1.- Si tuviésemos
que fijarnos en dos palabras que por su importancia dieran el sentido a toda la
investigación que estamos haciendo a lo largo de estas páginas y, cómo no
decirlo, que sean también el eje y explicación de la existencia para quien esto
escribe, esas dos palabras serían sin dudarlo ni un sólo instante: “alma” y “Dios”. Y si, del mismo modo,
se nos pidiera que fuese sólo una, sin pestañear diríamos con la misma rotundidad que “Dios”.
Precisamente por ello y, además, por lo muy utilizadas que han sido y son, con
sentidos no siempre idénticos ni con igual valor, o con interpretaciones que a
nuestro modo de ver se ajustan muy poco a la realidad hacia la que señalan, es
por lo que vamos a dedicar esta última parte del libro a reflexionar, intuir y
meditar sobre ellas, tratando de concretar y de algún modo delimitar el
significado que para nosotros tienen.
2.- Señalemos en
primer lugar que el materialismo en
sus distintas versiones, que siempre basó el valor de sus apreciaciones en el
testimonio ofrecido por los cinco sentidos como garantía de verdad y de
realidad, cada vez más y como resultado de los avances de la nueva ciencia
(Einstein, Planck, Schrödinger, Laszlo, Pribram, Sheldrake, Bohm, Gostwami,
etc…) y de los muchos testimonios que tienen que ver con la expansión de
conciencia (experiencias cercanas a la muerte, telepatía, desdoblamiento
astral, percepción extrasensorial, etc.) empieza
a perder solidez y ya hace agua por
muchas partes.
Ese
materialismo que niega realidad a todo lo que no sea físico ha dejado de ser, a
nuestro modo de ver, una opción realmente inteligente y difícil de sostener,
tal es la cantidad de manifestaciones que vemos en los seres vivos y
especialmente en el ser humano, así como de requisitos que se necesitan para
entender el fundamento de la existencia y del universo que si no fuera con el
recurso a algo no material no serían explicables, tal y como ya hemos mostrado y
explicado a lo largo de estas páginas.
Así
pues, a todas luces el fundamento de la materia es menos material de lo que se
creía y todo sugiere, también a los científicos abiertos como en su lugar señalamos,
la existencia de un nivel “previo” en el que ya no encaja la idea exclusiva de
lo físico como única realidad explicativa de la existencia.
3.- Nosotros a ese
supuesto que no es aprehensible por los cinco sentidos le llamamos “realidad espiritual”
o “espacio espiritual”, y su fundamento es el Espíritu, Dios, el Ser o la
Realidad Una, que es el verdadero motor,
fundamento, origen, causa y sentido de todo, y más allá de lo cual no hay nada.
Pues bien, Eso es precisamente lo que le da existencia, consistencia y
continuidad a todos los cuerpos, hasta tal punto de que nada hay de cuanto
existe que no haya salido de ese Foco espiritual, sea cual sea el nivel de
realidad del que estemos hablando, y por lo tanto también el material.
Si
el Origen del que todo nace, como ya vimos en su momento, no puede ser otro que
Dios, el Ser, Brahman, Campo cero o como se le quiera llamar, la fuerza, la
sabiduría y la voluntad o el amor que son los tres elementos que dan
integridad, consistencia y unidad
identitaria a cada elemento de la Naturaleza, a eso le llamamos alma, el alma o ser de las
cosas. Cuando algo pierde su
alma se disgrega, muere, deja de existir. Así de simple.
Es su “alma”, esa instancia “anterior”,
espiritual o cuántica si se le quiere también llamar así, lo que da vida, configura
o anima cuanto existe. El alma de las cosas es su verdadera realidad, de la que
la otra, la captada por los sentidos físicos, la material es su contraparte
externa, algo así como su doble, la réplica condensada que le permite
funcionar, ser localizada y cumplir en el mundo físico y tridimensional el
papel para el que fue concebida y creada. La verdadera alma de las cosas es
como hemos dicho: la consciencia, el pensamiento, la voluntad y el deseo que
habiéndolas creado las mantiene en su existencia. Todo tiene un alma y esa alma
transpira, nos llega, resuena con nosotros que somos, a la vez también almas.
