sábado, 8 de abril de 2017

La Realidad Una: la evidencia de lo que es anterior a todo.

Aquí donde uno está, en este preciso lugar, en este momento, con este cuerpo y en estas circunstancias, miremos hacia donde miremos, nos sintamos como nos sintamos, creamos lo que creamos y pensemos lo que pensemos hay un hecho que es indiscutible, evidente, invariable, común para todos, y ese hecho se llama la pura existencia, el hecho de existir, la existencia en sí o, simplemente La Realidad. Por dentro y por fuera, arriba y abajo, detrás y delante, sólo hay Realidad.
            Si nos desplazamos ahora mismo a otro punto del planeta nos vamos a encontrar más allá de las variantes que puedan existir del tipo que sea: cultural, filosófico, religioso, político, físico, orográfico, artístico, lingüístico, etc., nos encontraremos con lo mismo que aquí y ahora: realidad. Pero si vamos a la luna, o a marte, más allá incluso de nuestro sistema solar, de esta galaxia y también de nuestro universo vamos a hallar lo mismo y siempre común: la realidad.
            Y pasará idéntica cosa si traspasamos el velo que separa el plano físico del espiritual y nos encontramos en una realidad donde nuestros cuerpos son espirituales o de otra densidad. Siempre encontraremos lo mismo: la realidad, no veremos más que realidad, con formas y circunstancias diferentes, pero siempre la realidad. Realidad en todo tiempo, momento y lugar, realidad inundándolo todo, siéndolo todo, manifestándose en todo, encontrándose en todo, conteniéndolo todo, sin que tengamos posibilidad alguna de alejarnos o de separarnos de ella. ¿Es maravilloso, no?
            Existe un lugar en la Antártida, en el cual durante ciertas épocas del año hay a disposición de turistas y visitantes un restaurante que es todo él de hielo: sillas de hielo, camas de hielo, paredes de hielo, puertas y ventanas de hielo, barra del bar de hielo, todo de hielo, sólo existe la realidad hielo, como en lo que decíamos antes y en general: no hay más que realidad y todo hecho de realidad: el universo y todo lo que él contiene hecho de un único material: de realidad. Realidad que como ocurre con el hielo del restaurante tomará infinitas formas y se mostrará en infinidad de aspectos, pero todo en definitiva sólo siendo y estando como y en la realidad. Realidad que es Una, la misma en cualquier parte, dimensión, momento o lugar: realidad.
            Ocurre que de tan evidente y accesible que resulta esto que decimos se nos escapa continuamente, de forma que en vez de estar experimentando, sintiendo y saboreando constantemente la realidad andamos perdidos en las formas, en las ideas, los conceptos y en los nombres de las cosas. La silla frente a la mesa, mi casa frente a la tuya, yo frente a ti. Olvidados de la realidad fundamental que a todos nos une y en la que todos somos, nos hemos perdido en un mar de separaciones y de dualidades: negros y blancos, mujeres y hombres, europeos y asiáticos, terrestres y extraterrestres, materiales y espirituales, etc, sin percibir lo más real de todo: la realidad. Realidad que todo lo sostiene y que nos sonríe cada vez que consciéntemente observamos algo sin pensamientos, cuando contemplamos las cosas desde la contemplación misma y nuestro yo personal está silenciado. Realidad que todo lo aproxima y lo une en ese espacio común y mágico donde el hecho de darnos cuenta está desprovisto de recuerdos y de comparaciones, de juicios y valoraciones, sencillamente cuando nuestro ser lo es todo en el instante contemplativo. Entonces la Realidad es experimentada como Presencia Viva y Gozosa, Pura existencia. Donde ponemos Realidad vale también poner Dios, Espíritu, la Conciencia, el Todo Uno…
        Esta Realidad no posee nombre ni forma, nuestra mente no la entiende ni la abarca, nada la percibe, no es cosa alguna, ni persona. Su esencia lo contiene todo, tanto lo cognoscible como lo incognoscible. No es ni esto, ni esto, ni esto, ni esto, nada que se pueda señalar o nombrar es, por eso algunos la llaman Nada o Vacío, y es que está más allá de cualquier algo. La inabarcabilidad de su infinitud hace que no se pueda relacionar con nada. Para la mente es nada, aunque para el corazón lo es Todo.

            Cada punto de la realidad es la Totalidad de la Realidad misma. Por eso, en cualquier parte a la que nos dirijamos la Presencia total de la Vida divina se nos muestra sin fraccionamiento y entera.

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