domingo, 14 de abril de 2019

“Aquí estoy porque he venido”. Comprendiendo nuestra vida presente a la luz del hilo conductor que une, y sin necesidad de forzar nada, vida actual con vida(s) pasada(s).


Cuando me paro, y miro con atención lo vivido, veo el río de vida por el que todo ha ido transcurriendo, entonces descubro algo que va tomando forma, como si fuese el sustrato anterior del que todo hubiese salido, con imágenes que se desfiguran, que se me muestran huidizas, esquivas, de tal modo que no consigo detenerlas ni atraparlas, son como destellos de mí mismo, parte de mi memoria olvidada, susurros de mi eternidad, pero a los que no quiero cogerme demasiado, tal vez por el miedo que tengo de que sean un constructo mental, una suposición, imaginaciones mías, sólo eso, y fruto en cualquier caso de pensamientos e ideas que sobre mi he hecho. No, no quiero elaborar falsas historias sobre un pasado anterior de  mi existencia, cierto, aunque eso no quita veracidad, no la pude quitar al hecho de que cierta clase de sensaciones y representaciones, visiones entrecortadas,  acompañadas de tendencias, hábitos, líneas de actuación, incluso oficios y tipos de dedicación, además del modo en que lo viví todo ello, tanto a nivel psicológico, como social y hasta religioso, se me vengan casi sin querer a la mente. Y esto, que para mí sí tiene ciertos rasgos de veracidad, no lo puedo despreciar sin más, menos aún cuando me ayuda, sin que yo lo pretenda y hasta de forma natural, como así sucede, a comprender la raíz, el arranque, el modo, el cómo y por qué desde niño y contando con todas mis circunstancias familiares, sociales, económicas, etc…fui viviendo, orientando, buscando y hacia donde el objetivo y el propósito real de mi vida, conformando todo el amplio y complejo tapiz de mi existencia.
Sucede, que al contemplar fragmentos de mi vida con el interés de comprenderlos, la visión se alarga y ella misma va incluyendo sucesos y fragmentos anteriores unidos unos a otros, y así cada vez más, de forma que la visión te va retrotrayiendo hacia atrás, uniendo efectos y causas, mitad por razones kármicas, y mitad por pura coherencia lógica, y es así como afloran, emergen y sin forzar nada se me muestran perfiles que, cada vez con mayor nitidez, encajarían, de hecho encajan como anillo al dedo, entre lo que bien podrían ser  mis ascendientes, los de la anterior vida con esta, haciendo válida así la clásica frase zarzuelera, tan expresiva como significativa, del “aquí estoy porque he venido”.
Tengo la sensación, válida evidentemente para mi, al menos mientras no me demuestre lo contrario, y para lo que estoy siempre abierto, de que no debo de ir muy desencaminado en mis apreciaciones, al menos si no en lo anecdótico, que eso hasta lo podría considerar secundario, de hecho así lo tomo, sí en lo sustancial. Porque lo que hace que tenga una certeza, relativa al menos, de lo que digo, no diré, por lo tanto, que absoluta, es el haber visto, pues realmente se ve, cómo se ha ido formando, y naciendo más bien, el hilo conductor, piedra sobre piedra, en series muchas veces repetidas de decisión, acción, resultado, comprensión, superación, y dentro de un enlazado perfecto de hechos, personas y circunstancias que se van concatenando e interrelacionadas todas ellas entre sí, en esta presente vida, a la que sí puedo con detenimiento, y sin necesidad de elucubrar, ni de fantasear, simplemente constatando, valorando y sopesando, descubrir en su lógico desarrollo, como desplegándose, un guión inmensamente coherente, con sus claros mecanismos evolutivos en una dinámica general con sentido. Y ello se puede ver, no sólo a un nivel externo, que también , en lo que de hecho es más que nada escenario, medio e instrumento para nuestra alma, sino sobre todo en lo que esta, en él, ha ido experimentando, aprendiendo y desarrollando a todas luces siguiendo un fin, con significado y sentido internos. Pues bien, es esto último precisamente lo que me ha llevado, nos lleva, de algún modo a un ver o entrever, presentir y sentir movimientos, escenas y personajes que anteceden a los que en esta vida se dan.
Recalcando, que cuando digo ver quiero decir percibir sin necesidad de videncias especiales o de facultades paranormales, las cuales yo en principio no tengo; a no ser, y esto para mí no es algo irrelevante ni a obviar a la ligera, que justamente ese hecho mismo de mirar y mirar, con ganas evidentemente de ver, conocer y comprender,  ahondando en las aristas, relieves, repliegues y arrugas de lo observado, nos esté abriendo, nos abre como yo así lo creo y constato, cada vez con mayor evidencia y convencimiento, una ventana sutil, o, mejor, una ampliación del segmento de lo que nuestra visión abarca, trayendo de este modo a nuestra conciencia, no de forma inmediata pero sí lenta y progresivamente,  realidades que habiéndose vividas y siendo propias de nuestra pasada o pasadas existencias ahora  podemos ver cómo se precipitan, tal como si fueran olas -antecedentes lo son-, sobre la extensa “playa” que forman el  argumento, temas, anhelos, alegrías y sufrimientos, motivaciones, rechazos y atracciones, de esta vida actual, dando así continuidad lógica y natural al movimiento global de la Vida, de nuestra vida, dentro de la cual se engarzan, como si fueran perlas de un collar, unas y otras, las de “entonces” y las de ahora. De tal modo, que, ahora, muchas de las cosas que quedaron pendientes, inacabadas, descompensadas por la fuerza, el error tal vez, la ceguera y la dualidad del ego, puedan ser, en nueva y querida oportunidad, solucionadas, sanadas, liquidadas, integradas y trascendidas, o también para que contemplándolas en su trasluz y en el corazón de ellas podamos sentir ese rescoldo o fuego incipiente que nos trajo finalmente a asumir el propósito maravilloso de nuevas metas por alcanzar, así como esa misión nuestra, la más importante de cada uno, que como almas tenemos, de despertar a nuestro verdadero ser, a la luz y el amor que somos, para desde allí desarrollar y realizar plasmándolo en infinidad de formas, mundos y circunstancias su inabarcable potencial.



