miércoles, 16 de octubre de 2013

EL EGO, EL CAMINO, LAS CIRCUNSTANCIAS



EL CAMINO Y LAS CIRCUSNTANCIAS

Todo indica que estamos aquí para aprender, crecer y crear, resulta bastante obvio cuando uno ve el mecanismo por el cual nuestra vida se despliega. Pero quizás nos falte creer con convencimiento que esto es así, ya que, entonces, tomaríamos las dificultades y los problemas como verdaderas oportunidades para lograr esos fines. Cuando la queja, la protesta o incluso la ira frente a lo que en determinados momentos tenemos o nos toca vivir, son tan grandes que acallan toda posible reflexión sobre el sentido de lo que se experimenta, el sufrimiento aumenta, nuestra responsabilidad se evita y el aprendizaje se retarda. Lo cierto, es que las circunstancias, en contra de lo que a veces se cree, son justamente los peldaños sobre los que nos podemos apoyar para subir más y más altos en nuestro desarrollo y seguir el camino de la evolución.

Antonio Blay Foncuberta que sabía mucho de todo esto lo expresaba con estas palabras: “Es muy importante ver con certeza que esto es así porque nuestra vida está construida sobre una creencia totalmente distinta. Nuestra vida está construida sobre la creencia adquirida de que son las circunstancias y las personas que me rodean las que hacen que yo sea feliz o desgraciado. Estamos viviendo bajo esa convicción y por ello culpabilizamos a los demás. En cambio, si uno llega a ver con claridad que nada del exterior puede suplir lo que es la actualización de uno mismo, si verdaderamente se ve claro, esto marcará un cambio radical en la actitud que se tiene ante nosotros mismos y ante la vida.

Mientras que no tomamos clara conciencia de que quien determina lo que ha de ser nuestra vida somos nosotros mismos y de que la responsabilidad sobre el modo de experimentar nuestro vivir es algo que nos compete asumir a cada cual, en ese caso, somos verdaderas marionetas del exterior, eternos y dependientes niños clamando al papá/mamá estado, iglesia, partido, jefe, pareja, amistad, etc., para que nos resuelvan lo que sólo a nosotros nos toca resolver si es que queremos crecer. El filósofo y ensayista Ortega y Gasset lo explicaba muy bien cuando afirmaba que: “No somos dispersados a la existencia como una bala de fusil cuya trayectoria está absolutamente determinada. Es falso decir que lo que nos determina son las circunstancias. Al contrario, las circunstancias son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos”.

Las circunstancias forman parte esencial de nuestro camino, sin ellas no existiría este, ni el sentido. Es verdad que, cada cual, se ha de enfrentar a las suyas para realizar su propósito y andar su propio camino; porque como decía, y bien, el poeta León Felipe:

“Nadie fue ayer
                         Ni va hoy
                         Ni irá mañana
                         Hacia Dios
                         Por este mismo camino
                         Que voy yo.
                         Para cada hombre
                         Guarda un rayo nuevo de luz
                         El sol
                         Y un camino virgen
                         Dios”
LA INFLACIÓN DEL EGO ESPIRITUAL

            Entre los muchos egos detrás de los cuales nos escondemos para protegernos, defendernos y sentirnos, así, más artificialmente seguros, fuertes, poderosos o importantes, el que se sirve de la pose espiritual es, tal vez, uno de los peores, puesto que, con el autoengaño al que nos cogemos, dinamitamos la raíz de nuestro crecimiento real, a la  vez que puede confundir y perjudicar a otros. Por eso, es tan importante que seamos honrados con nosotros mismos y reales con nuestro sentir.

Saber conjugar la verdadera autoestima, que nos invita a reconocer constantemente nuestros valores y a ejercitarlos, con la humildad de quien reconoce que nunca nadie es más que nadie, es un arte al que todos estamos llamados. Una buena manera de alejar de nosotros el riesgo de caer en el orgullo o la vanidad espiritual, es la de ejercitar el hábito de alegrarnos sinceramente de todo el bien, progreso y felicidad de los demás. Tratar de crecer es muy importante, querer ser más que otros es un serio problema, además de un peligro y un riesgo para el amante de la verdadera espiritualidad. Las palabras de la santa hindú Amma, que a continuación reproducimos, son profundamente esclarecedoras y, a la vez, un fuerte aldabonazo en las conciencias de todo auténtico buscador. Creo que son muy importantes:
           
“..El simple hecho de pensar: “Soy espiritual, soy un ser espiritualmente avanzo o soy abnegado”, puede suponer un gran impedimento en vuestro progreso espiritual…Tal vez te consideres superior a todos aquellos que ves como mundanos. Si te dejas atrapar por tales pensamientos, estás demostrando únicamente tu inmadurez…El ego sutil es mucho más poderoso y difícil de eliminar que cualquier otro…La humildad es la verdadera meta de la vida espiritual, y es también el único camino hacia Dios… Por desgracia, puede ocurrir que un aspirante espiritual aprenda a ocultar su ego y finja una gran humildad. Se esfuerza en no mostrar su ego, porque sabe que esa actitud no está bien en un buscador espiritual y los demás lo rechazarían…

Tu avance espiritual será valorado según la humildad, generosidad y sabiduría que manifiestes…Pero ¿qué pasa si aprendes hábilmente  a ocultar tu ego y finges ser un yogui?. La gente sufrirá una gran desilusión, pues esto equivale a un fraude…Aquellos que llevan la máscara de seres espiritualmente avanzados no saben el daño terrible que están causando. Confunden a otros, al tiempo que se están labrando su propia destrucción…La gente les suele decir “¡qué grande eres y qué inteligente!¡qué discurso más maravilloso!¡qué magnifica presencia!”…Con estas alabanzas y reconocimientos empieza a considerar que es muy importante”  (Del libro “¡Despertad hijos!”, Vol. VII, pag. 177, publicado por Mata Amritanandamayi Mission Trust).

Toda inflación del ego, lo único que al final expresa es una forma más de materialismo, en este caso de “materialismo espiritual”, tan dañino y perjudicial cuando uno se petrifica en él como lo pueda ser el materialismo ateo. En la medida en que uno más cree, siente y se abre al Espíritu menos egoísta es. Muchas veces el sufrimiento, cuando se presenta, es uno de los mejores antídotos que nos desinfla el globo de la vanidad; amarnos de verdad como resultado de la conexión con nuestra alegría y amor interior también; intentar sacar y desarrollar constantemente nuestro potencial interior lo mismo. La verdadera autoestima nunca se engríe ni humilla a nadie, es fuente de amor.

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