sábado, 12 de octubre de 2013

EL "CASCO DE DIOS"



La nueva espiritualidad, afirma que la conciencia no sólo no está circunscrita a nuestro cerebro, ni tampoco es una consecuencia del mismo, sino que ella es la causa y el origen de los procesos materiales. Para afirmar esto, prestigiosos científicos como Pim Van Lommel, por ejemplo, se basan en la contundencia de los estudios sobre experiencias cercanas a la muerte, los datos recientes de la investigación neurofisiológica y el aval de los conceptos de la física cuántica. En este sentido, ocurre que “durante la vida, la gente percibe con los sentidos, mientras el cerebro actúa como interfaz. En circunstancias anormales, una persona puede experimentar el aspecto infinito de la conciencia no local independientemente del cuerpo, lo que se llama continuidad de la conciencia, y percibir directamente a través de la conciencia en el espacio” (P. V. Lommel, “Consciencia, más allá de la vida”, Atalanta, p.317).

El psiquiatra José Miguel Gaona, investigador de las experiencias  cercanas a la muerte, ha ido evolucionando en los últimos años, desde el escepticismo a postulados que se acercan, cada vez más, a los del investigador estadounidense Raimond Moody, sobre todo a raíz del conocimiento de la experiencia cercana a la muerte del neurocirujano de Harvard Eben Alexander de quien dice que “después de conocerle, los conceptos de vida y muerte ya no son los mismos”. De esto deja plena constancia en su último libro “Al otro lado del túnel”. Hasta que se topó, con la existencia de un dispositivo, el “Casco de Dios” así llamado, que genera campos magnéticos en torno a la cabeza, y con el que trabaja Michael Persinger en una universidad canadiense, el cual, para los “negacionistas”, bien podría demostrar que las experiencias PES y las cercanas a la muerte eran un simple fruto de nuestra actividad cerebral. Como afirma Gaona en una actitud que le honra: “yo también pensé lo mismo y debo reconocer que me sentí decepcionado ante la posibilidad de que todo aquello en lo que justamente acababa de comenzar a creer y a estudiar pudiera derrumbarse con tanta facilidad”. Así que se fue a la universidad de Ontario en Canadá con la finalidad de experimentar él mismo.

La extensión de sus palabras la podemos encontrar en la revista “Mas allá”, nº296, año XXIV, entresacamos aquí lo que consideramos más significativo de la experiencia tal y como él mismo la relata: “entrecerré los ojos y unas bellas imágenes del lago contiguo a la universidad comenzaron a invadir mi mente…Una repentina sensación se apoderó de mi…Sí, así estaba, flotando por encima de mi cuerpo. Me veía desde arriba. Y era divertido. ¿pero cómo era posible que hubiese sobrepasado el techo de la habitación y siguiese viéndome? Justo enfrente de mí se encontraba el equipo y en la habitación aledaña podía observar la blanca cabellera del profesor Persinger…¡Esto funcionaba!...lo más llamativo comenzó a ser la fuerte sensación de que no me encontraba solo…otras presencias parecían coexistir rodeándome…Veía sin ojos y sentía sin cuerpo…oía sin sistema auditivo…sin ningún otro tipo de soporte vital que me acompañase…Te das cuenta de que estás integrado en la naturaleza y que es posible establecer comunión directa con Dios” Después de esta experiencia “mi ser ya no seguía siendo el mismo que hacía unas horas antes”.

Conclusión: “El telescopio Huble no pone las estrellas, sólo ayuda a verlas, lo mismo hace el Casco de Dios”. La conciencia es la única y verdadera protagonista.

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