4.- Nada es fortuito ni por azar en el
universo, todo nace o aparece dentro de un proceso en el que el Espíritu
Absoluto o Dios se “somete” a sí mismo a un Plan de Involución-Evolución
que comienza en un “desaparecer” (involución) de Él (Conciencia-Energía-Sabiduría-Amor)
aunque aparentemente en lo que sería la expresión más primitiva de la materia
como unidad en primer lugar, para desde allí progresiva y escalonadamente
(evolución) volverse a reencontrar en la conciencia despierta de sí como
totalidad. Y esto lo hace a través de todos los “reinos” de la naturaleza, en
todos sus niveles y gradaciones, sin exclusión de ninguno de ellos. Y por lo
tanto, también allí en la materia menos organizada y desarrollada, más
primitiva y elemental, más simple e inconsciente, e incluso en ocasiones más
oscura, se encuentra, para desde allí evolucionar. Porque como muy bien lo
expresa el gran sabio y místico Sri
Aurobindo:
“La
involución de un espíritu supraconsciente en la materia inconsciente, es el
secreto de este mundo visible y aparente y la evolución de este supraconsciente
a partir de la naturaleza inconsciente es la clave del enigma de la Tierra. La
vida terrestre es la morada que ha elegido para sí misma una gran Divinidad; a
través de los eones, su voluntad es transformar esta cárcel ciega en una
residencia espléndida y en un templo que se eleve hasta el cielo….El largo
proceso de formación y de creación terrestre, el milagro ambiguo de la vida, la
lucha de la mente por nacer y crecer dentro de una vasta Ignorancia aparente, para reinar como intérprete, creadora y señora, los signos de
un algo más grande que sobrepasa la maravilla finita de la mente y se encamina
hacia las maravillas infinitas del espíritu, no son el resultado pasajero,
fortuito y vacío de sentido de algún Azar cósmico con su enorme combinación de
coincidencias; no son el juego fortuito de alguna fuerza material y ciega. Estas
cosas existen porque un principio eterno y divino está disimulado en la energía
y en la forma de la Materia…Debido a que ese Espíritu infinito y eterna
Divinidad está disimulada aquí abajo en el proceso de la naturaleza material,
la evolución de un poder más allá de la mente, no es solamente posible sino
inevitable…”
5.-
Y puesto que en todo, sin excepción, ese Espíritu se halla al principio aparentemente perdido, pero no por ello menos
presente y real, es lógico decir que: el
universo tiene un alma, las galaxias también, y las estrellas y los planetas, así
como la estructura de los minerales, las moléculas del agua y todo cuanto
existe. Aparentemente las cosas en un nivel parecen constituidas por
“materia muerta”, “mundo inanimado” decimos para referirnos a los minerales,
las ocas, etc…, pero eso no es verdad, no es así, la materia muerta como tal no
existe, todo es vida, y sólo una ilusión errónea apoyada por una falsa idea de
lo que es la vida que nos impide captar el fondo de la realidad, nos hace pensar
de esa manera. Las moléculas del agua están viva y reacciona ante nuestros
pensamientos, un copo de nieve también, y lo mismo le pasa a una planta.
6.- En realidad
cuando nosotros hablamos de evolución nos estamos refiriendo a un tipo de evolución
espiritual, según la cual la conciencia, la inteligencia, el amor y el poder
interior de los seres progresivamente va creciendo y tomando más y más
conciencia de sí. Así es como ocurre la evolución
de las almas en el paso de uno a los siguientes estadios, hasta su nivel máximo
de conciencia que para nosotros sucede dentro de la humanidad en la que el ser humano es capaz
al fin de llegar a autoconcienciar su identidad con el Origen y la Fuente.
Diríamos, por lo tanto, y retomando lo dicho
hasta aquí, que el largo camino recorrido desde las primeras expresiones “álmicas”
en las antesalas de la materia, llega a su punto máximo evolutivo en la expresión
del alma humana que ha evolucionado hasta reconocerse en el “Yo Soy Uno en Dios”.
Eso es la expresión suprema dentro de nuestra presente humanidad de la evolución
del alma individual. (No obstante sabemos que se puede ir más allá, evolucionando
hacia el alma supramental y…, pero quedémonos aquí en nuestro análisis.)
7.- Ahora bien,
si evolucionamos como almas individuales, no es menos cierto también que
nacemos, vivimos, evolucionamos también y
crecemos como almas grupales o colectivas. Existe el alma de grupo, existe
el alma de un pueblo, de una raza, de una nación, de un planeta, ..y más allá.
Y esto no se trata de una forma más o menos poética o romántica de analizar los
movimientos y grupos sociales, sino que se basa en algo real, es decir una
misma energía, inteligencia, voluntad y amor que los cohesiona. Una nación no
es una expresión casual de acontecimientos fortuitos y de personas que se han
agrupado sin ton ni son. Existe una fuerza-inteligencia y voluntad común que a
su vez tiene que ver con el propósito de cada alma individual que allí está
presente que cohesiona a un pueblo, una sociedad o a una nación. Eso no los
hace superiores ni mejores o peores que a otros, y menos aún los excluye de los
demás, pues, también, a su vez todo grupo social, particular o nacional se
agrupa en unidades aún mayores en las que se integran como la del Planeta Tierra,
y así sucesivamente. Nada hay independiente de nada y todo está a la vez
presente en todo. Nos realizamos como almas-individuos, pero también nos
realizamos y crecemos como almas colectivas, y cada individuo con su
crecimiento contribuye al crecimiento del conjunto.
8.- Volviendo de
nuevo a Aurobindo, el cual
profundiza en el significado y la realidad del alma nacional, leemos: “…el
indivíduo no es simplemente una efímera criatura física, una forma mental y y
corporal que se integra y se desintegra, sino un ser, un poder viviente de la Verdad
eterna, un espíritu que se manifiesta. Análogamente, la ley suprema y el objeto
primordial de toda sociedad, comunidad o nación, es la búsqueda de su propia
realización; cada ente colectivo se esfuerza legítimamente, por descubrir su
propia realidad, por percibir en su interior la ley y el poder de su propio ser
y llevar a término su consumación y su manifestación del modo más perfecto
posible…por vivir su propia vida que se irá autorrevelando. La razón es la
misma; pues el ente colectivo es, también, un ser, un poder viviente de la Verdad
eterna, una manifestación del Espíritu cósmico…
La
nación o la sociedad, como el individuo, tiene cuerpo, una vida orgánica, un
temperamento estético y moral, una mente en proceso de desarrollo, y, detrás de
todos estos signos y facultades, un alma para la cual estos existen”. (Aurobindo, “El
ciclo humano”)
9.- Hay un alma y una conciencia nacional, un alma
y una conciencia planetaria, un alma y una conciencia galáctica, un alma y una
conciencia universal, del mismo modo en que también existen un alma y una
conciencia del mundo mineral, del mundo vegetal, del mundo animal y, por
supuesto de la humanidad como tal. Evidentemente podríamos alargarnos mucho
más en este análisis y entrar en detalles que nos señalarían el alma de tal o
cual grupo de animales, de plantas o minerales, etc…Pero permitamos que sea la
intuición nuestra gran amiga y compañera la que ahora nos acompañe y nos guíe por
este amplio universo de ricas y múltiples alma colectivas. Todo, en cualquier
caso, lo que nos confirma es que la existencia es un hervidero de vida y de conciencia
organizadas de infinitas maneras, vida más o menos consciente, más o menos
despierta, más o menos patente pero vida. Para los místicos esto siempre fue
evidente, contamos, no obstante, con que para los físicos lo va siendo; de
hecho existen experimentos muy notables que demuestran o sugieren que esto es
así, como es el caso de los ejemplos que mostraremos en el apartado siguiente.
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