jueves, 24 de enero de 2019

.Dioses somos, creadores de realidad y universos.


Este y todos los universos, -infinitos-, son tan sólo pensamientos materializados,
Pensamientos que son sostenidos por ti, por mi, y por las también infinitas mentes
a través de las cuales la Mente Una también piensa y con su pensar crea.
No existe tal cosa como “el universo”, pues existen infinitos posibles,
ni tampoco hay una única forma de comprender, sentir y vivir la vida en cada universo.
La Mente de Dios es “esférica”, no unidireccional ni invariablemente objetiva,
así como sus voluntades son todas a la vez y ninguna, de tal manera que:
no se puede decir con propiedad exclusiva, que sea esta y no otra Su Voluntad.
El Espíritu, Dios, o Realidad Una es un infinito libre de cualquier apropiación.
Su libertad de ser, es decir, de pensar y saber, de sentir y querer, y de hacer y poder
transfieren a cada conciencia individual la responsabilidad total sobre nuestra vida.
No hay juicio superior sobre nosotros y sólo cada cual decide sobre sus creaciones,
así como también la superación, mantenimiento o el final de las mismas.
Nadie es víctima, ni ha sido condenado; nosotros somos nuestros jueces y salvadores,
únicos dioses reales de nuestra existencia, capaces de sostener, trascender o eliminar
universos, existencias y formas de vida. Ningún Dios nos vigila ni decide por nosotros.

Sobran los mitos secuestradores de nuestras voluntades de ser y de decidir.
La voluntad de Dios es la tuya, no hay otra sobre ti, y tú eres su expresión como tú.
Si reconoces la voluntad en ti, entonces sabrás cual es la voluntad de Dios en ti.
Este es el salto que a la humanidad le espera: reconocer en nosotros al dios que se es;
lo que asusta y escandaliza a poderes y religiones, pues desestabiliza su orden y control,
basados en la transferencia del poder y la autoridad fuera de nosotros.
Pero ese tiempo toca a su fin. Entramos en el tiempo del auto-rescate o del despertar
al ser que se es: focos de luz y de poder, de sabiduría y gozo; Un nuevo mundo apunta,

insospechado, por realizar. El sentimiento de unidad se impondrá  al de separatividad.

martes, 22 de enero de 2019

Parábola del pescador pescado.


Escribo, esto es un modo de aprender, de conocer, de encontrar y saber, de compartir.
En el fondo de cada ser hay un infinito insondable de amor, verdad, belleza y potencia,
que empujan queriendo salir, como lo hacen en las ramas sus tiernos brotes.
Un “Mar” sin límites de Realidad, que es el ser de toda existencia, en el que somos,
aguarda ser descubierto en el corazón de cada conciencia, donde está nuestro Sí Mismo;
sumergirme en él y bucear entre sus aguas, calmas o procelosas, pero al rescate siempre
de los más preciados, anhelados, y, con frecuencia, presentidos tesoros es lo que hago,
y si doy con alguna “presa” que, ante mí, con su luz me impacta, felizmente la tomo,
y subo con ella a brazada limpia hasta la superficie; respiro y, para mostrarla, escribo.
En ese sentido, cada escrito, pretende ser un pequeño tesoro conquistado de conciencia,
que luego voy reuniendo y desplegando en esa “lonja” llamada libro, donde se exponen.

