Es precisamente contando con la particularidad de cada
cual, como cada alma ha de realizar su trabajo de liberación de la esclavitud y
el sufrimiento del ego y de una vida atada, ligada e identificada con los personajes
que interpretamos. Nuestros karmas van cambiando y evolucionando. Hay karmas
muy duros, otros más suaves y llevaderos, pero de unos y de otros nos tenemos
que librar, bien porque los sanamos, trascendemos o consumimos hasta que se
agotan, o bien porque soltamos la identificación con ellos y nos descubrimos
como seres espirituales libres y gozosos. Cuando dependemos de nuestro karma
particular y a él dedicamos nuestras energías y entrega, se dice entonces que
tenemos una vida kármica, la cual implica por lo general mucho sufrimiento.
Cuando nuestra vida está más en consonancia con nuestra conciencia y aliada con
el trabajo que como almas hemos venido a realizar, entonces nuestra vida es una
vida
dhármica.
Aprender a
contar con nuestro karma particular, amarlo y no identificarnos con él es lo
mejor que podemos hacer para tener una vida feliz y cada vez más libre de ese
mismo karma. Renegar y luchar contra nuestra “suerte” es un error que sólo
prolonga el sufrimiento. Lo más adecuado, es vivir haciendo lo mejor que cada
uno puede en cada momento, -que es lo que por lo general suele ocurrir-, y no
identificarnos con nada de lo que al final sale, sea bueno, regular o malo. No
somos el fruto de nuestras acciones sino la conciencia resplandeciente y eterna
que es el testigo de toda existencia.
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