EL CAMINO Y LAS CIRCUSNTANCIAS
Todo indica
que estamos aquí para aprender, crecer y crear, resulta bastante obvio cuando
uno ve el mecanismo por el cual nuestra vida se despliega. Pero quizás nos
falte creer con convencimiento que esto es así, ya que, entonces, tomaríamos
las dificultades y los problemas como verdaderas oportunidades para lograr esos
fines. Cuando la queja, la protesta o incluso la ira frente a lo que en
determinados momentos tenemos o nos toca vivir, son tan grandes que acallan
toda posible reflexión sobre el sentido de lo que se experimenta, el
sufrimiento aumenta, nuestra responsabilidad se evita y el aprendizaje se
retarda. Lo cierto, es que las circunstancias, en contra de lo que a veces se
cree, son justamente los peldaños sobre los que nos podemos apoyar para subir
más y más altos en nuestro desarrollo y seguir el camino de la evolución.
Antonio Blay
Foncuberta que sabía mucho de todo esto lo expresaba con estas palabras: “Es
muy importante ver con certeza que esto es así porque nuestra vida está
construida sobre una creencia totalmente distinta. Nuestra vida está construida
sobre la creencia adquirida de que son las circunstancias y las personas que me
rodean las que hacen que yo sea feliz o desgraciado. Estamos viviendo bajo esa
convicción y por ello culpabilizamos a los demás. En cambio, si uno llega a ver
con claridad que nada del exterior puede suplir lo que es la actualización de
uno mismo, si verdaderamente se ve claro, esto marcará un cambio radical en la
actitud que se tiene ante nosotros mismos y ante la vida.
Mientras que
no tomamos clara conciencia de que quien determina lo que ha de ser nuestra
vida somos nosotros mismos y de que la responsabilidad sobre el modo de
experimentar nuestro vivir es algo que nos compete asumir a cada cual, en ese
caso, somos verdaderas marionetas del exterior, eternos y dependientes niños
clamando al papá/mamá estado, iglesia, partido, jefe, pareja, amistad, etc.,
para que nos resuelvan lo que sólo a nosotros nos toca resolver si es que
queremos crecer. El filósofo y ensayista Ortega y Gasset lo explicaba muy bien
cuando afirmaba que: “No somos dispersados a la existencia como
una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso
decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las
circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos”.
Las
circunstancias forman parte esencial de nuestro camino, sin ellas no existiría
este, ni el sentido. Es verdad que, cada cual, se ha de enfrentar a las suyas
para realizar su propósito y andar su propio camino; porque como decía, y bien,
el poeta León Felipe:
“Nadie fue ayer
Ni va hoy
Ni irá mañana
Hacia Dios
Por este mismo camino
Que voy yo.
Para cada hombre
Guarda un rayo nuevo de luz
El sol
Y un camino virgen
Dios”
LA INFLACIÓN DEL EGO
ESPIRITUAL
Entre
los muchos egos detrás de los cuales nos escondemos para protegernos,
defendernos y sentirnos, así, más artificialmente seguros, fuertes, poderosos o
importantes, el que se sirve de la pose espiritual es, tal vez, uno de los
peores, puesto que, con el autoengaño al que nos cogemos, dinamitamos la raíz
de nuestro crecimiento real, a la vez
que puede confundir y perjudicar a otros. Por eso, es tan importante que seamos
honrados con nosotros mismos y reales con nuestro sentir.
Saber conjugar
la verdadera autoestima, que nos invita a reconocer constantemente nuestros
valores y a ejercitarlos, con la humildad de quien reconoce que nunca nadie es
más que nadie, es un arte al que todos estamos llamados. Una buena manera de
alejar de nosotros el riesgo de caer en el orgullo o la vanidad espiritual, es
la de ejercitar el hábito de alegrarnos sinceramente de todo el bien, progreso
y felicidad de los demás. Tratar de crecer es muy importante, querer ser más
que otros es un serio problema, además de un peligro y un riesgo para el amante
de la verdadera espiritualidad. Las palabras de la santa hindú Amma, que a
continuación reproducimos, son profundamente esclarecedoras y, a la vez, un
fuerte aldabonazo en las conciencias de todo auténtico buscador. Creo que son
muy importantes:
“..El
simple hecho de pensar: “Soy espiritual, soy un ser espiritualmente avanzo o
soy abnegado”, puede suponer un gran impedimento en vuestro progreso
espiritual…Tal vez te consideres superior a todos aquellos que ves como
mundanos. Si te dejas atrapar por tales pensamientos, estás demostrando
únicamente tu inmadurez…El ego sutil es mucho más poderoso y difícil de
eliminar que cualquier otro…La humildad es la verdadera meta de la vida
espiritual, y es también el único camino hacia Dios… Por desgracia, puede
ocurrir que un aspirante espiritual aprenda a ocultar su ego y finja una gran
humildad. Se esfuerza en no mostrar su ego, porque sabe que esa actitud no está
bien en un buscador espiritual y los demás lo rechazarían…
Tu
avance espiritual será valorado según la humildad, generosidad y sabiduría que
manifiestes…Pero ¿qué pasa si aprendes hábilmente a ocultar tu ego y finges ser un yogui?. La
gente sufrirá una gran desilusión, pues esto equivale a un fraude…Aquellos que
llevan la máscara de seres espiritualmente avanzados no saben el daño terrible
que están causando. Confunden a otros, al tiempo que se están labrando su
propia destrucción…La gente les suele decir “¡qué grande eres y qué
inteligente!¡qué discurso más maravilloso!¡qué magnifica presencia!”…Con estas
alabanzas y reconocimientos empieza a considerar que es muy importante” (Del libro “¡Despertad hijos!”, Vol. VII, pag.
177, publicado por Mata Amritanandamayi Mission Trust).
Toda inflación
del ego, lo único que al final expresa es una forma más de materialismo, en
este caso de “materialismo espiritual”, tan dañino y perjudicial cuando uno se
petrifica en él como lo pueda ser el materialismo ateo. En la medida en que uno
más cree, siente y se abre al Espíritu menos egoísta es. Muchas veces el
sufrimiento, cuando se presenta, es uno de los mejores antídotos que nos desinfla
el globo de la vanidad; amarnos de verdad como resultado de la conexión con
nuestra alegría y amor interior también; intentar sacar y desarrollar
constantemente nuestro potencial interior lo mismo. La verdadera autoestima
nunca se engríe ni humilla a nadie, es fuente de amor.
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