lunes, 21 de mayo de 2018

La vida encorsetada y condicionada.



            Unos lo viven aún así, otros lo pueden recordar, pero esta existencia no es algo que se mueve siempre dentro de un mismo parámetro en que todo se experimenta más o menos de la misma forma. A diferencia de las hormigas que si las observamos bien veremos que parecen estar moviéndose siempre de la misma manera, repitiendo los mismos patrones y comportándose de idéntica forma, cosa que seguramente hacían de idéntico modo sus antepasadas, los seres humanos tenemos otra dinámica bien distinta, aunque algunas veces pareciera a una mirada superficial que nos comportásemos como ellas.
            Decimos esto porque en una primera fase de nuestro crecimiento y evolución, da la sensación de que nuestra existencia es meramente mecánica, instintiva, rutinaria y es así porque vemos que lo que domina en ella son conductas muy simples, tan simples que están ligadas sobre todo a nuestra dimensión corporal y terrestre en cualquiera de sus facetas, como por ejemplo las de sobrevivir, protegernos, reproducirnos, rechazar todo lo que nos produce dolor y repetir o aferrarnos a aquello que nos ofrece la posibilidad de placer.
            Asociado a lo anterior vamos desarrollando poco a poco nuestra capacidad defensiva, de ataque y protección así como distintas formas de evidenciar y expresar poder con el fin de garantizar nuestro control sobre el medio en que nos movemos.
            Estas tres características autodefensa y protección de la vida, búsqueda de placer frente al dolor y desarrollo del poder frente al poder de los demás se convierten así en los pasos que acompañan a una existencia primitiva de la humanidad. Nosotros aquí no vamos a entrar en matizaciones sobre esto que estamos diciendo, y que podrían extenderse a tenor de lo que la antropología nos muestra. En cambio, lo que sí que nos interesa es tomar las líneas maestras de ese modo de ser y estar por lo que reflejan de conductas mantenidas y que se repiten arquetípicamente a lo largo  a lo largo del tiempo y de las existencias.
            Así, podemos constatar en los seres humanos de todos los tiempos y por lo tanto también de hoy actitudes, conducta y hábitos que están motivados esencialmente por la célebre expresión popular del “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Esto que parece tan simple y ordinario encierra en sí mismo formas de entender la vida que parecen concebirla como un espacio cerrado, dentro de un tiempo determinado y en unas circunstancias que como todo lo demás depende de una especie de determinismo o fatalismo del que cada uno a su manera se protege, huye o trata de salvarse como puede. Y dentro de ese nivel, en eso consiste sobre todo vivir.
            De esta manera y encerrados dentro de lo que hemos calificado como “burbuja” por lo que significa de vivir una vida sin proyecciones ni ventanas a la trascendencia, tratamos de buscar y encontrar todo aquello que nos afirme para que nuestra vida en todas las formas en que la experimentamos se mantenga y alargue con el mínimo de contrariedades y lo más que se pueda. Y esto se hace de mil formas como todos sabemos.
            A veces recurrimos a dioses, o seres de otros mundos para sentirnos protegidos y salvados de cuantos temores, como el de la escasez, la enfermedad y sobre todo la muerte nos van aquejando, y por eso nos aferramos algunos a las diferentes religiones. También pretendemos hacernos fuertes y sentirnos seguros agrupándonos unos con otros bajo innumerables y distintos pretextos, y de ese modo reforzamos el mundo de nuestras relaciones, desde la familia, el grupo de amigos, la pertenencia a un país, cultura, religión, nación, etc. Hasta con nuestros ejércitos parece que nos vamos a sentir mejor, y luego están los estados que quieren garantizarnos que vamos a disponer de todo cuanto necesitamos para estar bien. Y es así como estamos finalmente rodeados de incontables garantizadores o vendedores de seguridad, felicidad y bienestar, los cuales ayudan a calmar nuestros vacíos y ansiedades.
