jueves, 7 de marzo de 2019

El “Paraíso” soñado y anhelado.

           
Allí, en el fondo de todo corazón, siente uno que anida el recuerdo vago, indefinido pero real, de un Paraíso perdido, de cuya constancia es una clara muestra el impulso y el anhelo que a todo buscador acompaña. De ahí, que nuestra alma resuene y así nuestro interior vibre cada vez que alguien o un texto, como este de Savitri, nos acerca y muestra la imagen de una existencia plena, y libre por completo de ataduras y trabas, entre ellas, una de las peores, la del pensamiento, que, si se usa, debiera ser sólo como instrumento de un mero juego, donde el mismo saber –que es visión directa sin dualidad respecto a lo sabido- no precisa siquiera de ninguna mediación formal por estar, incluso, más allá de todo conocimiento.
Así se desprende de las hermosas y poéticas palabras de Sri Aurobindo (Savitri, libro II, canto III, 399 y stes.) cuando habla de un lugar en donde “estremeciéndose todavía con el gozo de la primera creación…reinaba allí un aliento de grandioso contento espontáneo, un afortunado transcurrir de los días en un aire tranquilo/ un flujo de amor y paz universales…/Un amplio orden espontáneo liberaba la voluntad, /aleteo a pleno sol del alma hacia la felicidad…”
Lejano recuerdo, pues, el que como un sueño aún nos acompaña y constantemente nos llama, sí, el recuerdo de una existencia paradisíaca, que allá en el fondo de nuestra alma se encuentra, y en la que se nos ve siendo “jóvenes corazones”, es decir vírgenes aún, “inocentes” (sin conocimientos que no sean los de la inmediatez del puro ser), más todavía, “impulsos instintivos” y por lo tanto irremediables e irresistibles, surgiendo, emanando del mismo Ser de Dios.  Hecho real, que, precisamente, nos dota con la capacidad del fuego original siempre presente en el corazón de nuestro ser, y del que aún no nos habíamos en conciencia separado, para derramar sobre el mundo y sobre toda nuestra existencia, vivificándolos,  el gozo, la felicidad, la belleza, el poder y la fuerza que como almas aún unidas a nuestra esencia naturalmente vivíamos.
            Este recuerdo es el que uno quiere recuperar ahora para sí, con el fin de vivirlo, transformados, y con él el fuego original, divino, el fuego olvidado de los dioses,  el que definitivamente deseamos arrebatar de las garras del olvido al que lo habíamos relegado por medio de tantos y tantos personajes en los que nos hemos perdido. Para ello, ojalá, y así sea, que ya nuestra sensibilidad interior despierte, libre de toda carga con que los ropajes de nuestros egos  aún ocultan hoy, y ocultaron un día, los prístinos corazones, aquellos que en el amanecer del Tiempo experimentaron por vez primera lo que era y es, ser Fuego, Luz, Amor, Poder y Dicha desnudos, sin fin, y que hoy reclamamos también para vivificar con ellos y elevarla a toda nuestra realidad y existencia.
            Esta es, en fin, la tarea, en que se resume de algún modo todo nuestro infinito, escalonado, ascendente y profundo, Camino Evolutivo de Realización y Despertar.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario