Según sea
nuestra mente así será nuestro mundo y así lo viviremos. La realidad que
vivimos y que percibimos es la que filtra y reproduce nuestra mente, no existe
otra realidad para nosotros que aquella que nuestra rejilla mental permite que
veamos y vivamos. Esto no es muy difícil de ver y de comprobar una vez que nos
paramos a observar cuál es la idea real que tenemos de nosotros mismos y luego
la comparamos con lo que nuestro vivir cotidiano nos muestra. Veremos cuando
hacemos esto que este último se acopla perfectamente a aquella idea.
Digamos, que la vida como si de un corderito se tratara
sigue los patrones de nuestra mente, los confirma y valida, sean los que sean,
porque es en nuestra mente donde se halla el diseño de nuestra realidad
experiencial. Por eso no funciona el empeño nuestro de querer cambiar nuestra
realidad exterior si previamente no hemos cambiado el dibujo que sobre nosotros
mismos llevamos grabado en nuestra memoria. Querer cambiar nuestro mundo sin
que nuestra idea de nosotros, lo que hemos de vivir y cómo se hayan
transformado previamente es tan inútil como querer cortar el viento con unas
tijeras.
Nos quejamos de los demás, de las circunstancias o de la
suerte cuando no vivimos como nos gustaría vivir ni tenemos lo que nos gustaría
tener, sin darnos cuenta de que cuanto vivimos y tenemos lo hemos creado y atraído
nosotros mismos, limitándonos a reproducirlo y una y otra vez del mismo modo
que esos clásico cartones perforados que movidos por una manivela y a su ritmo van interpretando monótonamente a
lomos de un típico organillo las viejas canciones troqueladas.
De ahí que sea la idea que tenemos de nosotros mismos grabada
a sangre y fuego en nuestra mente la que tenemos que cambiar si queremos que
nuestra vida cambie, o también, deberemos de cambiar nuestro modo de interpretar
eso vivido y experimentado si es que queremos sentirnos de otro modo y mejor mientras
esa vida externa no cambie. Ambas formulaciones que proponemos son compatibles
y válidas para vivirnos de un modo renovado, positivo y gozoso. Dicho de otro
modo: o cambiamos radicalmente el programa mental, es decir, el guión que nos
hemos asignado, o cambiamos nuestro enfoque conciencial e interpretación de lo
que vivimos. Estas son las dos alternativas posibles a nuestro alcance.
Consecuencias inmediatas de una o de otra interpretación:
En el caso de que optemos por cambiar el guión de nuestra
mente lo primero que asumimos de entrada es que los demás son inocentes de lo
que nos pasa, por lo que los exculpamos, de modo que asumimos en nosotros el
100% de la responsabilidad de nuestra vida. En segundo lugar, buscamos nuestro
punto de autenticidad interior para que lo que sea que surja fluya acorde con
nuestro ser original y no con la carga de nuestro pasado kármico, dando paso al
nacimiento de una vida nueva.
Y en el caso de que optemos, como en el segundo caso, por
colocarnos en un nuevo enfoque de conciencia que me permita considerar la
realidad de manera diferente, por ejemplo viéndola como lo que es, un puro
teatro escénico en donde pongo a prueba mi potencial creativo, además de que me
sirve para experimentar personajes con los que aprender, sanar heridas y
evolucionar, pues también como en el caso anterior descargo a los demás de
responsabilidades al saber y asumir que sólo interpretan el papel que en mi
obra les he dado o libremente han tomado. Pero sobre todo, y esto es lo más
importante, tomado distancia me desidentifico del drama y me recobro como lo
que soy: un foco de luz radiante, amor y poder sin fin.
En cualquier caso y definitiva, de lo que se trata es de
que como conciencia que somos, al final salgamos de la prisión de nuestro
esquema mental o del propio teatro vivido para colocarnos internamente en el protagonista
que somos hasta descubrir nuestro ser esencial, la planificación así como el sentido
de la obra, y al director definitivo y único de esta como de cualquier obra escénica
en la que intervengamos.
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