viernes, 24 de enero de 2014

VIAJES ASTRALES



                   

            Son muchísima las personas que se han podido ver, conscientes, fuera de sus cuerpos, gente normal que involuntariamente, la mayoría, o de manera intencionada, bastantes, han salido de sus cuerpos, y una vez así, no todos por igual, han podido realizar lo que se llama un viaje astral, porque astral se le llama a ese otro cuerpo muy sutil que está en la base del físico, su doble, y que se conserva en el momento de la mal llamada “muerte”. Con la conciencia en el astral y mientras su cuerpo físico permanecía dormido, en la cama, las personas que han tenido esta experiencia han podido visitar a otras personas, ver cosas que desconocían y saber, en definitiva, que no son sus envolturas físicas. A continuación, transcribo uno de estos viajes tal y como lo narra Lobsang Rampa, que coincide, en esencia, con lo que otros muchos nos han contado:

            “El cuerpo, acostado en la cama, consciente, plenamente distendido. Gradualmente llega la débil sensación de un crujido, una sensación como de algo que muda, cambia; poco a poco se produce una separación. Sobre el cuerpo que se halla postrado se condensa una nube formada, al cabo, de una resplandeciente cuerda de plata (el cordón que une ambos cuerpos). La nube, al comienzo, semeja una gran mancha de tinta flotando en el aire. Lentamente adopta la forma de un cuerpo humano que se eleva unos palmos sobre nuestros pies, flota y se mece en el aire. Después de unos segundos, el cuerpo astral se eleva más y sus pies se inclinan hacia el suelo. Despacio el conjunto se balancea hasta que se pone de pié al extremo de la cama, mirando al cuerpo físico, que acaba de dejar y al cual está aún unido…

            …La figura del astral mira a su alrededor y luego a su cuerpo físico que se halla cómodamente acostado en la cama. Sus ojos están cerrados, la respiración es tranquila y ligera…Satisfecho, el cuerpo astral se compone silenciosamente y  poco a poco se eleva por los aires, pasando por el techo de la habitación y por el tejado de la casa, hasta que se ve dentro del aire de la noche…se eleva hasta que se ve a un número considerable de metros por encima de los tejados de las casas…

            La forma astral…va flotando sobre las casas, mirando en rededor,  decidiendo a donde ir. Por último elige visitar un país muy lejano. Al instante mismo de su decisión se proyecta a una velocidad fantástica, girando casi con la celeridad del pensamiento a través de tierras y mares….Suavemente, este (el cuerpo astral) se deja caer en aquella comarca y se mezcla, invisible, inaudible, entre aquella gente que está dentro de sus respectivos cuerpos físicos. En un momento dado, el viajero experimenta un tirón, una sacudida de la cuerda de plata…, el cuerpo físico abandonado ha sentido el comienzo del día y reclama su astral…La forma astral…enseguida, veloz, cruza los cielos, como un rayo a través de tierras y mares hasta llegar al techo de su domicilio…y emerge…sobre la figura durmiente de su cuerpo físico. Ligera y lentamente se sitúa dentro de él.”

            Para algunos estos relatos son producto de la mente. Pero la abundancia, coherencia y comprobaciones que de ellos se ha hecho los hace más que verosímiles; para quienes los han experimentado son incontestables y ciertos. Yo así lo creo, y la ciencia poco a poco los reconocerá. Se constata que la conciencia es independiente del cuerpo físico, o sea, del cerebro. Sobre todo esto hay un buen libro, de Margarita Espuña: “Hilos de plata”, de la editorial Luciérnaga; lo aconsejo.

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