miércoles, 31 de octubre de 2018

La raíz del temor a la muerte.


¿De dónde surge el temor a la muerte?, ¿cuál es su raíz?, ¿por qué cuesta soltarlo?
A mi modo de ver, lo que produce el temor a la muerte es nuestra gran ignorancia
Respecto a lo que es la vida. Quienes temen la muerte es porque temen perder la vida.
Y teme perder la vida aquel que aún asocia lo que la vida es con “esta” vida.
Pero, también teme la muerte quien hace una disociación entre esta y “la otra” vida.
En el primer caso, se teme a la muerte porque, se cree, representa el fin de todo aquello
Que englobaríamos en lo que serían nuestros anhelos, querencias y apegos mundanos.
En el segundo caso, se teme porque creemos que vamos a “otra” vida distinta, y además
Con una conciencia, pensamiento y sentir diferentes.
Para quienes creen que la muerte física es el fin, hay que decir que esa creencia caduca,
Se puede mantener un tiempo, pero sólo hasta que se hace patente en  nosotros
Nuestra conciencia de yo, es decir, de ser un centro de conciencia, y la atendemos;
Como consecuencia, surge en nosotros nuestra nítida conciencia de eternidad.

Y para quienes temen la vida aún creyendo en “otra vida” después de la vida,
Precisamente por desconocerlo todo de ella, habría que recordar y decir:
1.- No hay “otra vida”, sino sólo una y la misma vida, siempre y en la eternidad.
2.- La vida no es algo distinto de nosotros, sino que nosotros somos esa vida siendo,
3.- La conciencia de ser yo y que ahora tengo es la conciencia de ser yo
     Que después, en un escenario y cuerpo distinto me acompañará y seré.
4.- La viveza con que viva mi vida no disminuirá en nada, aumentará.
En cualquier caso: después de esta encarnación y siempre viviré siendo yo mismo.
En esencia: para eliminar definitivamente el temor a la muerte: tenemos que elevar
Nuestra conciencia  de sí, de ser, más allá de todo lo que varía, pasa o fenece.
Esta conciencia de ser no tiene nada que ver nada con el ego, es nuestra propia Luz.

domingo, 21 de octubre de 2018

Salir de nuestro pequeño yo hasta realizar nuestra divinidad.

La Realidad es Una, Dios es Uno, todo es la Realidad manifestándose, puesto que fuera de Eso nada hay, ni es posible.
Tú no existes fuera de Dios, no es posible, nada ni nadie está fuera de Él.
Dios se está viviendo ahora a través de todo lo que es, y ahí estás tu, y yo, todos...
Nada ni nadie fuera de Dios. Nada de cuanto entendemos por universos fuera de Dios.
¿Por qué habríamos de negar o de rechazar algo con el pretexto de que es irreal?
Decir de algo que es irreal es lo mismo que decir que en Dios que es el Todo Uno
hay algo que no es real, imperfecto o que sobra. Eso no tiene sentido.
La realidad es Una, Dios es Lo Real, la plenitud de Lo Que es.
Siendo esto así, todo lo que sucede es Su expresión, contenida en Él.
¿Y, digo yo, acaso puede algo de lo que es Dios manifestándose en sus infinitas formas
estar desprovisto de realidad y sentido? Eso significaría que Dios produce irrealidades y sinsentidos.
Imposible. Todo es real y todo tiene sentido. Pero, eso sí, no contemplado como algo separado
ni al margen de la Totalidad de la que forma parte, porque nada hay separado de nada,
ni existe nada que no esté contenido en Dios. Si miras tu dedo y crees ser él eso sí que es irreal pero no porque no exista tu dedo sino porque no percibes tu completud, el ser entero que eres.
El camino mío, el camino de todos nos conduce a la conciencia de nuestra completud,
como realidad, alma, individual, luego cósmica y finalmente como pura trascendencia de Ser, en lo que se llama la  unión consciente con Dios,
en la conciencia de ser alegría, sabiduría y energía sin fin, creatividad pura.
El único sueño, pues,  en el que podemos caer es en el de no ver, no saber, ni entender que nada está separado y de que, por lo tanto, nuestra realidad es ese "trocito" de lo que en un momento dado percibimos por nuestros sentidos o por nuestro mental no desarrollado ni expandido y que se concreta como  nuestro pequeño y egoísta "yo".
Pero a través de nuestras experiencias vamos creciendo y desarrollándonos hasta lograr que nuestra mirada sea tan amplia, extensa y sin límites que caigan todas las fronteras que a nivel de conciencia nos separan entre lo que creemos que es nuestra realidad y la de los demás y el Todo Uno. Y así, poco a poco y también simultáneamente, ir recuperando, formando parte de nuestra identidad real, todo nuestro potencial divino y creador para hacer también posible aquí y ahora, en nuestro mundo, y no esperando a que sea fuera de él, una existencia divina.

lunes, 8 de octubre de 2018

No tendremos paz mientras no reconozcamos nuestro ser.


