realiza “al
entrar a los pacientes en el espacio entre vidas inmediatamente antes de
encarnar, se hizo evidente en forma natural y espontánea que cada uno de
nosotros trae un propósito definido para estar encarnado en un cuerpo físico en
la Tierra…es lo que nos lleva a vivir determinadas experiencias en la vida” (“El
propósito del alma”, ediciones continente, pag. 9)
De no
ser así, o sea, que nuestra vida ha sido elegida por nosotros según criterios
que la justifican como es y, por lo tanto, con una cierta planificación y
propósito, todo quedaría prácticamente reducido al capricho de fuerzas ciegas
que nos harían vivir como lo hacemos y
ser como somos, lo cual repele a nuestro sentir más íntimo y a la lógica más
profunda de la existencia y de la vida que late dentro de nosotros.
Todo
esto nos lleva a decir que encarnamos en este o en otros mundos para experimentar,
aprender, despertar, crear y, sobre todo, ser. Esto creemos: nuestra Tierra es
una escuela además de un lugar de realización. Aquí la Vida se expresa, nuestra
Conciencia despierta, y los seres humanos nos convertimos en dioses.
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