La
nueva espiritualidad, afirma que la conciencia no sólo no está circunscrita a
nuestro cerebro, ni tampoco es una consecuencia del mismo, sino que ella es la
causa y el origen de los procesos materiales. Para afirmar esto, prestigiosos
científicos como Pim Van Lommel, por ejemplo, se basan en la contundencia de
los estudios sobre experiencias cercanas a la muerte, los datos recientes de la
investigación neurofisiológica y el aval de los conceptos de la física cuántica.
En este sentido, ocurre que “durante la vida, la gente percibe con los
sentidos, mientras el cerebro actúa como interfaz. En circunstancias anormales,
una persona puede experimentar el aspecto infinito de la conciencia no local
independientemente del cuerpo, lo que se llama continuidad de la conciencia, y
percibir directamente a través de la conciencia en el espacio” (P. V.
Lommel, “Consciencia, más allá de la vida”, Atalanta, p.317).
El
psiquiatra José Miguel Gaona, investigador de las experiencias cercanas a la muerte, ha ido evolucionando en
los últimos años, desde el escepticismo a postulados que se acercan, cada vez
más, a los del investigador estadounidense Raimond Moody, sobre todo a raíz del
conocimiento de la experiencia cercana a la muerte del neurocirujano de Harvard
Eben Alexander de quien dice que “después de conocerle, los conceptos de vida
y muerte ya no son los mismos”. De esto deja plena constancia en su
último libro “Al otro lado del túnel”. Hasta que se topó, con la existencia de
un dispositivo, el “Casco de Dios” así llamado, que genera campos magnéticos en
torno a la cabeza, y con el que trabaja Michael Persinger en una universidad
canadiense, el cual, para los “negacionistas”, bien podría demostrar que las
experiencias PES y las cercanas a la muerte eran un simple fruto de nuestra
actividad cerebral. Como afirma Gaona en una actitud que le honra: “yo
también pensé lo mismo y debo reconocer que me sentí decepcionado ante la
posibilidad de que todo aquello en lo que justamente acababa de comenzar a
creer y a estudiar pudiera derrumbarse con tanta facilidad”. Así que se
fue a la universidad de Ontario en Canadá con la finalidad de experimentar él
mismo.
La
extensión de sus palabras la podemos encontrar en la revista “Mas allá”, nº296,
año XXIV, entresacamos aquí lo que consideramos más significativo de la
experiencia tal y como él mismo la relata: “entrecerré los ojos y unas bellas imágenes
del lago contiguo a la universidad comenzaron a invadir mi mente…Una repentina
sensación se apoderó de mi…Sí, así estaba, flotando por encima de mi cuerpo. Me
veía desde arriba. Y era divertido. ¿pero cómo era posible que hubiese
sobrepasado el techo de la habitación y siguiese viéndome? Justo enfrente de mí
se encontraba el equipo y en la habitación aledaña podía observar la blanca
cabellera del profesor Persinger…¡Esto funcionaba!...lo más llamativo comenzó a
ser la fuerte sensación de que no me encontraba solo…otras presencias parecían
coexistir rodeándome…Veía sin ojos y sentía sin cuerpo…oía sin sistema
auditivo…sin ningún otro tipo de soporte vital que me acompañase…Te das cuenta
de que estás integrado en la naturaleza y que es posible establecer comunión
directa con Dios” Después de esta experiencia “mi ser ya no seguía siendo el
mismo que hacía unas horas antes”.
Conclusión:
“El telescopio Huble no pone las estrellas, sólo ayuda a verlas, lo mismo hace
el Casco de Dios”. La conciencia es la única y verdadera protagonista.
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