martes, 12 de septiembre de 2017

Los animales tienen (son) alma(s), evidentemente.

1.-Esta afirmación que hago, la de que los animales tiene un alma, o de que en realidad son almas debe de tener algún respaldo de peso que la avale, pues de lo contrario no dejaría de ser un gratuito brindis al sol, una frase más o menos bonita y evidentemente arriesgada a la luz de cómo algunos los tratan o de lo que generalmente se dice o piensa de ellos. Los humanos tenemos estas cosas, nos cuesta reconocer la verdad de todo aquello que no esté respaldado por los cinco sentidos físicos, de ahí nuestro escepticismo hacia todo lo espiritual. A veces nuestra ceguera y prejuicios son tan grandes que como ha ocurrido en la historia de nuestra humanidad, se llegó incluso a decir en un tiempo que la gente de color, o sea, los de raza negra no poseían alma, y ya en el colmo de la locura hasta algunos creyeron que las mujeres tampoco. Hoy evidentemente nos sonrojamos de sólo pensar que hayamos podido creer semejantes barbaridades.
Pero quedan aún muros que tumbar, murallas que derribar y falsa ideas que desmontar: una de ellas, que ya resulta muy urgente e imprescindible derruir es la de creer que los animales carecen de alma, ( tendremos que conseguir lo mismo respecto a lo que se cree de las plantas, los minerales, y más cosas)
Por cierto, uno no es vidente, ni médium, ni ha tenido ninguna clase de revelación particular, ni posee algún poder o facultad especial para poder decir en virtud de esos “méritos” que esto que decimos es rotundamente así. No es necesario contar con semejantes avales para saber esto y poder afirmarlo con absoluto convencimiento. Entonces, ¿con qué apoyo cuenta uno para decir esto? Todo resulta más sencillo y lógico de lo que parece ser o nos podemos imaginar. Es cuestión de soltar un poco los viejos prejuicios, las consabidas posiciones racionalistas, y permitirnos hacer un poco de silencio en nuestro corazón para que sea él y no nuestra cabeza la que hable, se trata, en definitiva, de permitirnos mirar limpiamente y, sobre todo, sentir, para a continuación, expresar las grandes verdades que se experimentan desde la vida/conciencia/alma que somos: en primer lugar: todo es Vida y sólo la vida es real; en segundo lugar: toda forma de vida se sostiene gracias a un foco de conciencia-energía particular y única que la necesita como instrumento a su medida en función de los fines que pretende conseguir.
2.-Pues bien, ese foco de conciencia-energía no es otro que el alma de los seres, del tipo y clase que sean. ¿Alguien con una mínima dosis de intuición puede decir después de esto que los animales no poseen alma? A nuestro entender la respuesta sería que no, pero algunos o lo rechazan sin paliativos o se resisten a aceptarlo. Sólo es cosa de tiempo que se produzca el deseado cambio de visión.
Pues bien, ese foco no es otro que el alma. Y esto, que es tan evidente y sencillo de entender o se ve o no se ve, o te abres a ello o te cierras, así de simple. Mientras tanto podemos perdernos en interminables discusiones, razonamientos y disquisiciones más o menos útiles. Pero la evidencia se encuentra ahí, a nuestro alcance, delante de nosotros.
 Esto es todo. Claro que, si partimos de que nuestro sentir no vale para nada, que nuestro corazón sólo recurre a fantasías, que sólo los razonamientos mentales nos ofrecen certezas, y que más allá de los órganos corporales y la materia nada existe, pues ni el encabezamiento de este escrito tendrá sentido, ni tampoco nada de lo dicho, ni, por supuesto, de lo que a continuación desarrollemos.
