Recuerdo
cómo, una vez, en mitad de la noche me desperté mientras que con emocionada intensidad
y mucho entusiasmo decía y repetía a modo de quien está expresando un eureka o un
lo descubrí, la siguiente frase: “Dios es Dios, Dios es Dios…”, era la expresión
contundente y clara de haber caído en la cuenta por primera vez de algo no por
evidente menos cargado de significado y sentido, de algo, además, que no se podía
en modo alguno traducir en ideas, palabras ni conceptos. “Eso es Eso” dicen los vedantines. Y yo allí
estaba, diciendo enfáticamente justo lo mismo, lo equivalente: “Dios es Dios”.
Podría haber dicho también perfectamente “el Ser es el Ser”.
Lo que yo decía era mucho más que una evidencia, o una
tautología, como lo son afirmar de una manzana que es una manzana, de un libro
que es un libro o de una silla que es una silla. Lo que yo expresaba, en
cambio, era más que todo eso, ya que estaba señalando otro nivel de comprensión
desde el cual me pronunciaba, y así lo estaba reflejando muy bien la emoción
con que lo manifestaba. Aquello, lo que decía, partía de un saber profundamente
sentido, no intelectual, no mental.
Porque,
en algún momento de mi sueño yo había “visto” o sabido, por dentro o desde
dentro la realidad de algo con lo que había conectado directamente, o sea, de
ser a ser. Sucedió que todo yo, había experimentado más que entendido, y desde un
lugar de mi alma, tal vez el más elevado de ella, la esencia del ser de Dios,
de Lo Que Es. Y lo expresaba con la única forma posible a mi alcance: Eso es
Eso, Dios es Dios o el Ser es el Ser.
Si
has experimentado el ser de algo te das cuenta enseguida de que eso no tiene
equivalente alguno con que expresarlo, ya que no existen palabras, ni siquiera
alegorías, ni metáforas que lo concreten o definan, a pesar de tus infructuosos
intentos por hacerlo. Simplemente: Aquello es Aquello, Eso es Eso, Dios es
Dios.
Alguien
que haya podido sentir desde dentro mismo de lo experimentado, lo que es la
Vida, la Pura Existencia, Lo Real En Sí, sabrá muy bien que eso no tiene traducción
posible, ni vía formal de comunicación. De ahí, lo acertado de la expresión Eso
es Eso. Uno podrá intentar que otro lo entienda con un “es como si..” o con fórmulas
parecidas, pero ninguna de ellas dirá demasiado, a lo sumo despertará o estimulará
la intuición del que oye. Y es que: la Vida es la Vida, el Ser es el Ser y Dios
es Dios. ¿Qué más se puede decir?
Cualquier persona atenta a los “insight” (una especie de
ver instantáneo) interiores, sabe de sobra que no se puede expresar esto que
decimos si no va acompañado de una comprensión-vivencia interior del Ser, de la
Realidad, de Dios.
Digamos
que aquella noche, en mitad del sueño y por paradójico que parezca, se había
producido el hecho según el cual, la mismidad de uno, su ser, se estaba dando
cuenta de lo que la Mismidad del Ser (Dios) es. Y esto sólo puede suceder
porque ambas mismidades, la del ser individual y la del Ser Absoluto se hallan
correlacionadas, y más que eso, porque en definitiva son el mismo ser.
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