lunes, 11 de septiembre de 2017

EL ALMA Y LA CONCIENCIA DE LAS COSAS

1.- Si tuviésemos que fijarnos en dos palabras que por su importancia dieran el sentido a toda la investigación que estamos haciendo a lo largo de estas páginas y, cómo no decirlo, que sean también el eje y explicación de la existencia para quien esto escribe, esas dos palabras serían sin dudarlo ni un sólo instante: “alma” y “Dios”. Y si, del mismo modo, se nos pidiera que fuese sólo una, sin pestañear  diríamos con la misma rotundidad que “Dios”. Precisamente por ello y, además, por lo muy utilizadas que han sido y son, con sentidos no siempre idénticos ni con igual valor, o con interpretaciones que a nuestro modo de ver se ajustan muy poco a la realidad hacia la que señalan, es por lo que vamos a dedicar esta última parte del libro a reflexionar, intuir y meditar sobre ellas, tratando de concretar y de algún modo delimitar el significado que para nosotros tienen.
2.- Señalemos en primer lugar que el materialismo en sus distintas versiones, que siempre basó el valor de sus apreciaciones en el testimonio ofrecido por los cinco sentidos como garantía de verdad y de realidad, cada vez más y como resultado de los avances de la nueva ciencia (Einstein, Planck, Schrödinger, Laszlo, Pribram, Sheldrake, Bohm, Gostwami, etc…) y de los muchos testimonios que tienen que ver con la expansión de conciencia (experiencias cercanas a la muerte, telepatía, desdoblamiento astral, percepción extrasensorial, etc.) empieza a perder  solidez y ya hace agua por muchas partes.
Ese materialismo que niega realidad a todo lo que no sea físico ha dejado de ser, a nuestro modo de ver, una opción realmente inteligente y difícil de sostener, tal es la cantidad de manifestaciones que vemos en los seres vivos y especialmente en el ser humano, así como de requisitos que se necesitan para entender el fundamento de la existencia y del universo que si no fuera con el recurso a algo no material no serían explicables, tal y como ya hemos mostrado y explicado a lo largo de estas páginas.
Así pues, a todas luces el fundamento de la materia es menos material de lo que se creía y todo sugiere, también a los científicos abiertos como en su lugar señalamos, la existencia de un nivel “previo” en el que ya no encaja la idea exclusiva de lo físico como única realidad explicativa de la existencia.
3.- Nosotros a ese supuesto que no es aprehensible por los cinco sentidos le llamamos “realidad espiritual” o “espacio espiritual”, y su fundamento es el Espíritu, Dios, el Ser o la Realidad Una,  que es el verdadero motor, fundamento, origen, causa y sentido de todo, y más allá de lo cual no hay nada. Pues bien, Eso es precisamente lo que le da existencia, consistencia y continuidad a todos los cuerpos, hasta tal punto de que nada hay de cuanto existe que no haya salido de ese Foco espiritual, sea cual sea el nivel de realidad del que estemos hablando, y por lo tanto también el material.
Si el Origen del que todo nace, como ya vimos en su momento, no puede ser otro que Dios, el Ser, Brahman, Campo cero o como se le quiera llamar, la fuerza, la sabiduría y la voluntad o el amor que son los tres elementos que dan integridad, consistencia y unidad identitaria a cada elemento de la Naturaleza, a eso  le llamamos alma, el alma o ser de las cosas. Cuando algo pierde su alma se disgrega, muere, deja de existir. Así de simple.
 Es su “alma”, esa instancia “anterior”, espiritual o cuántica si se le quiere también llamar así, lo que da vida, configura o anima cuanto existe. El alma de las cosas es su verdadera realidad, de la que la otra, la captada por los sentidos físicos, la material es su contraparte externa, algo así como su doble, la réplica condensada que le permite funcionar, ser localizada y cumplir en el mundo físico y tridimensional el papel para el que fue concebida y creada. La verdadera alma de las cosas es como hemos dicho: la consciencia, el pensamiento, la voluntad y el deseo que habiéndolas creado las mantiene en su existencia. Todo tiene un alma y esa alma transpira, nos llega, resuena con nosotros que somos, a la vez también almas.