Todos buscamos la verdadera paz interior, pero en nuestra mente aún
Existe una barrera muy grande construida con miedos, odios y resentimientos.
Por desgracia, esos ladrillos que la forman son en su mayoría inconscientes.
Sentimos todo eso, pero no nos atrevemos a mirarlo de cara y sanarlo;
En su lugar lo vamos proyectando fuera, sobre todo contra los demás.
Así, pensamos o decimos que ellos son los responsables de nuestro sufrimiento,
Y todo, porque nos da terror reconocer en nosotros la sensación de culpa.
No soportamos ese hecho y por eso preferimos sentirnos víctimas.
Ciertamente, es mucha la culpa que acarreamos en nuestro interior,
Una culpa sinsentido pero que nos va minando por dentro impidiéndonos vivir en paz.
Tememos tanto la culpa porque tememos  aún más el castigo.
¿Castigo por qué? Por una sensación profunda de indignidad que nos embarga
Al vernos y sentirnos separados de la Fuente, de Dios.
Pero todo eso es falso, pues jamás nos separamos de Dios, que es nuestro ser.
Todo ha sido un juego, un sueño en el que tanto hemos entrado
Que hemos llegado a olvidar la identidad que los sostiene, nuestro yo superior.
Por eso tenemos que despertar a él, que es nuestra auténtica realidad divina.
¿Cómo? Dejando que desfilen ante nuestra mirada interior todos nuestros fantasmas,
Todos esos temores, odios,  y resentimientos  que nos corroen.
Y viéndolos tal y como son, con sus referencias concretas, perdonarnos,
Es decir, reconocer, que nada de eso, por mucha vergüenza que nos dé, lo somos.

De este modo, perdonándonos y perdonando dejaremos espacio
Para que nuestro verdadero Yo superior resplandezca como lo que somos,
Y así sentiremos cómo la paz interior, que es la experiencia del Espíritu Santo en nosotros,
Se instala en nuestros corazones desplazando todo tipo de angustia, vaciedad y desazón.

domingo, 7 de octubre de 2018

Despertad: todos somos inocentes


Dios es la Unidad, el Uno, fuera del cual nada es.
Y nuestro ser es su Hijo, como el maestro Jesús es su Hijo.
Ser Hijo de Dios no es exclusivo de nadie. Es condición natural de todo ser.
Nada hay fuera de Dios ni jamás nos separamos de su realidad.
Pero nuestra mente no es eso lo que nos ha hecho ver, al contrario,
A través de ella nos hemos imaginado fuera de Dios. ¡Pero eso es un sueño!,
Un sueño de la mente, tan irreal como los sueños mientras dormimos.
Por desgracia, ese sueño se interpretó mal y se nos habló de un pecado,
Y de que dios nos había expulsado de sí, o sea de su paraíso. ¡Mentira!.
Ese dios es un invento, y otro tanto es lo del pecado. El ser humano es inocente.
No existe un Dios separado y el Dios Todo Uno no expulsa a nadie de su seno.
Imposible. Es puro Amor. Si el Dios castigador no existe ni se dio el pecado ante él,
Ni contra él, ¿qué es lo que queda?: pura inocencia, en nuestro ser, en lo que somos.

Soltemos culpas y practiquemos el verdadero perdón, no el que parte del pecado
Sino el que lo niega y en su lugar proclama nuestra inocencia y la de nuestro hermano.
Soy Hijo de Dios como tú también lo eres. Este es el único camino de vuelta a Casa.
Todo lo que no sea esto alarga culpa, sufrimiento y nos mantiene en el falso sueño.
No tienes que hacer méritos, ni castigarte o hacer penitencia, el Cielo ya te pertenece,
Es tu herencia y siempre lo fue. Todo lo demás son cuentos que te retienen en el error,
El error de creer en que la separación alguna vez se dio. ¿Y cómo salir de ahí?
El Espíritu Santo, tu verdadero ser te guiará a tu despertar, pues es la parte de ti
Que jamás dejó de contemplar la Luz, el Amor y la Plenitud que eres. Ponlo en sus manos.
El nuevo día sin pecado, sin culpa y sin sufrimiento ya despunta, abre los ojos,
Y por fin verás que todo fue un sueño. Tú eres radiante e inmortal Hijo de Dios.