martes, 24 de octubre de 2017

Una manzana es una manzana, Dios es Dios y el Ser es el Ser.


          Recuerdo cómo, una vez, en mitad de la noche me desperté mientras que con emocionada intensidad y mucho entusiasmo decía y repetía a modo de quien está expresando un eureka o un lo descubrí, la siguiente frase: “Dios es Dios, Dios es Dios…”, era la expresión contundente y clara de haber caído en la cuenta por primera vez de algo no por evidente menos cargado de significado y sentido, de algo, además, que no se podía en modo alguno traducir en ideas, palabras ni conceptos.  “Eso es Eso” dicen los vedantines. Y yo allí estaba, diciendo enfáticamente justo lo mismo, lo equivalente: “Dios es Dios”. Podría haber dicho también perfectamente “el Ser es el Ser”.
            Lo que yo decía era mucho más que una evidencia, o una tautología, como lo son afirmar de una manzana que es una manzana, de un libro que es un libro o de una silla que es una silla. Lo que yo expresaba, en cambio, era más que todo eso, ya que estaba señalando otro nivel de comprensión desde el cual me pronunciaba, y así lo estaba reflejando muy bien la emoción con que lo manifestaba. Aquello, lo que decía, partía de un saber profundamente sentido, no intelectual, no mental.
Porque, en algún momento de mi sueño yo había “visto” o sabido, por dentro o desde dentro la realidad de algo con lo que había conectado directamente, o sea, de ser a ser. Sucedió que todo yo, había experimentado más que entendido, y desde un lugar de mi alma, tal vez el más elevado de ella, la esencia del ser de Dios, de Lo Que Es. Y lo expresaba con la única forma posible a mi alcance: Eso es Eso, Dios es Dios o el Ser es el Ser.
Si has experimentado el ser de algo te das cuenta enseguida de que eso no tiene equivalente alguno con que expresarlo, ya que no existen palabras, ni siquiera alegorías, ni metáforas que lo concreten o definan, a pesar de tus infructuosos intentos por hacerlo. Simplemente: Aquello es Aquello, Eso es Eso, Dios es Dios.
Alguien que haya podido sentir desde dentro mismo de lo experimentado, lo que es la Vida, la Pura Existencia, Lo Real En Sí, sabrá muy bien que eso no tiene traducción posible, ni vía formal de comunicación. De ahí, lo acertado de la expresión Eso es Eso. Uno podrá intentar que otro lo entienda con un “es como si..” o con fórmulas parecidas, pero ninguna de ellas dirá demasiado, a lo sumo despertará o estimulará la intuición del que oye. Y es que: la Vida es la Vida, el Ser es el Ser y Dios es Dios. ¿Qué más se puede decir?
            Cualquier persona atenta a los “insight” (una especie de ver instantáneo) interiores, sabe de sobra que no se puede expresar esto que decimos si no va acompañado de una comprensión-vivencia interior del Ser, de la Realidad, de Dios.   
Digamos que aquella noche, en mitad del sueño y por paradójico que parezca, se había producido el hecho según el cual, la mismidad de uno, su ser, se estaba dando cuenta de lo que la Mismidad del Ser (Dios) es. Y esto sólo puede suceder porque ambas mismidades, la del ser individual y la del Ser Absoluto se hallan correlacionadas, y más que eso, porque en definitiva son el mismo ser.

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