4.- Nada es fortuito ni por azar en el universo, todo nace o aparece dentro de un proceso en el que el Espíritu Absoluto o Dios se “somete” a sí mismo a un Plan de Involución-Evolución que comienza en un “desaparecer” (involución) de Él (Conciencia-Energía-Sabiduría-Amor) aunque aparentemente en lo que sería la expresión más primitiva de la materia como unidad en primer lugar, para desde allí progresiva y escalonadamente (evolución) volverse a reencontrar en la conciencia despierta de sí como totalidad. Y esto lo hace a través de todos los “reinos” de la naturaleza, en todos sus niveles y gradaciones, sin exclusión de ninguno de ellos. Y por lo tanto, también allí en la materia menos organizada y desarrollada, más primitiva y elemental, más simple e inconsciente, e incluso en ocasiones más oscura, se encuentra, para desde allí evolucionar. Porque como muy bien lo expresa el gran sabio y místico Sri Aurobindo:
“La involución de un espíritu supraconsciente en la materia inconsciente, es el secreto de este mundo visible y aparente y la evolución de este supraconsciente a partir de la naturaleza inconsciente es la clave del enigma de la Tierra. La vida terrestre es la morada que ha elegido para sí misma una gran Divinidad; a través de los eones, su voluntad es transformar esta cárcel ciega en una residencia espléndida y en un templo que se eleve hasta el cielo….El largo proceso de formación y de creación terrestre, el milagro ambiguo de la vida, la lucha de la mente por nacer y crecer dentro de una vasta Ignorancia aparente, para reinar como intérprete, creadora y señora, los signos de un algo más grande que sobrepasa la maravilla finita de la mente y se encamina hacia las maravillas infinitas del espíritu, no son el resultado pasajero, fortuito y vacío de sentido de algún Azar cósmico con su enorme combinación de coincidencias; no son el juego fortuito de alguna fuerza material y ciega. Estas cosas existen porque un principio eterno y divino está disimulado en la energía y en la forma de la Materia…Debido a que ese Espíritu infinito y eterna Divinidad está disimulada aquí abajo en el proceso de la naturaleza material, la evolución de un poder más allá de la mente, no es solamente posible sino inevitable…”
5.- Y puesto que en todo, sin excepción, ese Espíritu se halla al principio  aparentemente perdido, pero no por ello menos presente y real, es lógico decir que: el universo tiene un alma, las galaxias también, y las estrellas y los planetas, así como la estructura de los minerales, las moléculas del agua y todo cuanto existe. Aparentemente las cosas en un nivel parecen constituidas por “materia muerta”, “mundo inanimado” decimos para referirnos a los minerales, las ocas, etc…, pero eso no es verdad, no es así, la materia muerta como tal no existe, todo es vida, y sólo una ilusión errónea apoyada por una falsa idea de lo que es la vida que nos impide captar el fondo de la realidad, nos hace pensar de esa manera. Las moléculas del agua están viva y reacciona ante nuestros pensamientos, un copo de nieve también, y lo mismo le pasa a una planta.
6.- En realidad cuando nosotros hablamos de evolución nos estamos refiriendo a un tipo de evolución espiritual, según la cual la conciencia, la inteligencia, el amor y el poder interior de los seres progresivamente va creciendo y tomando más y más conciencia de sí. Así es como ocurre la evolución de las almas en el paso de uno a los siguientes estadios, hasta su nivel máximo de conciencia que para nosotros sucede dentro de  la humanidad en la que el ser humano es capaz al fin de llegar a autoconcienciar su identidad con el Origen y la Fuente.
