¿Por
qué vivimos cada cual lo que vivimos y en nuestro particular camino?, ¿no es
extraño el modo tan diverso en que se reparten los papeles del vivir? De
entrada, y a juzgar por lo que se ve en ellos, diríase que el Universo, la Vida
o, llamémosle si queremos, simplemente Dios, es como menos injusto, caprichoso
para ser suaves, y en el peor de los casos, pues los hay extremadamente
complejos y dolorosos, hasta perverso, o al menos así lo parece.
Observamos
a unos, que se ven muy privilegiados, con vidas confortables a otros, o naturalmente
llevaderas, lo que ya es mucho si se compara con quienes se encuentran en las
antípodas de todos ellos. ¿Qué misterio esconde esta diversidad?, ¿es un asunto
de méritos, de inteligencia quizás, esfuerzo, bondad, maldad, casualidad, o de suerte…,por
qué?,¿existe acaso, una lógica que a nuestra razón se escapa y que por eso no
la vemos, un sentido oculto?, ¿ y, si tenemos que concluir con que todo se basa
en la pura fatalidad, alguna clase de determinismo o simplemente un extraño e
indescriptible absurdo?
Si
se mira con detalle y profundidad una vida veremos que no es tan difícil
descubrir en ella un hilo digamos que
coherente, en torno al cual se desenvuelven y extienden actos, circunstancias y
personajes que la refuerzan: ¡hay un guión!,
pero detrás, muy detrás de lo que se muestra. Y al contemplarlo, detenidamente encontramos
una flecha con significado que nos
muestra desde donde viene y hacia donde se dirige, es decir, se evidencia con
relativa claridad cierto encaje de todo, dificultades, condiciones, padres y un
largo etc.
Pero
esto no se ve a simple vista ni con una mirada superficial; para verlo, es
preciso mirar con minuciosidad y ganas de ver, de comprender, huyendo, cómo no,
de los planteamientos mecanicistas que desde el mundo del ego tenemos y hacemos
sobre cómo deben de ser y son las cosas, o que juzga a las personas según sus
apariencias y papeles. También hay que soltar el impulso casi instintivo de
quedarnos con la interpretación simple o exclusiva de que para todo lo que nos
sucede hay unos culpables fuera de nosotros a los que responsabilizar. Lo
cierto es, que el guión se escribió incluso mucho antes de nacer y nosotros lo “redactamos”.
No
se puede negar la existencia de aquellos que interpretan los peores papeles que
tanto daño producen, están ahí, se pueden muchas veces hasta señalar, pero eso
no significa que nos tenemos que quedar con esa visión materialista de la vida según la cual las condiciones
externas que unos u otros imponen es la que da el sentido y la interpretación
real de lo que experimentamos y vivimos. El ignorante o el materialista no ve
que todos somos cómplices, partes entrelazadas de una misma función, y que esta
va más allá de lo que en apariencia representa, pues, a través de ella, sirviéndose
de ella, el alma, nuestra alma, todas las almas aquí encarnadas están creciendo
y, más aún, evolucionando, despertando y realizando decisiones profundas muy
grandes, como la de encontrarse con su verdadero ser verdadero, su Yo superior.
Desde
esta perspectiva, digamos que espiritual, la escasez, la abundancia, las
limitaciones, las facilidades, las ausencias o presencias, los problemas y
sufrimientos, todo, recobra pleno sentido y significado, pues es lo que
previamente e incardinándonos en este complejo “teatro” decidimos experimentar
y vivir en la Tierra. Es, por lo tanto, nuestra alma la que así lo quiso y
decidió, para experimentar, desarrollar, realizar, crear y aprender, también,
desde luego, para ayudar a otros en la misma tarea.
Las
razones profundas que responden, pues, a todas las preguntas que nos hacíamos al
principio, las encontraremos sólo si se tiene en cuenta el propósito y
recorrido vital de cada alma, no al margen. Lo que no significa que nos tengamos
que cruzar de brazos resignándonos ante el sufrimiento humano y sus causas
externas, ante las que habrá que hacer lo que cada cual considere más adecuado,
eficaz y justo. Pero, obviamente, todo esto sólo se puede ver, encajar, entender,
afrontar y solucionar de manera integral, que es la mejor forma de resolver las
cosas, cuando esta vida, nuestras vidas, las terrestres, son contempladas e
interpretadas no sólo con los datos y elementos circunstanciales que ella superficialmente nos da, sino con la
perspectiva y el encuadre que la voluntad de nuestras almas, su camino, coherencia
y propósito, desde la vida celeste, o
sea, antes de nacer, bajo nuestra responsabilidad asumimos y tomamos un
maravilloso día.
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