Creo
y siento que los ángeles existen, como una realidad inmensamente entrañable y
bella; así que, cuando me paro y fijo la atención en ellos los entiendo y
percibo como emanaciones puras de Dios, de Lo Divino; por eso, precisamente, son
presencias que nos envuelven, que nos acompañan y que nos conectan, -si nos
abrimos a ellas-, con los niveles superiores del alma; de modo, pues, que, al
entrar en contacto con ellos experimentamos y vivimos, sobre todo, el gozo y el
amor, la alegría profunda de lo sagrado en nosotros, en nuestro corazón. Por
eso, se dice de ellos que son los “mensajeros” –, que es lo que significa aggellos-, porque nos traen la presencia
de lo divino y porque nos ponen en comunicación con ella. Como la voz de Dios, los ángeles hablan a través
de nuestro ser, como la presencia de
Dios están presentes como nuestro ser, como la compañía de Dios nos acompañan como nuestro ser. Pero no sólo eso,
sino que también son particularizaciones externas y reales, criaturas, formas
luminosas de la alegría, el amor y el
poder divino, seres de luz, los
cuales, como el ángel Gabriel, Rafael, Miguel, etc…, representan cada uno un
aspecto arquetípico del ser divino: guardián, defensor, poder de realización,
amor sin reservas, etc.
A través de
ellos, nuestro poder se extiende y se prolonga más allá de nosotros mismos, allí
donde no podemos aún llegar y para lo que nuestras fuerzas están limitadas,
porque los ángeles están y han sido creados dentro del orden cósmico para eso,
y, en ese sentido, son intermediarios, instrumentos y puente del poder de Lo
Real divino y nosotros. Por eso, son energías que están siempre, si las
solicitamos, amorosamente disponibles y a nuestro servicio, pero no para la
realización de caprichos egoístas o no alineados con el amor y la conciencia,
sino sólo para aquello que va en el
sentido de nuestro crecimiento y desarrollo como almas en evolución. Así ha
ocurrido y ocurre en los miles y miles de casos que nos hablan de ayudas,
incompresibles con nuestros medios, de resolución de problemas y conflictos en
los que ellos han sido los verdaderos protagonistas. Los ángeles no merman
nuestro poder sino que nos lo muestran, al poner ante nuestros ojos, y para que
lo reconozcamos, nuestro potencial.
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