sábado, 13 de abril de 2013

PARA LOS MOMENTOS EN QUE EL DOLOR DE CUALQUIER CLASE NOS ABSORBE Y PARECE ANULARNOS.

A veces, el dolor, la enfermedad y alguna circunstancia de las que la escuela de la vida nos ofrece para experimentar, aprender y crecer, nos descentran y hacen que olvidemos,absorbidos por el sufrimiento, algunas de nuestras creencias más esenciales, convencimientos íntimos e intuiciones preciosas. Entonces, parece que somos arrastrados por la ola del malestar, igual como en la playa nos envuelven en un torbellino inmisericorde las olas fuertes que nos empujan sin permitirnos mantenernos en pie y nos hacen caer abatidos frente a la playa. Pero hay que recordar entonces, si se puede, y  si no también, que la distancia que separa la oscuridad de la luz es tan inexistente como la que hay entre la noche y el amanecer, o entre este y el día. La luz y el amor, lo divino y la alegría, la vida y el poder de ser, están presentes siempre y en todas partes, aunque a veces lleven ropajes que nos resultan desconocidos o a nuestro limitado entender improcedentes. Es más, aunque temamos, nos acobardemos o incluso nos llenemos de pánico, la luz, la paz y la plenitud se dejan ver y sentir siempre. Sólo hace falta, a veces, un poco de paciencia. Porque, al final, siempre, despertamos de todo dolor y lo recordaremos como lo que es,
un mal sueño, sólo eso. Y nuestro ser eterno danzando sobre las olas, como un brillante sol.

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