Lo que somos ha vivificado infinitas existencias,
con nuestro yo central presente.
Nunca hemos dejado de ser Eso, el ser que Somos. Y
la conciencia inalterable.
Todo cuanto en nosotros acontece es pasajero;
nuestro Yo-conciencia, permanente;
desde él, hemos sido testigos de innumerables
encarnaciones e incontables personajes,
que nos han servido para experimentar desde el olvido
de ser, y evolucionar desde ahí.
Sirviéndonos de nuestras existencias, regresamos,
despertando, a nuestra totalidad;
perdiéndonos en ellas, buscando desde ellas, hasta
reencontrarnos en lo que somos.
Evolucionamos como conciencia de ser, al tiempo que lo
expresamos creando.
Hemos muerto como personajes, multitud de veces:
natural o accidentalmente,
trágica y también serenamente; ninguna clase de
muerte nos es o ha sido ajena,
las hemos vivido todas. Pero de ellas no hay rasguño
alguno en nuestro inafectable ser.
Hemos asistido a todas esas muertes, del mismo modo
que a nuestras encarnaciones;
en unas y en otras allí estábamos, siendo presencia
y conciencia puras, testigos siempre.
El principal problema que hemos tenido y tenemos es
el de la identificación
con las formas, momentos y circunstancias que
encarnamos y por las que atravesamos;
porque ello aparta la atención de nuestro ser y nos
confunde con lo que no somos.
Mientras no hemos sabido esto nos ha guiado el
instinto y la intuición larvada,
experimentando, probando, a veces y en apariencia faltos de sentido, que
buscamos.
Hasta que es llegado el momento de la vuelta a Casa,
es decir, de reencontrarnos,
abrimos entonces los ojos del alma, y recobramos
nuestro camino y destino.
Descubrimos un día que nunca salimos de nosotros
mismos,
y que todos los instantes pasados como las vidas
vividas son tan sólo un instante
en ese Presente eterno, en ese infinito Ahora, que
es el del no-tiempo
en el que verdaderamente somos y existimos.
Es en ese preciso sentido, como se entiende que
nunca nacemos y que jamás morimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario