La identidad real de lo
que somos sólo puede proceder de una fuente; nuestro propio ser esencial, que
es el que alimenta y nutre de amor-felicidad, sabiduría-inteligencia y
energía-poder a todo cuanto pensamos, sentimos y hacemos; y que es pura
conciencia de la que todo eso emana. En la medida en que nuestra alma, que es
el vehículo que él se crea para existir en la diversidad de mundos y planos,
entre ellos este que ahora habitamos, asume todos esos valores que constituyen
su núcleo y los va desarrollando, vamos experimentando poco a poco la plenitud,
hasta alcanzar un día nuestra realización total en el despertar a nuestro ser
esencial que es nuestra única y verdadera identidad. Este es el guión medular
de nuestras existencias.
Ahora bien, en el transcurso de esta aventura
circunstancialmente vamos asumiendo determinadas formas que nos facilitan esta
manifestación de lo que somos, se trata de ese medio instrumental, el de los
diferentes personajes surgen fruto de la profesión o actividad que ejercemos:
como carpinteros, albañiles, oficinistas, médicos, sacerdotes, maestros,
abogados, militares, políticos, etc…Hasta ahí todo iría bien; estaríamos
canalizando y desarrollando nuestro potencial y nuestros valores a la vez que
nos reconoceríamos en ellos. Sintetizado podríamos decir: el ser que soy expresa
todas sus cualidades de tal y tal modo concreto en figuras que son los
personajes con lo que externamente se no localiza con el fin de funcionar mejor
unos y otros.
¿Cuándo surge el problema? Cuando me voy olvidando y
desconectando de mi ser esencial, cuando dejo de verme en las cualidades
emanando del foco real que yo soy y, en su lugar me voy quedando con lo que los
otros, -mis padres, maestros, etc..-, dicen de mi y me proyectan (eres bueno,
malo, feo, guapo, tonto, inteligente, fuerte, débil, etc…) como si fuera lo que
yo soy, de manera que, en base a todo eso, me construyo una idea acerca de lo
que soy que proviene del exterior y no de esas cualidades que surgen del ser
esencial que soy. La consecuencia de todo ello es fatal, ya que, a partir de
entonces, en vez de limitarme a ser y gozar de lo que soy, me dedicaré a tratar
de conseguir afecto y reconocimiento de los demás, a través de las acciones,
hábitos y costumbres que más beneficios afectivos y de buen trato consiga de
los demás. De ahí, la importancia que, a partir de entonces, tendrá mi
apariencia externa y mi imagen con el fin de ser visto de una determinada
manera y no como lo que de verdad soy.
Así es como los personajes, que antes y en un principio
habían servido sólo como medio instrumental y útil para funcionar, y por lo
tanto no perjudiciales en sí mismos, acaban transformándose en elementos que
sustituyen y focalizan mi identidad tanto para mí como para los demás. Ya no se
tratará tanto de ser médico sino de adquirir importancia, valor y una
determinada identidad por el hecho de ser médico, tal o cual profesión o lo que
sea. Y esto mismo es lo que haremos con todo tipo de formas, imágenes y
apariencias externas que utilicemos y en lugar de ser expresión de mi potencial
y riqueza interior, que es lo que de
verdad cuenta e importa de mí, serán exhibidas, expuestas y presentadas
como si fuesen lo que yo soy.
Como consecuencia de esto, mis personajes (ir de bueno,
de inteligente, de guapo, de importante, etc…, a través de tal o cual personaje
o forma externa de manifestarme) habrán alcanzado tal grado de importancia para
mí y mi felicidad que me habré convertido en esclavo de ellos, hasta tal punto
querré ser, no lo que de vedad soy, sino ellos mismos. Pero no sólo eso, sino
que me habré habituado también a ver y juzgar a los demás no por lo que son
sino por sus apariencias y lo que esto representa en la escala de valoración
social. Lo que esto nos dice es que, al final, si no somos muy consciente de
cómo vamos por la vida, nuestros personajes, así como los de los demás terminan
siendo los barrotes de una jaula virtual dentro de la cual habremos encerrado
nuestras vidas y nuestros verdaderos seres. Ni nos reconoceremos a nosotros ni
tampoco a los demás, sólo veremos de unos y otros nuestras propias caricaturas
y señuelos.
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