lunes, 4 de marzo de 2019

El futuro en marcha de la nueva humanidad supramental


             Somos humanos, sí, pero ya en vías de trascender nuestra condición atada, apegada y exclusivamente ligada a las posibilidades que la razón y los sentidos con los que nos habíamos identificado señalan. Nuestra condición esencial es espiritual y la consciencia, no la materia, ni nuestro cerebro, la base real y fundamento de nuestra identidad eterna, a la vez que la fuente de nuestra inteligencia, sentir y poder. Esto trastoca todos los patrones anteriores en que nuestra humanidad se había basado, y asumirlo a la vez que experimentarlo, integrándolo en la nueva forma de percibir la realidad así como de plasmarla en todos los campos de nuestra existencia hace que nuestra evolución de un salto significativo. Estamos hablando, pues, de una Nueva Humanidad.
Seres como Sri Aurobindo en oriente o como Teilhard de Chardin al mismo tiempo en occidente así la sintieron y percibieron, y hoy filósofos de la talla de Ken Wilber o de físicos como Ervin Laszlo, Amit Goswami y otros más han ido profundizando en lo que ello significa al incorporar en nuestra cosmovisión, cada uno a su manera, el Espíritu, el Akasha, la Consciencia o el Punto Omega como la raíz que nos explica como seres y también la Fuente de nuestra transformación.
 Nuestro futuro es llegar a ser dioses y realizarlo. El espíritu que nos anima nos conduce de hecho hacia nuevas trascendencias que Aurobindo llamó supramentales, en que la energía, la fuerza, el amor y la conciencia de ser descendiendo del Corazón  de la Realidad -Lo Superior-, encarnarán en nuevas vidas,  ya no determinadas por mentes orientadas hacia la dualidad y la separatividad sino receptivas, sensibles y abiertas a nuevos horizontes integradores basados en la unidad que nace de nuestro universal ser común y divino, el fundamento de nuestro existir.
Nuevas almas despiertas, con ojos nuevos y miradas nuevas realizarán el cambio que irá dando paso a una realidad también nueva, dominada por el gozo y la sabiduría de ser, que aunará todas nuestras dimensiones psicofísicas y espirituales, de modo que ya no nos veremos como “animales racionales” como absúrdamente se nos ha inoculado y dicho hasta la saciedad que éramos, sino como verdaderos dioses autoconscientes de su ser, planetarios a la vez que cósmicos, universales y con una integración completa de nuestra identidad espiritual divina. En este contexto, las religiones dejarán de ser fundamentalistas, de modo que todas las que no atiendan a su dimensión universal y esencial por encima de sus diferencias, dogmas, dirigismos moralistas, control de los individuos y de sus particularismos culturales tenderán a desaparecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario