martes, 3 de septiembre de 2013

LAS RELACIONES HUMANAS



Estas, las relaciones entre los seres humanos, son un claro reflejo del mundo interior de quienes las experimentan, en ellas nuestras frustraciones y deseos, nuestras carencias y limitaciones, nuestros miedos y ansiedades, así como toda nuestra positividad, valores y cualidades están presentes y se proyectan, a veces conscientemente pero en muchas ocasiones de forma inconsciente; lo mismo suele ocurrir en el modo como entendemos, percibimos e interpretamos a aquellos con quienes nos relacionamos, que está fuertemente condicionado si no distorsionado por lo que cada cual llevamos en nuestra mochila mental y emocional.

Por esa razón, las relaciones suelen ser con frecuencia egoístas y muy difícilmente “limpias” o de ser a ser. Al relacionarnos, siempre intercambiamos en mayor o menor grado  información, afectividad y energía; la calidad de este intercambio depende del desarrollo, madurez y evolución de las personas que se relacionan. Las relaciones pueden ser de muchas clases: desde las más interesadas, funcionales, materialistas y de conveniencia a las más altruistas, de crecimiento y espirituales.

Cuantos más conflictos internos tenga una persona más problemas, dificultades y sufrimiento experimentará en su relación con otros, de modo que estas, las relaciones, son un inestimable termómetro que nos puede indicar con meridiana claridad en qué punto de nuestro desarrollo emocional y afectivo nos encontramos, además de que también señalan la conexión y conciencia que tenemos con nuestro yo superior.

Son muy importantes y necesarias las relaciones entre los seres humanos, en la medida en que son un nítido espejo en el que nos vemos y nos reconocemos, ellas nos devuelven nuestro verdadero rostro, al menos el que hemos desarrollado y alcanzado hasta entonces. En realidad, no vemos a los demás sino aquello que somos capaces de reconocer de nosotros en ellos, o viceversa, de ellos porque ya existe en nosotros.

Nos relacionamos con los demás sólo como somos capaces de relacionarnos con nosotros mismos, o con otra variante: proyectando en ellos lo que no queremos ni nos atrevemos a reconocer en nosotros como propio, sea algo muy positivo o, por el contrario, negativo. Por eso, cada ser humano con el que nos relacionamos: amigo, pareja, vecino, etc…, nos ofrece una magnífica oportunidad para reconocer las partes de nosotros que habíamos olvidado, rechazado o ignorado.

Al final, de lo que se trata es de ir abrazando, poco a poco, y reconociendo en nuestro interior como propias, no ajenas a nosotros, cuantas más expresiones de la humanidad mejor, hasta que llegue un día en que seamos capaces de abrazar internamente a la humanidad entera, sin distinción alguna y sin que nada ni nadie nos sea ajeno.

Las relaciones más estables y duraderas, las más cualificadas y a las que deberíamos aspirar son aquellas en las que al otro se le ve como una oportunidad para ofrecerle la esencia de nuestro ser: amor incondicional, saber incondicional y energía positiva incondicional; cualquier cosa que no sea esto es, aunque no todo sea negativo: complicidad, intercambio de intereses, manipulación, transacción o negocio. Existe un nivel intermedio, el de quienes dicen: ven si quieres, vamos y crezcamos juntos.

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