Nosotros somos como “pliegues” en la existencia de la
totalidad de Dios, también podríamos decir que somos como “pensamientos”,
“aventuras” que nacen en su interior, “movimientos creativos”, como juegos en
su existencia. Él mismo jugando a multiplicarse en infinitos yoes-dioses.
Somos, pues, sin duda alguna, particularidades de su totalidad con el potencial
de su totalidad misma. Es así como suceden las cosas, porque está en la esencia
de Dios que sucedan así, sin más causa ni razón que el hecho en sí de suceder
de tal manera y no de otra. ¿Por qué nacen las flores?, ¿por qué existen ríos?
y ¿por qué montañas?, todo tiene un por qué idéntico: su Voluntad, que es la voluntad de la que todos formamos parte. Es así como
se dan las cosas. Todo es el resultado de un acto creador, y la existencia es
una creación llena de infinitos matices. Todo es la obra de Dios, no de un Dios
ajeno a nosotros sino del Dios que surge como siendo nosotros y con voluntad de
ser tal y como somos.
La Voluntad de Dios es La voluntad del dios que somos. Nosotros
hemos decidido existir como seres-dioses, y en potencia, además, de ser la
totalidad misma de Dios. En la Mente de Dios hemos surgido, como chispitas de
conciencia dispuestas a recorrer el camino de vuelta hasta ser también nosotros
la misma Mente-Dios de la que surgimos. Y esto lo hacemos a través de
existencias particulares como almas, nacimiento tras nacimiento hasta alcanzar
evolutivamente nuestro Despertar, que es lo mismo que decir: nos damos cuenta
de que somos el puro gozo de ser en el deleite de existir y crear sin fin.
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