Es muy fácil de comprobar que aprender, desarrollar,
evolucionar y despertar son cuatro pivotes que orientan el sentido de cada
existencia, se observa por poco que miremos con cierto interés y detenimiento.
El aprendizaje es la característica que desde que tenemos un cuerpo nos
acompaña siempre, todo lo vamos aprendiendo, desde los movimientos más simples
a los más complejos, desde los hábitos más elementales a los más sofisticados y
desde las formas de socialización más primitivas a las más elevadas. Y no sólo
hablamos de actitudes, hábitos y acciones, también las reacciones emocionales
están condicionadas por el aprendizaje. Y es así, junto con la experiencia que
nos aporta todo lo vivido como vamos creciendo en saber, inteligencia,
emocional y sentimentalmente, espiritualmente. Esto es lo que significa la
palabra desarrollo, la cual desemboca en una profundización cada vez mayor
sobre la comprensión de nosotros mismos y el ir despertando a una identidad
mayor y más profunda que va más allá de lo cambiante y que se manifiesta como
autoconciencia, descubrimiento de nosotros como almas y como seres espirituales
y divino. Sí que existe, pues, una lógica evolutiva muy clara que se puede rastrear
y profundizar. Existe tal lógica en la humanidad tomada en su conjunto, así
como en cada individuo en particular. Ambos humanidad e individuos vamos
pasando por fases ascendentes que van de menor a mayor conciencia, de menor a
mayor sentido de identidad, de menor a mayor sentimiento o expresión de unidad
y, finalmente de menor a mayor despertar a Lo Que Es, a lo que Se Es.
En lo que respecta a cada ser o alma, el crecimiento y
evolución sigue trazas, características y trayectorias muy particulares en las
que entra en juego toda la creatividad en la forma y manera de afrontar y
resolver las infinitas dificultades que cada uno ha asumido afrontar. Esto es
la trama de todo existir que como un juego se va desplegando ante nosotros. La
mente, la intuición y la conciencia son los tres instrumentos con los que
contamos para que todo el despliegue que cada vida supone se resuelva
exitosamente. Siempre el triunfo y la victoria están garantizados en la medida
en que nuestro yo superior es el creador de este juego, aunque temporalmente y
por propia decisión personal lo hayamos olvidado.
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