jueves, 1 de marzo de 2018

El plan del alma.



            Nos encontramos en el Camino,  constantemente. Esto es lo natural en nosotros. Otra cosa diferente es que nos demos cuenta o no de ello. Estar en el Camino comporta que por poco que observemos y profundicemos en nuestras vidas lo que encontraremos en ellas es una intencionalidad esencial. Esa intencionalidad es una de las características más importantes que nos diferencian de las demás especies.
            Nuestra intencionalidad no es instintiva, quiero decir que no es ciega sino que va acompañada por una voluntad emergente que nos dirige y conduce hacia horizontes que van más allá de lo límites que le pudiesen marcar la propia especie. O sea: podríamos decir que nuestra intencionalidad está siempre abierta y apunta hacia metas y horizontes que constantemente nos trascienden. De ahí esa ansia tan característica en los humanos de experimentar cierta insatisfacción básica, que es la que nos convierte a todos en buscadores.
            Porque el ser humano a diferencia del resto de los animales se resiste a ser mortal y persigue sobre todo y allá en el fondo de cualquiera de sus movimientos su inmortalidad. Y para esto tiene un Plan que está inscrito en el corazón  de nosotros mismos, en lo que podríamos llamar nuestro ADN espiritual. Es ese Plan el que vamos desarrollando de menos a más conciencia y vida tras vida, hasta realizarlo.
            Realizar ese Plan de nuestra vida es a lo que llamamos Realización del ser que somos, y es lo único que nos puede liberar de cualquier frustración, vacío o insatisfacción radical.
            El Plan de nuestra vida es propiamente el plan de nuestra alma que es la que lo va a desplegar y desarrollar. La razón de que esto sea así es la de que nosotros como almas individuales somos gérmenes embrionarios de un potencial infinito que como partes de un holograma total nosotros contenemos. El Holograma total es el Dios Uno o Realidad Una, completa en sí misma y que cada alma en el centro de sí misma lleva impreso, lo que viene acompañado a su vez de la tendencia o impulso irrefrenables hacia la experiencia y realización de esa Realidad Una.
            Como almas somos un centro o un punto de conciencia por donde la Totalidad divina se asoma o se vierte. Por eso nuestro vínculo con el Ser Uno es total, indivisible y continuo. De hecho es eso lo que somos: focos del divino, o también olas de su Océano, de modo que tanto, ambos, el foco como la ola contienen todo lo que el Centro de Luz o el Océano contienen.
            Pero mientras tanto, el alma no despierta sabe de su finitud y quiere salir de ella, conoce sus límites y los quiere trascender, experimenta sus carencia y vacíos y los quiere llenar. Entonces, para conseguir esto dispone de un Plan, que progresivamente irá descubriendo y realizando, porque estas dos acciones, la de descubrir y realizar son la parte esencial del Plan y son las que dan sentido al Camino.
            ¿Y cuál es la esencia de ese Plan? Vamos a sustanciarlo en dos partes esenciales. A la primera parte le llamamos conocimiento y a la segunda realización. Pasemos, pues,  a ver en que consiste cada uno de estos aspectos.


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