Algunas veces, ese “pescador” en que me convierto deja de querer buscar “cosas”,
y trata en su lugar de apresar con sus redes, no comprensiones, sino el mismo Mar,
qué digo, el Océano sin límites, cuyas aguas nos inundan y sobrepasan por todas partes.
Oh, es locura, piensan unos; imposible, dicen otros. ¡Vaya ingenuidad más grande!
Entonces, yo dejo mis redes de lado, las arrojo al suelo, y me digo: no sirven, es cierto;
¿y qué hago?: pues me tiro al mar, sin red, sin aderezos, sin apoyo alguno, desnudo,
dejando que sea el Océano quien ahora haga del pescador que fui, y yo: pescado.
Y siento cómo el agua, trasmutada ahora en luz-fuego-conciencia-vida,
penetra por todos mis poros, haciendo también de mí: luz-fuego-conciencia-vida.
Se fue el escritor, y ahora el pescador, sentado al borde del acantilado, con su pipa
está nostálgico, aunque embebido, eso sí y para siempre, del Mar y del Océano.
De cuando en cuando, dicen, alguna ola lo arrebata y engulle, pero él regresa a su roca,
donde se le puede ver contando, que es cierto, que es posible pescar el Mar.

lunes, 21 de enero de 2019

Infinitas vidas y muertes vividas. Nuestro ser siempre presente.


Lo que somos ha vivificado infinitas existencias, con nuestro yo central presente.
Nunca hemos dejado de ser Eso, el ser que Somos. Y la conciencia inalterable.
Todo cuanto en nosotros acontece es pasajero; nuestro Yo-conciencia, permanente;
desde él, hemos sido testigos de innumerables encarnaciones e incontables personajes,
que nos han servido para experimentar desde el olvido de ser, y evolucionar desde ahí.
Sirviéndonos de nuestras existencias, regresamos, despertando, a nuestra totalidad;
perdiéndonos en ellas, buscando desde ellas, hasta reencontrarnos en lo que somos.
Evolucionamos como conciencia de ser, al tiempo que lo expresamos  creando.
Hemos muerto como personajes, multitud de veces: natural o accidentalmente,
trágica y también serenamente; ninguna clase de muerte nos es o ha sido ajena,
las hemos vivido todas. Pero de ellas no hay rasguño alguno en nuestro inafectable ser.
Hemos asistido a todas esas muertes, del mismo modo que a nuestras  encarnaciones;
en unas y en otras allí estábamos, siendo presencia y conciencia puras, testigos siempre.

El principal problema que hemos tenido y tenemos es el de la identificación
con las formas, momentos y circunstancias que encarnamos y por las que atravesamos;
porque ello aparta la atención de nuestro ser y nos confunde  con lo que no somos.
Mientras no hemos sabido esto nos ha guiado el instinto y la intuición larvada,
experimentando, probando,  a veces y en apariencia faltos de sentido, que buscamos.
Hasta que es llegado el momento de la vuelta a Casa, es decir, de reencontrarnos,
abrimos entonces los ojos del alma, y recobramos nuestro camino y destino.
Descubrimos un día que nunca salimos de nosotros mismos,
y que todos los instantes pasados como las vidas vividas son tan sólo un instante
en ese Presente eterno, en ese infinito Ahora, que es el del no-tiempo
en el que verdaderamente somos y existimos.
Es en ese preciso sentido, como se entiende que nunca nacemos y que jamás morimos.

El mundo este material y el del más allá.


Bastantes no creen en el más allá, y entre los que creen muchos se inquietan,
o incluso temen por no saber cómo es ni tampoco cómo se vivirán en él;
hasta vértigo e inseguridad extraña produce el verse sin este cuerpo que habitamos.
Son comprensibles estas actitudes siendo que en apariencia sólo conocemos este vivir,
y en él, asociados a nuestro cuerpo, es como nos comprendemos, y nos desenvolvemos.
No es fácil, pues, imaginar otra realidad y un mundo distintos donde también ser,
por lo menos si partimos de los mismos supuestos físico-corporales de “aquí”.
Hasta tal punto hemos interiorizado que la realidad material es la única y la vivible.
Resolver estas cuestiones que el buscador espiritual se plantea es de suma importancia,
y no es cuestión menor; pasó el tiempo de la confianza plena excluyendo el no saber.

