Siguiendo el paralelismo: ¿necesitan
nuestras almas también y en ese sentido de un cuerpo, una vez que nuestra
existencia se desenvuelve en el plano espiritual? Precisemos: nuestras almas
son entes reales no virtuales, quiero decir que son concretas, además de individuales
y con características propias en el modo de pensar, sentir y actuar, o sea, de
conocer, amar y crear, aunque la esencia, es decir su ser divino, sea universal
y común para todas las almas. Todo esto, a donde nos lleva es a afirmar que
cada alma sí tiene una configuración espiritual
única que la distingue de todas las demás, y que esa configuración da lugar
a un constituyente energético o cuerpo espiritual que distingue a cada
alma de las otras, aparte de ser el instrumento o medio a través del cual, y
como lo hacemos en el plano terrestre, aunque ahora espiritual, vivimos y
existimos.
Obviamente, la forma y características
del “cuerpo” de las almas no siguen ninguna de las condiciones que nuestro
cuerpo físico por el hecho de ser terrestre tiene. Digamos, que nuestra intuición
y sentir más íntimo lo que nos desvela es que la “luz áurea transparente y
radiante” es la “materia” original de base, porque ella es, también a nuestro
entender, la expresión inicial del corazón del ser, a partir de su
constituyente nuclear que es el fuego
divino, el cual para crear su estructura álmica así, como luz, se muestra.
Esta
luz es la que le da a cada individuo, y en función de una banda muy ancha de
tonalidades, intensidades y colores, que viene dada por la evolución en
conciencia, sabiduría y amor de cada alma, su cuerpo-forma identitaria, forma que
también se va matizando, perfilando y recreando según los pensamientos, intencionalidades
y sentimientos de cada momento.
Digamos,
por lo tanto, que en el mundo de los espíritus no hay ninguna “huella” espiritual
idéntica, ni sus “cuerpos-formas” son realidades comunes, indiferenciadas o
amorfas, sino todo lo contrario. Allí, las almas son ricas en variedad, calidad
y expresión, pues infinitos son los tonos, matices y diferencias con que se
expresa el amor, la alegría, el gozo, la felicidad, la sabiduría, la
creatividad, el poder, y la acción, de quienes siendo siempre almas somos focos
inagotables del potencial infinito de Dios. Como almas celestes en nuestro
Hogar celeste nos reconocemos, nos relacionamos, amamos somos creadores de
realidades y en plenitud inimaginable e indescriptible vivimos, sin los obstáculos,
distorsiones, problemas y sufrimientos que el mundo en que encarnamos, aún no “celestificado”, comporta.
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