 Diríamos, por lo tanto, y retomando lo dicho hasta aquí, que el largo camino recorrido desde las primeras expresiones “álmicas” en las antesalas de la materia, llega a su punto máximo evolutivo en la expresión del alma humana que ha evolucionado hasta reconocerse en el “Yo Soy Uno en Dios”. Eso es la expresión suprema dentro de nuestra presente humanidad de la evolución del alma individual. (No obstante sabemos que se puede ir más allá, evolucionando hacia el alma supramental y…, pero quedémonos aquí en nuestro análisis.)
7.- Ahora bien, si evolucionamos como almas individuales, no es menos cierto también que nacemos, vivimos, evolucionamos también y crecemos como almas grupales o colectivas. Existe el alma de grupo, existe el alma de un pueblo, de una raza, de una nación, de un planeta, ..y más allá. Y esto no se trata de una forma más o menos poética o romántica de analizar los movimientos y grupos sociales, sino que se basa en algo real, es decir una misma energía, inteligencia, voluntad y amor que los cohesiona. Una nación no es una expresión casual de acontecimientos fortuitos y de personas que se han agrupado sin ton ni son. Existe una fuerza-inteligencia y voluntad común que a su vez tiene que ver con el propósito de cada alma individual que allí está presente que cohesiona a un pueblo, una sociedad o a una nación. Eso no los hace superiores ni mejores o peores que a otros, y menos aún los excluye de los demás, pues, también, a su vez todo grupo social, particular o nacional se agrupa en unidades aún mayores en las que se integran como la del Planeta Tierra, y así sucesivamente. Nada hay independiente de nada y todo está a la vez presente en todo. Nos realizamos como almas-individuos, pero también nos realizamos y crecemos como almas colectivas, y cada individuo con su crecimiento contribuye al crecimiento del conjunto.
8.- Volviendo de nuevo a Aurobindo, el cual profundiza en el significado y la realidad del alma nacional, leemos: “…el indivíduo no es simplemente una efímera criatura física, una forma mental y y corporal que se integra y se desintegra, sino un ser, un poder viviente de la Verdad eterna, un espíritu que se manifiesta. Análogamente, la ley suprema y el objeto primordial de toda sociedad, comunidad o nación, es la búsqueda de su propia realización; cada ente colectivo se esfuerza legítimamente, por descubrir su propia realidad, por percibir en su interior la ley y el poder de su propio ser y llevar a término su consumación y su manifestación del modo más perfecto posible…por vivir su propia vida que se irá autorrevelando. La razón es la misma; pues el ente colectivo es, también, un ser, un poder viviente de la Verdad eterna, una manifestación del Espíritu cósmico…
La nación o la sociedad, como el individuo, tiene cuerpo, una vida orgánica, un temperamento estético y moral, una mente en proceso de desarrollo, y, detrás de todos estos signos y facultades, un alma para la cual estos existen”. (Aurobindo, “El ciclo humano”)

9.- Hay un alma y una conciencia nacional, un alma y una conciencia planetaria, un alma y una conciencia galáctica, un alma y una conciencia universal, del mismo modo en que también existen un alma y una conciencia del mundo mineral, del mundo vegetal, del mundo animal y, por supuesto de la humanidad como tal. Evidentemente podríamos alargarnos mucho más en este análisis y entrar en detalles que nos señalarían el alma de tal o cual grupo de animales, de plantas o minerales, etc…Pero permitamos que sea la intuición nuestra gran amiga y compañera la que ahora nos acompañe y nos guíe por este amplio universo de ricas y múltiples alma colectivas. Todo, en cualquier caso, lo que nos confirma es que la existencia es un hervidero de vida y de conciencia organizadas de infinitas maneras, vida más o menos consciente, más o menos despierta, más o menos patente pero vida. Para los místicos esto siempre fue evidente, contamos, no obstante, con que para los físicos lo va siendo; de hecho existen experimentos muy notables que demuestran o sugieren que esto es así, como es el caso de los ejemplos que mostraremos en el apartado siguiente.

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