viernes, 2 de marzo de 2018

Reproducimos nuestro mundo mental.



            Según sea nuestra mente así será nuestro mundo y así lo viviremos. La realidad que vivimos y que percibimos es la que filtra y reproduce nuestra mente, no existe otra realidad para nosotros que aquella que nuestra rejilla mental permite que veamos y vivamos. Esto no es muy difícil de ver y de comprobar una vez que nos paramos a observar cuál es la idea real que tenemos de nosotros mismos y luego la comparamos con lo que nuestro vivir cotidiano nos muestra. Veremos cuando hacemos esto que este último se acopla perfectamente a aquella idea.
            Digamos, que la vida como si de un corderito se tratara sigue los patrones de nuestra mente, los confirma y valida, sean los que sean, porque es en nuestra mente donde se halla el diseño de nuestra realidad experiencial. Por eso no funciona el empeño nuestro de querer cambiar nuestra realidad exterior si previamente no hemos cambiado el dibujo que sobre nosotros mismos llevamos grabado en nuestra memoria. Querer cambiar nuestro mundo sin que nuestra idea de nosotros, lo que hemos de vivir y cómo se hayan transformado previamente es tan inútil como querer cortar el viento con unas tijeras.
            Nos quejamos de los demás, de las circunstancias o de la suerte cuando no vivimos como nos gustaría vivir ni tenemos lo que nos gustaría tener, sin darnos cuenta de que cuanto vivimos y tenemos lo hemos creado y atraído nosotros mismos, limitándonos a reproducirlo y una y otra vez del mismo modo que esos clásico cartones perforados que movidos por una manivela y  a su ritmo van interpretando monótonamente a lomos de un típico organillo las viejas canciones troqueladas.
            De ahí que sea la idea que tenemos de nosotros mismos grabada a sangre y fuego en nuestra mente la que tenemos que cambiar si queremos que nuestra vida cambie, o también, deberemos de cambiar nuestro modo de interpretar eso vivido y experimentado si es que queremos sentirnos de otro modo y mejor mientras esa vida externa no cambie. Ambas formulaciones que proponemos son compatibles y válidas para vivirnos de un modo renovado, positivo y gozoso. Dicho de otro modo: o cambiamos radicalmente el programa mental, es decir, el guión que nos hemos asignado, o cambiamos nuestro enfoque conciencial e interpretación de lo que vivimos. Estas son las dos alternativas posibles a nuestro alcance.
            Consecuencias inmediatas de una o de otra interpretación:
            En el caso de que optemos por cambiar el guión de nuestra mente lo primero que asumimos de entrada es que los demás son inocentes de lo que nos pasa, por lo que los exculpamos, de modo que asumimos en nosotros el 100% de la responsabilidad de nuestra vida. En segundo lugar, buscamos nuestro punto de autenticidad interior para que lo que sea que surja fluya acorde con nuestro ser original y no con la carga de nuestro pasado kármico, dando paso al nacimiento de una vida nueva.
            Y en el caso de que optemos, como en el segundo caso, por colocarnos en un nuevo enfoque de conciencia que me permita considerar la realidad de manera diferente, por ejemplo viéndola como lo que es, un puro teatro escénico en donde pongo a prueba mi potencial creativo, además de que me sirve para experimentar personajes con los que aprender, sanar heridas y evolucionar, pues también como en el caso anterior descargo a los demás de responsabilidades al saber y asumir que sólo interpretan el papel que en mi obra les he dado o libremente han tomado. Pero sobre todo, y esto es lo más importante, tomado distancia me desidentifico del drama y me recobro como lo que soy: un foco de luz radiante, amor y poder sin fin.
            En cualquier caso y definitiva, de lo que se trata es de que como conciencia que somos, al final salgamos de la prisión de nuestro esquema mental o del propio teatro vivido para colocarnos internamente en el protagonista que somos hasta descubrir nuestro ser esencial, la planificación así como el sentido de la obra, y al director definitivo y único de esta como de cualquier obra escénica en la que intervengamos.
             


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