Así
se desprende de las hermosas y poéticas palabras de Sri Aurobindo (Savitri, libro II, canto III, 399 y stes.) cuando
habla de un lugar en donde “estremeciéndose todavía con el gozo de la
primera creación…reinaba allí un aliento de grandioso contento espontáneo, un
afortunado transcurrir de los días en un aire tranquilo/ un flujo de amor y paz
universales…/Un amplio orden espontáneo liberaba la voluntad, /aleteo a pleno
sol del alma hacia la felicidad…”
Lejano
recuerdo, pues, el que como un sueño aún nos acompaña y constantemente nos
llama, sí, el recuerdo de una existencia paradisíaca, que allá en el fondo de
nuestra alma se encuentra, y en la que se nos ve siendo “jóvenes corazones”, es
decir vírgenes aún, “inocentes” (sin conocimientos que no sean los de la inmediatez
del puro ser), más todavía, “impulsos instintivos” y por lo tanto irremediables
e irresistibles, surgiendo, emanando del mismo Ser de Dios. Hecho real, que, precisamente, nos dota con
la capacidad del fuego original siempre presente en el corazón de nuestro ser, y
del que aún no nos habíamos en conciencia separado, para derramar sobre el
mundo y sobre toda nuestra existencia, vivificándolos, el gozo, la felicidad, la belleza, el poder y
la fuerza que como almas aún unidas a nuestra esencia naturalmente vivíamos.
Este recuerdo es el que uno quiere recuperar ahora para sí,
con el fin de vivirlo, transformados, y con él el fuego original, divino, el
fuego olvidado de los dioses, el que definitivamente
deseamos arrebatar de las garras del olvido al que lo habíamos relegado por
medio de tantos y tantos personajes en los que nos hemos perdido. Para ello,
ojalá, y así sea, que ya nuestra sensibilidad interior despierte, libre de toda
carga con que los ropajes de nuestros egos aún ocultan hoy, y ocultaron un día, los
prístinos corazones, aquellos que en el amanecer del Tiempo experimentaron por vez
primera lo que era y es, ser Fuego, Luz, Amor, Poder y Dicha desnudos, sin fin,
y que hoy reclamamos también para vivificar con ellos y elevarla a toda nuestra
realidad y existencia.
Esta es, en fin, la tarea, en que se resume de algún modo
todo nuestro infinito, escalonado, ascendente y profundo, Camino Evolutivo de Realización
y Despertar.
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