            Y por si todo eso no fuera suficiente, junto a ello hemos desarrollado en nosotros mismos una ansia desmedida de acumulación y consumo de cosas y objetos de todo tipo, también de circunstancias, a las que les hemos dado la función de aportarnos la sensación de que estamos bien y de que con todo eso la vida de cada cual será mejor, de más calidad, más segura y nos irá acercando al ideal de plenitud que buscamos. Comer, comprar, tener, acumular…, nunca tenemos bastante y nos convencemos de que lo siguiente que venga, la nueva casa, el nuevo coche, la nueva relación, el nuevo estado, los nuevos inventos y progresos, en la ciencia, la técnica, la medicina, la informática, etc.,… nos ofrecerán al fin el paraíso o la situación ideal soñados. Mientras tanto aguardándolo, como esperando a un Godot que nunca llega.
            Porque las cosas no suceden tan fácilmente como creíamos: el coche se estropea cuando más lo necesitábamos, el trabajo nos falla, la enfermedad llega, la pareja tiene sus altibajos si es que no se rompe, los impuestos nos incomodan, el vecino de la casa no nos deja dormir, aparecen problemas con nuestro mejor amigo, un familiar al que queríamos mucho se nos muere, etc., etc.
            Y entonces, para contrarrestar y compensar todas esas cosas luchamos denodadamente, nos esforzamos, y ponemos de nuestra parte todo cuanto podemos y sabemos para que haciendo de cortafuegos o de murallas de contención todas nuestras idealizadas seguridades no se quiebren y se mantengan. Para ello, nos sacamos dos carreras si hace falta, ahorramos al máximo, vamos a los mejores médicos, votamos al que consideramos mejor partido para que gobierne, compramos bonos del estado, y hasta encendemos velas a todos los santos además de mil cosas más.
Pero ¡ay!, esta vida no puede ser controlada, se nos escapa de las manos, va por libre o por lo menos al margen de nuestro deseos, fantasías y exigencias. El existir desborda todas nuestras previsiones y controles. Es algo que sólo depende de sí mismo. Y al descubrirlo, en la medida en que no nos es posible escapar ni escabullirnos de sus contratiempos, adversidades, fatalidades e imprevistos pasa a ser visto fatídicamente como una cárcel para nosotros, o por lo menos como un corsé que nos aprisiona, un lugar del que no sabemos cómo librarnos de sus límites y condiciones para llegar a sentirnos en algún momento de verdad y no como antes libres, seguros y salvos.
Y todo, porque son infinidad de situaciones, condiciones y personajes los que en principio parece que tiene el poder de amargarnos o deleitarnos, hacernos sufrir o que nos sintamos bien, que seamos felices o nos veamos como los más desgraciados del mundo. De este modo, al final es como si nuestra vida, su destino y como la vivamos dependiese exclusivamente de un ingente número de contingencias, llamémosles dinero, imagen social, número de amigos, relaciones, estado físico, títulos, posesiones, etc…, todo externo a nosotros en cuyas manos y no en nosotros estuviese la llave que determinase cómo nos vivamos. ¿Es eso de verdad así?
Lo bien cierto, es que en lo que consiste lo esencial de la aventura de la humanidad, lo que se allá en el fondo y detrás de todas nuestras luchas y esfuerzos, y por eso mismo lo que estamos siempre buscando es una vida en plenitud, una felicidad sólida que no esté sujeta a ningún tipo de amenazas, grietas, sobresaltos o cuestionamientos, o sea que esté libre de toda eventualidad que no podamos controlar.
Pero cómo lo hacemos, con qué presupuestos y creencias, cual es la fuente real de poder, ¿se halla fuera, se encuentra en nosotros? De cual sea la respuesta va a depender que el logro de la verdadera felicidad ya aquí en la Tierra sea una mera utopía o una realidad alcanzable y cercana.
¿Es posible alcanzar ese estado de dicha?,¿de qué depende?, ¿cuál es el secreto, si es que lo hay, que esconde las condiciones que nos abrirán las compuertas a esa ansiada vida?, ¿pero de verdad existe esa puerta que espera ser abierta para que al traspasarla nos adentremos en el camino de la Luz, el Amor y la Felicidad que alumbre una nueva existencia que supere por fin los límites y las frustraciones de la anterior?
Planteados los interrogantes, y puestas sobre la mesa esas cuestiones tan definitivas y candentes, nosotros ahora nos proponemos el gran reto de ofrecer una respuesta afirmativa que sea a su vez coherente, clara, práctica y satisfactoria. Queremos encontrar y mostrar las llaves que nos abran y adentren, habiendo visto nacer en nosotros una nueva conciencia, a una nueva humanidad. Vamos a intentarlo con el corazón, el alma y la intuición.




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