domingo, 3 de marzo de 2019

Reencarnación y hogar celeste del alma


             
En el inicio del recorrido del alma, ser y alma son lo mismo. La conciencia de yo es lo que marca el punto de aparición del alma como una expresión particular del ser, expresión que diferencia a un alma de otra. Esta diferencia sería, pues, de por sí, una “accidentalidad”. El yo diferencial entre almas indica la diversidad en los modos de manifestación del ser. Ahí radica la riqueza del potencial divino extrovertiéndose a través de infinitas almas.
            Pero en el “reino” de las almas, su “hogar natural”, el impulso evolutivo no encuentra su forma de expresión ya que las almas están y se sienten plenamente bien, no experimentando lo que es la merma, carencia o deficiencia, ni existen o rivalizan por comparación o contraste, tienen lo que desean y viven lo que piensan sin esfuerzo, lucha o sufrimiento. Su hogar es un auténtico Paraíso.
Como consecuencia, la Sabiduría divina ha dispuesto la existencia de “los mundos”, otras “realidades planetarias”, en nuestro caso terrestres, donde por las características de “egos separativos y duales” que allí desarrollamos sí que es posible que el alma evolucione y crezca hasta el infinito en conciencia de ser como inteligencia, amor y energía. Es por eso, por lo que en el vivir del alma celeste, en un momento dado, el impulso evolutivo se hace especialmente presente, iniciándose entonces un movimiento presidido por el deseo necesario de “encarnar”, lo que nos llevará a buscar un cuerpo, un lugar, unas circunstancias y unos padres en un mundo no celeste-espiritual, es decir, no paradisíaco como el suyo.
Lo propio de las almas que así reencarnamos es el olvido, al menos hasta que nuestro desarrollo evolutivo sea grande, de nuestra característica esencial divina, como también de nuestra perfección y plenitud original, lo que va acompañado por las condiciones de contraste, dificultad, resistencia y limitación que la nueva realidad nos ofrece y sin las cuales la evolución y crecimiento del alma no son posibles, pues es precisamente en la lucha, el esfuerzo, la sensación de carestía y vacío, el trabajo, el miedo, la frustración, el sufrimiento, la enfermedad, vejez y sobre todo la muerte, donde se no obliga a movimientos que nos irán haciéndonos profundizar y desarrollar la conciencia de yo, base necesaria para el desarrollo evolutivo de la Conciencia particular e individual de ser y el surgimiento de nuestro Yo superior, que era el objetivo real del impulso e instinto natural evolutivo del alma. Por eso es, pues, por lo que reencarnamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario