domingo, 21 de octubre de 2018

Salir de nuestro pequeño yo hasta realizar nuestra divinidad.

La Realidad es Una, Dios es Uno, todo es la Realidad manifestándose, puesto que fuera de Eso nada hay, ni es posible.
Tú no existes fuera de Dios, no es posible, nada ni nadie está fuera de Él.
Dios se está viviendo ahora a través de todo lo que es, y ahí estás tu, y yo, todos...
Nada ni nadie fuera de Dios. Nada de cuanto entendemos por universos fuera de Dios.
¿Por qué habríamos de negar o de rechazar algo con el pretexto de que es irreal?
Decir de algo que es irreal es lo mismo que decir que en Dios que es el Todo Uno
hay algo que no es real, imperfecto o que sobra. Eso no tiene sentido.
La realidad es Una, Dios es Lo Real, la plenitud de Lo Que es.
Siendo esto así, todo lo que sucede es Su expresión, contenida en Él.
¿Y, digo yo, acaso puede algo de lo que es Dios manifestándose en sus infinitas formas
estar desprovisto de realidad y sentido? Eso significaría que Dios produce irrealidades y sinsentidos.
Imposible. Todo es real y todo tiene sentido. Pero, eso sí, no contemplado como algo separado
ni al margen de la Totalidad de la que forma parte, porque nada hay separado de nada,
ni existe nada que no esté contenido en Dios. Si miras tu dedo y crees ser él eso sí que es irreal pero no porque no exista tu dedo sino porque no percibes tu completud, el ser entero que eres.
El camino mío, el camino de todos nos conduce a la conciencia de nuestra completud,
como realidad, alma, individual, luego cósmica y finalmente como pura trascendencia de Ser, en lo que se llama la  unión consciente con Dios,
en la conciencia de ser alegría, sabiduría y energía sin fin, creatividad pura.
El único sueño, pues,  en el que podemos caer es en el de no ver, no saber, ni entender que nada está separado y de que, por lo tanto, nuestra realidad es ese "trocito" de lo que en un momento dado percibimos por nuestros sentidos o por nuestro mental no desarrollado ni expandido y que se concreta como  nuestro pequeño y egoísta "yo".
Pero a través de nuestras experiencias vamos creciendo y desarrollándonos hasta lograr que nuestra mirada sea tan amplia, extensa y sin límites que caigan todas las fronteras que a nivel de conciencia nos separan entre lo que creemos que es nuestra realidad y la de los demás y el Todo Uno. Y así, poco a poco y también simultáneamente, ir recuperando, formando parte de nuestra identidad real, todo nuestro potencial divino y creador para hacer también posible aquí y ahora, en nuestro mundo, y no esperando a que sea fuera de él, una existencia divina.

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