Quien esto escribe, es verdad que ya parte de un hecho, porque sí, porque lo creo, porque lo siento o simplemente porque lo sé, nosotros mismos no es que tengamos un alma, sino que somos un alma, y lo que tenemos es un cuerpo. Esto lo sabemos y con absoluta certeza. Lo sabemos a resultas del contacto mismo directo (que todos tenemos por cierto) con la realidad que se siente. No surge como resultado de un me lo han dicho, lo creo, lo pienso o lo he deducido, nada que venga, por lo tanto, vía indirecta, sino de forma inmediata y sin intermediarios, ni siquiera el mental. Mi ser se halla como todos los seres en el Campo Único de realidad que nos iguala y por el cual nos es posible sintonizarnos y resonar unos con otros. De ese Campo en que somos proviene nuestro saber y nuestra certeza.
3.- La ignorancia sobre ese Fondo es la que nos ha llevado a establecer esa fractura y separación tan grande, injusta e irreal entre nosotros los humanos y los animales, y entre nosotros y la naturaleza en general, a los que en consecuencia hemos tratado, no precisamente por maldad, sino fundamentalmente por ignorancia y falta de sensibilidad, como meros objetos, material para nuestro alimento, y mascotas para nuestro exclusivo disfrute y  diversión, llegándolos en no pocos casos a torturar, esclavizar y someter a cantidad de sufrimiento, e incluso a matar por diversión, y todo porque son, hemos pensado: meros animales.
Pero hoy sabemos de muchas maneras y así nos va llegando cada vez más, que ellos sienten, sufren, tienen sentimientos y conciencia, también deseos y emociones, en su nivel y dentro de su especie como no podía ser de otro modo, pero esencialmente como nosotros. Véase si no el testimonio tan importante, lúcido y real que nos ofrece Laila del Monte, pero digamos antes que nada de ella que, como nos cuenta, ya de muy pequeña sentía y sabía lo que los animales con los que se encontraba pensaban y querían así como también lo que les estaba pasando, sus preocupaciones y temores, sus deseos y sufrimientos, igual como sus alegrías.
Esto ella lo experimentaba con total naturalidad, creyendo que es lo que a todos les pasaba, luego cuando se dio cuenta de que no era así lo fue callando, con los caballos sentía una conexión muy especial lo que le hizo prometerse desde muy pequeñita que se dedicaría toda su vida a su cuidado. Y esto es lo que hoy con ellos y los demás animales, a la vez que facilita el entendimiento de sus cuidadores hacia ellos. En su precioso libro “Comunicarse con los animales” muestra cómo podemos conectarnos con ellos y saber sobre sus sentimientos y pensamientos a partir de nuestra intuición profunda que es el mejor camino para establecer comunicación con cualquier ser.
4.- De hecho, según Laila comunicarse con los animales implica “la capacidad de proyectar el espíritu hacia el espíritu de ellos, y así recibir sus pensamientos, imágenes, sensaciones emocionales o psíquicas que me ayuda a entender quién es el animal…, se puede hacer esto porque ellos como nosotros tiene conciencia, tienen emociones y tienen pensamientos…La única forma de entender completamente a una persona es sentirse como él, y lo mismo pasa con un animal, dándose cuenta de que no hay mucha diferencia, y cuando esto uno lo entiende profundamente dentro de las células de uno mismo, uno se da cuenta de que los animales son seres vivientes…que son una extensión de nosotros mismos, de nuestra conciencia, y por eso les debemos respeto, quererlo, y de este modo podemos hacer muchos cambios en lo que está pasando en el planeta Tierra.
Hay que tener muy presente que un animal no es un ser humano, es un animal, entonces hay que respetar quien es él, con sus instintos, sus necesidades, vivencias, necesidad de seguridad sobre todo…Es un ser distinto a nosotros aunque sea una extensión de nuestra conciencia, entonces hay que tratarlo por quién es él, sin tratar de cambiarlo por un ser humano ni por ninguna otra cosa, hay que respetarlo en su condición de animal, y sobre todo no decidiendo por él lo que quiere hacer ni lo que se tiene o se puede hacer con él, hay que tener una mor incondicional hacia ellos. No somos sus amos, ni siquiera sus maestros, lo que me gusta decir es que somos sus guardianes”
5.- No menos interesante y revelador es su otro libro más reciente titulado precisamente “La muerte de los animales”, en donde se habla del proceso de abandono del  cuerpo, su vida más allá y la posibilidad de conexión y comunicación con ellos una vez que han partido.
Como nos cuenta Laila en una de las muchas entrevistas que se le han hecho “la muerte es un pasaje a otra dimensión, nada más, es algo bastante sencillo…lo que he experimentado es que vamos a otro lado, a otra dimensión y luego nos integramos a la frecuencia que nos corresponde…Todo lo que yo he experimentado era de mucha belleza, de mucho amor, de mucha compasión…, nada, pues, que justifique el miedo, aunque entiendo muy bien la emociones…, y de hecho cuando muere un animal al que quiero lloro y lloro por la pérdida del ser amado, de ese ser con ese amor tan incondicional.
El animal es plenamente consciente del momento en que se va a ir, y por eso muchas veces dice adiós, hay cosas que puede hacer para decir adiós a las personas, a veces hasta bastante antes…es una decisión del alma del animal decir cuando tiene que partir. Y una vez que parten, los animales vana otra dimensión, a un sitio de reposo (que es lo que se me ha dado ver), de una belleza y una luz impresionantes, una belleza inmensamente superior a cualquiera de los lugares más bellos que conocemos aquí en la Tierra, y hay seres que les ayudan a recuperarse…Luego van a otra frecuencia que es la que les corresponde (que por el momento no se me ha dado ver, tal vez dentro de unos cinco años…)”
Señalemos, por lo demás que no son pocos los testimonios de personas que han podido mantener ese contacto póstumo con ellos, como sentir la presencia e incluso verlos a sus perros después de que partieran hacia otros planos de realidad en una vida que no termina con la del cuerpo físico.
6.- Dentro de la misma línea sobre la comprensión del mundo interior de los animales, la muerte y cómo la experimentan, así como el más allá, contamos con el libro escrito por los autores Miguel Pedrero y Carlos G. Fernandez bajo el título “Nos veremos en el cielo” donde se exponen muchos casos de manifestaciones de nuestras mascotas después de que hayan dejado nuestro mundo, junto a psicofonías grabadas que atestiguan su pervivencia después de esta vida, y donde se muestran además investigaciones que evidencian  que los animales sienten amor, odio, son solidarios e inteligentes, distinguen entre el bien y el mal, tienen conductas que hacen pensar en la espiritualidad, experimentan alguna clase de éxtasis de tipo místico, etc.
No hay que olvidar tampoco, por el valor testimonial que tiene dada la personalidad de quien lo dice, lo que Jane Goodall la famosa etóloga inglesa, considerada la mayor autoridad mundial en el estudio de los chimpancés, afirmaba sin rodeos acerca de ellos: “tienen emociones, ética y moral de grupo”. Esas conductas evidentemente son las propias de alguien del que no se puede pensar que no tenga, o mejor dicho, no sea, un alma, que es lo que les ocurre a los animales aunque su desarrollo evolutivo sea menor. También esta cuestión es tratada abierta y directamente por el conocido escritor Daniel Meurois que dominando como pocos la técnica del viaje astral y sintonizando con una habilidad que impresiona, con la vida y el sentir no sólo de los humanos de este y otros tiempos sino de los mismos animales, entra en esta ocasión en contacto ( y lo narra en su libro “El alma de los animales”) con el alma de un perro, Tomy, que es el que le sirve de hilo conductor para hablar de sus sentimientos, de lo que piensa y de cómo experimenta su existencia.
7.- Lo bien cierto, en cualquier caso, es que primatólogos, biólogos y zoólogos han podido constatar a la luz de sus investigaciones que la visión que hemos tenido de los animales, así como el trato que les hemos dado y continuamos dándoles en demasiadas ocasiones no hacen sino confirmar la barbarie en que aún vivimos y que según muchos de ellos convierten a los actuales mataderos en auténticos campos de exterminio como en otro tiempo lo fueron los de Auswits o Mauthausen, y a muchos zoos en verdaderas cárceles, sin contar con muchas de las formas de maltrato animal que aún nuestra ignorancia como mínimo, o crueldad en ocasiones, es capaz de elevar a la categoría de acto cultural u obra de arte cosas como las famosas corridas de toros, en donde es la voluntad y el egoísmo del ser humano lo que se sobrepone por encima de todo a los deseos, sentimientos y sufrimiento del animal.
