martes, 1 de agosto de 2017

ASUNTOS MUNDANOS Y ASUNTOS ESPIRITUALES. NUESTRA TAREA.

Por los primeros entendemos las tareas y obligaciones propias que todos tenemos y que nos llevan a atender asuntos como los de la alimentación, vivienda, salud, cuidados y protección de la familia, implicación en la vida pública, etc. Tienen, pues, que ver con lo que estimaríamos que son las necesidades básicas, calidad de vida y goces terrenales. Evidentemente que tienen mucha importancia y valor, de forma que deben de ser atendidos de la forma más ecuánime, justa, ética y responsable. De hecho, muchas veces, sin la atención básica de las necesidades primarias es muy difícil crecer y avanzar  en otros sentidos, además de que nuestra dimensión como cuerpos físicos en los que se apoya una personalidad humana así lo requiere. Y es bueno que se tenga en cuenta. No hay cosa peor que vivir con la sensación de carencia, necesidad o frustración por no haber vivido o por no tener determinadas cosas.

Pero existen otra clase de tareas en las que ocuparnos y que responden a nuevas demandas y necesidades interiores, nos referimos a las que provienen de nuestra alma, la cual lo que está buscando esencialmente es su propio crecimiento espiritual, un crecimiento que lo que pretende y hacia lo que tiende, es a la comprensión e identificación con su identidad esencial en primer lugar, y a la expresión en el mundo de la riqueza, valores y potencial que ello representa. También al conocimiento de lo que soy, mi destino y tarea en el mundo. La dedicación y entrega a estas cosas, así como la de contribuir a la elevación de la conciencia y al despertar de la humanidad son tareas eminentemente espirituales.

En la vida de las personas, las tareas que conducen a la afirmación personal y a los intereses egoístas de autoprotección, defensa, cuidado, placeres y satisfacción individual o de grupo ocupan mucho tiempo, espacio, energías y dedicación. Pero llega un momento en que uno se da cuenta de que los llamados "asuntos mundanos" nunca se arreglan del  todo, ni tampoco satisfacen plenamente, es más, incluso se descubre que sólo empiezan a solucionarse realmente cuando hay una transformación real y positiva en las personas, en nosotros mismos. Por eso, para algunos, llegado un momento, la necesidad de abrirse, conectarse, e identificarse con su dimensión espiritual es tan grande que ya no pueden dejar de dedicar su tiempo y esfuerzos al autoconocimiento, vivencia y expresión de ese nivel esencial.

Cuando así sucede, la aspiración del alma por entregarse al propio despertar y al despertar de la humanidad a lo que es nuestro guión espiritual se hace imparable. Entonces, realizar el propósito que tenemos como almas, vivir la experiencia de lo superior, y la tarea de servicio compartiendo nuestros dones y valores pasan a ocupar el primer plano de nuestra existencia. Y es así como nuestra vida continua su proceso y desarrollo. En el que estamos.

Pero dicho todo esto, es verdad que cuando uno vive su vida desde la conciencia de su ser y, por lo tanto, en la vibración del amor y la bienaventuranza que nos envuelve y en la que somos, entonces cualquier cosa que antes podría ser vista como "mundana" se transforma radicalmente, y se experimenta como algo realmente superior y profundamente espiritual, sea lo que sea lo que estemos haciendo y a lo que nos entreguemos.

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