Digamos, pues, algo para los que no creen, dudan, temen o quieren saber del más allá:
los testimonios abundan; todos dan prueba fehaciente de su existencia y vivir;
experiencias cercanas a la muerte, comunicaciones con otros planos y con seres
que relatan su vida allá, son en principio válidos, muchos de ellos contundentes,
altamente investigados (p.e. las ECM) , y todos dignos de ser tenidos muy en cuenta.
Ninguno de ellos habla de no confort, desintegración, desorientación o desajuste,
al contrario, suelen compartir lo bien de su vida discurriendo allí, cada cual en su plano.
Existe orden, sentido, claridad, conciencia, voluntad, comunicación, vida plena…,
Y todo ello en función de las demandas, necesidades y nivel evolutivo de cada cual;
o sea, diríamos, como aquí pero mejor, al no estar condicionados por los frenos del ego,
es decir, al imperar allí el estado conciencial y de desarrollo positivo del alma
y con ausencia de los lastres kármicos del ego que en cada encarnación se activan aquí.
Más aún: el mundo “allá” se comprende mejor y con más claridad se intuye y vislumbra
cuando exploramos y vivenciamos, al margen del más allá, nuestro sentir como almas,
y no sólo eso, sino también, nuestra realidad como seres-conciencia-existencia, ya aquí.

sábado, 19 de enero de 2019

El Espacio consciente que soy y la existencia.


Lo que Soy, donde me encuentro, no es forma, no es objeto, no es nada de lo que se pueda señalar,
tampoco se puede explicar; su propia transparencia ya directamente lo muestra;
entonces, ¿cómo hablar de ello? Digamos que es “anterior” a lo que hay,
su sustancia es la de la existencia misma, por eso se le llama también puro ser.
 Soy uno, en ese Espacio Fondo del no tiempo vibrando como conciencia completa,
conciencia de ser yo sin pensamiento, Presencia, Eterno Presente, Ahora.
Refugio, Tierra de salvación, Centro de verdadera paz y Plenitud de ser. Eso soy.
Nada del exterior le afecta, ni le turba, ni le espanta, sea cual sea su magnitud.

Remolinos de Vida, de Luz y Amor surgen del corazón de mi ser; ellos son
la fuente de mi existencia, en la que después me pierdo olvidando lo que, de Mí, sé.
Cuanto vivo, aquello que amo, por lo que lucho, sufro, gozo o  me inquieto
realmente no es, ni nunca fue, en nada ajeno a la verdad de mí, pues también soy eso,
aunque no como lo veo al proyectarme y extraviarme fuera de Mí.
Soy todo, pues nada experimento que no esté en mi conciencia, la fuente de mi ser;
sólo el pensamiento construye contenidos en mi conciencia que lanza luego fuera de Mí,
siendo así como constantemente forma y refuerza lo que es mi pequeño yo: el dormido.
Sin conocer ni descubrir esto las existencias se mueven extraviadas, sin apenas sentido,
siendo hojas volanderas llevadas por un “viento” del que también se ignora todo.
De ahí, que sea tan importante pararnos y contemplar ese Fondo de Silencio
en donde Viento, Espacio, Plenitud y Ser son de todo la raíz y su alimento.
Entender la existencia como algo separado de aquello que es el Espacio en que Soy
no es posible, no es real, es ficción. Pero desde el Ser, todo está bien y es perfecto.
Un centro de conciencia Soy, en cuyo Cielo suceden todas las infinitas existencias.
Pero las miradas aisladas, hacen de mí identidades distintas, siendo que Soy un solo Yo.

viernes, 18 de enero de 2019

La muerte: la gran lección magistral


Hay muchas formas de vivir la vida, es decir, todo cuanto acontece en ella,
y morir es uno de esos acontecimientos, sin duda  de los más importantes.
Si todo lo que se vive tiene el sentido de servir al propósito del alma,
que al encarnar busca experimentar, aprender, crecer, evolucionar y servir,
no cabe duda de que el “hecho” de morir reúne todos los requisitos para realizarlo.
Morir, algo no casual, es todo menos una desgracia, una tragedia, o un sinsentido,
realmente es la “última” lección que aprender y enseñar a la vez, una gran lección,
a la que se asiste, tanto desde el que la “experimenta” como desde el que la observa,
según el grado de conciencia, inteligencia, amor y disposición interior que se  tiene.
“Morir” es una acto fundamental, no es un trámite, ni una circunstancia accidental,
es una gran oportunidad para integrar, comprender, reciclar, superar, trascender y ser.