jueves, 4 de abril de 2019

Dichoso anhelo que inflama nuestro corazón


Extranjeros en la Tierra, vacíos de nosotros mismos, huérfanos de nuestra identidad real, ¡cuántas veces nos hemos sentido así!, y ¿qué, sino eso nos ha convertido en sedientos, insaciables buscadores? Buscadores sí, de algo presentido, de un Poder y una Fuerza que, no por desconocidos en su rostro, dejamos de experimentar y sentir, pues son ellos los que nos llevan, los que nos absorben y arrastran. Lo sabemos, lo sabemos con una extraña certeza, porque el anhelo profundo que hay en nuestros corazones, no obstante su vaguedad sutil, lleva la impronta inconfundible para el alma de su Sonora Huella. Y, ¡cómo se siente el rumor de Lo Buscado!

Mientras tanto, desasosiego, y, cómo no nostalgia más que tristeza, pero, en cualquier caso, sufrimiento es lo que el alma experimenta por el “doloroso clamor” aún sin respuesta por lo que todo aquello significa (la Plenitud soñada).  Vivir así es el pago por el descenso a la Tierra, por el olvido y la pérdida, aunque también por paradójico que resulte es el signo inequívoco de nuestra inconfundible Grandeza, que no se conforma con la beatitud inconsciente ni con la felicidad sin nombre (la que de una existencia sin un Yo Soy).

Por fortuna, en este Ahora de nuestro vivir, ya el peso del tiempo y de la historia se ha acumulado sobradamente en nuestra vieja memoria, y los infinitos rostros de sus incontables personajes recorriendo capas y capas de experiencias nos muestran, inconfundible, el agotamiento de sus superficiales, aunque necesarias, andanzas, y  cuyo resultado final nos ha empujado a un desierto de sequedad que ya ningún nuevo esfuerzo, ni lucha, ni aventura mental o física, pueden revivir, pues agotados, exhaustos, están todos nuestros recursos.

Y, ahora, sólo nos cabe esperar, esperar la Gracia, algo no “nuestro”, algo que sólo nos puede sorprender “desde arriba” y una vez que nos hemos adentrado, abierto, a y por los caminos del ser. Así pues, como aquellas “vírgenes prudentes” (símbolo del vaciamiento) nos asomamos al alba de este Nuevo Día que con su suave cercanía nos alumbra y acaricia, así, dejando en nuestra frente su  suave e inconfundible luz dorada; Tenemos la lámpara de nuestro corazón encendida, estamos preparados y alerta, pues…, ¡ay!, que ya llega el Esposo, ¡ay!, que ya asoma, ¿o es que no oís sus pasos?, escuchad, mirad, que ya está ahí,..,que ya viene...Y nuestra alma se engranda y se engranda, el Infinito nos abraza.