 ¿Quieren estos animales ser sacrificados y utilizados como lo son?, ¿nos importa saberlo? ¿Y si de verdad ellos estuvieran sintiendo día a día cosas parecidas a las que muchas personas experimentaron en otro tiempo cuando iban a ser vilmente torturados? Yo no deseo criminalizar a nadie, incluso creo en la buena fe de la mayoría de los que intervienen en este tipo de acciones, y pienso convencido, como ya he dicho, que es ignorancia lo que permite que cierto tipo de conductas con los animales se mantengan. Pero esa ignorancia no quita para nada el hecho muy real del sufrimiento, ni la degradación que este tipo de conductas suponen para los que las realizan. Ya va siendo hora de que nos demos cuenta de ello. Tal vez pensando en todo esto el filósofo Shopenhauer dijo aquello de que “el hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales”, y posiblemente sea así en muchos casos.
8.- De todos modos, existen por suerte, además de todo cuanto hemos dicho, investigaciones muy interesantes que elevando nuestra conciencia resquebrajan las viejas concepciones que teníamos sobre el mundo animal. Esto es lo que ocurre por ejemplo con un experimento realizado por el prestigioso psiquiatra español Dr. Gaona en el que trataba de comprobar y mostrar hasta qué punto la mente puede influir sobre la materia. Este experimento (que se explica en su libro “El límite” (La esfera de los libros, 2016)) se realiza con un aparato llamado GNA cuyo funcionamiento está basado en determinados procesos cuánticos y que sustituye a los EEG. Pues bien, tal y como explica Gaona, el aparato se instaló adecuadamente sobre la cámara que desprende dióxido de carbono en un matadero de cerdos donde los animales como se puede suponer experimentan situaciones de estrés, sensación de peligro y sufrimiento muy claras.
Como era de esperar y bajo una situación muy exhaustiva de control en el desarrollo de la prueba tal y como el Dr. explica, (hora exacta de apertura del matadero, número de animales sacrificados por segundo, duración de cada parada técnica, etc..), a las dos semanas en que duró el experimento el GNA reflejó las importantes diferencias que había entre los cero y los unos que indicaban la incidencia de las reacciones de los animales cuando el matadero estaba en funcionamiento y cuando no había actividad. Hasta ahí todo normal, y el experimento aportó aquello para lo que se había destinado.
Pero lo que desconcertó al Dr. Gaona y a sus acompañantes tal y como él mismo cuenta es que “pudimos observar algo que nos sorprendió sobremanera: muchas noches, de madrugada, el aparato registraba grandes oscilaciones, cuyo origen nos ha proporcionado grandes dolores de cabeza, por el esfuerzo para conocer la causa”. No es para menos, y en especial tratándose de un espacio controlado para que la investigación fuese del todo fiable. Entonces, reflexionando sobre esto resulta altamente sugerente la pregunta que a propósito de ello se hace el investigador Miguel Pedrero: “¿acaso las conciencias o las almas de los animales sacrificados seguían existiendo e influenciaban de algún modo al GNA” Lógica no le falta para pensar así y como posibilidad ahí está; en cualquier caso, y a juzgar por muchos de los experimentos que en este campo se han realizado, como por ejemplo los del pionero Dr.Cleve Backster con el polígrafo y las gráficas totalmente alteradas que registraba una vez que amenazaba con una cerilla la quema de una planta o de cualquier otro ser vivo, así como los experimentos del Dr. Masaru Emoto con la influencia de las etiquetas en el envasado del agua que pueden cambiar las estructuras moleculares de la misma, tal y como narramos en escritos anteriores, y a la luz de cuanto nos ha transmitido la sensitiva Laila del Monte, nos parece más que pertinente y sobre todo bien enfocada la pregunta que se hace el excelente investigador Pedrero.




                                    

No hay comentarios:

Publicar un comentario