jueves, 5 de septiembre de 2013

EL ALMA DE LAS COSAS




El materialismo, que siempre basó el valor de sus apreciaciones en el testimonio ofrecido por los cinco sentidos como garantía de verdad y realidad, cada vez más y como resultado de los avances de la nueva ciencia (Einstein, Planck, Schrödinger, Laszlo, Pribram, Sheldrake, Bohm, Gostwami, etc…) y de los muchos testimonios que tienen que ver con la expansión de conciencia (experiencias cercanas a la muerte, telepatía, desdoblamiento astral, etc.) empieza a resultar una especie de ejército derrotado y en retirada. El fundamento de la materia es menos material de lo que se creía y todo apunta a que un nivel previo de realidad, le podemos llamar  espíritu, es su verdadero motor, origen y sentido, de modo que sin su existencia, voluntad y sustento la materia se desintegra, como es muy evidente y notorio en los cuerpos cuya vida ha dejó de estar presente en ellos.

            Esa instancia “anterior”, espiritual o cuántica por llamarla en términos más actuales, constituye, pues, el  “alma” de las cosas, aquello que las anima, la verdadera realidad, de la que la otra, la captada por los sentidos físicos, la material, vendría a ser, ni más ni menos, que su contraparte externa, algo así como su doble, la réplica condensada que le permitiría funcionar, ser captada y localizada en el mundo físico. La verdadera alma de las cosas es la consciencia y el pensamiento que las anima, lo cual vale tanto para los niveles materiales, como en el caso de un objeto construido por el ser humano, una mesa, por ejemplo, como para un hombre o una mujer. Un pensamiento ha dado lugar a esa mesa, ese pensamiento es su alma, muy elemental, pero así es. Todas las cosas tienen un alma: un átomo tiene alma, una piedra también, una hoja, un pájaro y, cómo no, un ser humano. Esa alma-consciencia es lo que les ha traído a la existencia, ella es su verdadero origen y el fundamento de todo acto creador como así lo han demostrado los físicos cuánticos: sin que la consciencia se fije en ellas, las cosas no se hacen presentes, no surgen ni vienen a la realidad, no existen sino que permanecen en el mundo de lo potencial.

            El alma de las cosas, de todos los seres, y, por supuesto, del ser humano no se encuentra en el ámbito de los cinco sentidos físicos porque no es algo material, pero en cambio sí que existe en otro nivel y tipo de existencia de la que la externa que vemos con los ojos y tocamos con las manos es su plasmación más densa. El mundo cuántico es muy real, tanto que hoy sin él no se podría explicar casi nada, pero antes se desconocía aunque no por ello dejaba de estar presente ejerciendo su función, ¡menos mal!, y lo mismo ocurre con el alma. Tratarla de comprender con los instrumentos y el modo de ser y funcionar del estrato “cuerpo-mente racional-materia” es muy difícil si no imposible, aunque la intuición, ciertas experiencias internas y el hecho definitivo de que “eso” lo somos nos permite crear el puente de conexión y presentir-tocar de algún modo su realidad. Todo depende de nuestra mayor o menor apertura y también de la sensibilidad interior que tengamos.

            El ser de las cosas, su alma, es más real que cualquier apariencia y de hecho, si nos fijamos bien, hasta es posible que comprendamos y percibamos que “nadamos y estamos sumergidos” en un mar de seres espirituales, dentro de una realidad infinitamente “animada” por sus almas, también las nuestras, en donde las fronteras de los cuerpos físico ya no existen y la conexión entre unos y otros es total. Sólo la evolución de cada alma nos coloca a unos y a otros en campos vibratorios diferentes

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