Según  como se ha vivido y se entiende la vida, se experimenta y contempla la muerte.
Siendo que en la vida todo forma parte de un plan, nacer como morir no son aleatorios,
sino que el donde, cómo, con quien y cuando son determinados en función del alma,
de todo su mundo, o sea, de sus condicionantes kármicos, aspiraciones y necesidades;
también esto tiene que ver y afecta a quienes acompañan y son testigos del que “se va”.
La muerte en realidad es un proceso que implica y despierta muchos aspectos
relacionados con nuestro crecimiento interno; se puede aprovechar o no;
por eso, hay que tratar de ir más allá de su carácter “dramático-anecdótico”
y vivirla como lo que sí es: un tránsito y un acto-lección, que, además, es “magistral”.
Pero esto sólo se puede entender desde el alma y lo que es, no desde el ego superficial
Sólo capaz de ver pérdida, separación, dolor y sufrimiento: nuestra dimensión terrena.
La muerte sólo es un fin de etapa que anuncia el inicio de otra nueva y más maravillosa;
un buen motivo, pues, de dicha, tanto para el que la vive como para el que la acompaña.


miércoles, 9 de enero de 2019

Del exilio, por fin, al despertar.


No hay peor exilio que sentirnos fuera de nuestro ser, eso es estar dormidos, no vivir,
ni hay peor carencia que la de experimentar la orfandad de lo que se es;
la peor soledad es la de quien se siente desconectado, no de los demás, sino de sí,
y el peor vacío es aquel que produce no vivirse ni sentirse como conciencia-ser.
Fatal pérdida la de quien se ve desprovisto de su verdadera Identidad,
y no existe indefensión mayor que la de verse arrastrado por lo que no se es.
Teme a la muerte quien aún no se ha reconocido en su ser, como lo que es,
ni ha nacido a la vida quien aún no se ha visto ni autoconcienciado como ser.
 Se vive si se vive con conciencia el amor, la inteligencia y el poder que se es.
Ausentes del Amor-plenitud que somos se experimenta exilio, carencia, soledad, vacío,
angustia, indefensión, y como consecuencia miedo, el peor de todos a la muerte.
Conciencia es lo que Soy, lo que es Dios en mi como Yo. Ese es mi- nuestro Hogar.
Despertar a lo que se es, eso sí que es Despertar.
Encontrar tu Hogar-Ser  al “otro lado” de todo lo que no es, eso es Despertar.

Qué alegría, qué plenitud y gozo se siente cuando la trasparencia de tus ser te ocupa,
y cuando ya sabes también el camino de vuelta a ese espacio de ser y existir.
Tu vida transformada, tu vida vivificada, tu vida iluminada, tu vida ya Vida,
eso sí es Despertar; y experimentarlo, dejando que ya eso sea tu vivir en ti, como tú,
sin necesidad de controlar nada, ni de llegar a ningún sitio, porque todo sucede solo.
Eso sí que es vivir y eso sí que es, también, vencer, trascender, eliminar la muerte.
Porque al despertar a lo que se es y a la conciencia de cómo tu ser se expresa,
Entonces te ves enteramente nuevo o, lo que es lo mismo, nacido de verdad, renacido.
Eso es ser un alma despierta, un ser en el mundo, para, con su presencia ilumina,
ayudar también al despertar de otros seres que anhelan y buscan su despertar.