sábado, 22 de abril de 2017

El Karma de cada cual.

         
La palabra que menos se ajusta a la realidad de las cosas es la de “igualdad”. Si en esencia como seres espirituales somos idénticos, no ocurre así, en cambio, como almas, pues la esencia del alma es su particularidad, diferencia e idiosincrasia propia. Cada alma es diferente de las otras y cada alma cuenta y parte de circunstancias y bagaje distintos. Esto es lo que justifica su existencia. Cada alma se involucra en una aventura genuina que supone un recorrido también genuino, con dificultades, pruebas y aprendizajes exclusivos. Así es como se hace la aventura de la evolución y crecimiento de cada alma hacia la conciencia y el despertar. El bagaje con que cada alma cuenta y del que parte es lo que en oriente se llama karma. Todos tenemos un karma, que incluye distintos aspectos de la existencia: todo lo que heredamos del linaje humano al que pertenecemos, también de nuestra pertenencia al cosmos, luego está toda nuestra carga personal que arrastramos de nuestra historia pasada, a ella tenemos que añadir el inconsciente colectivo de la humanidad y finalmente todo lo que con nuestros actos presentes repercute con nuestro futuro. Ese karma es el que hace que nazcamos con el cuerpo que nacemos, en las condiciones en las que lo hace, con la familia que tenemos, la cultura, la economía, la religión y país en el que nacemos, etc… Hablar, pues, de igualdad como si eso fuera la panacea de todo significa no entender nada de cómo funciona la realidad.
            Es precisamente contando con la particularidad de cada cual, como cada alma ha de realizar su trabajo de liberación de la esclavitud y el sufrimiento del ego y de una vida atada, ligada e identificada con los personajes que interpretamos. Nuestros karmas van cambiando y evolucionando. Hay karmas muy duros, otros más suaves y llevaderos, pero de unos y de otros nos tenemos que librar, bien porque los sanamos, trascendemos o consumimos hasta que se agotan, o bien porque soltamos la identificación con ellos y nos descubrimos como seres espirituales libres y gozosos. Cuando dependemos de nuestro karma particular y a él dedicamos nuestras energías y entrega, se dice entonces que tenemos una vida kármica, la cual implica por lo general mucho sufrimiento. Cuando nuestra vida está más en consonancia con nuestra conciencia y aliada con el trabajo que como almas hemos venido a realizar, entonces nuestra vida es una vida dhármica.
            Aprender a contar con nuestro karma particular, amarlo y no identificarnos con él es lo mejor que podemos hacer para tener una vida feliz y cada vez más libre de ese mismo karma. Renegar y luchar contra nuestra “suerte” es un error que sólo prolonga el sufrimiento. Lo más adecuado, es vivir haciendo lo mejor que cada uno puede en cada momento, -que es lo que por lo general suele ocurrir-, y no identificarnos con nada de lo que al final sale, sea bueno, regular o malo. No somos el fruto de nuestras acciones sino la conciencia resplandeciente y eterna que es el testigo de toda existencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario