domingo, 4 de junio de 2017

El Dios cósmico.

             
La existencia nos rodea y en ella nos encontramos, no en una existencia cualquiera sino que, tal y como podemos comprobar, se trata de una existencia que tiene un cuerpo material constatable, que es el cuerpo de la realidad manifiesta, un cuerpo que es accesible al mundo de nuestros sentidos; pues bien, a toda esa existencia formada por incontables objetos, seres y estructuras le llamamos Cosmos. Sus contenidos son amplísimos y según creemos aquí infinitos, y forman universos de muchas clases de los cuales hoy por hoy apenas si llegamos a comprender una parte minúscula que es la que se circunscribe al nuestro.
            Ante esta realidad siempre nos surge la pregunta lógica sobre su origen y formación que si la vamos respondiendo sin prejuicios ni trabas mentales nos irá señalando necesariamente a un fondo difícil de traspasar desde el punto de vista mental y de su razonamiento, con lo que nos tendremos que abrir a un campo de realidad que sobrepasa cualquier planteamiento físico-racional, de modo que finalmente no nos queda más remedio que, o dejar la búsqueda por irresoluble, o continuar insistiendo con la esperanza de que en un futuro inconcreto la explicación vendrá o como algunos científicos hacen abrirnos a un nuevo nivel y orden de realidad subyacente del que la respuesta nos viene y al que le podemos llamar “campo cero”, “campo akásico” o simplemente Dios.
            Entonces, situados en esta última opción, ya nos es posible empezar intuitivamente a comprender y subjetivamente a sentir y percibir que todo es una emanación o “creación” procedente de ese fondo, del cual todo es una exteriorización de cuanto allí en su infinita riqueza ya estaba potencialmente contenido. Vemos así cómo la realidad manifiesta, el cosmos y su “cuerpo material” con sus infinitas formas, tamaños, dimensiones, estructuras y objetos, esto es: vibraciones de luz, partículas más básicas de energía-materia y así sucesivamente hasta llegar a planetas, soles, galaxias, mundos, universos y formas de vida han ido surgiendo desde materializaciones infinitamente básicas y esenciales de conciencia-energía que luego han ido evolucionando hasta las formas más complejas que conocemos y entre las que nos movemos o somos.
            Y, llegados a este punto de la observación, ya nos es más fácil de interiorizar y vislumbrar no sólo nuestras raíces cósmicas sino contemplar al cosmos, como lo que es, como lo que siempre fue: una manifestación de Dios desplegándose, exteriorizándose, siendo. Porque nos empieza a resultar evidente que ni existe ni puede existir separación entre el origen y lo manifestado, y que, por lo tanto  el cosmos ya no puede ser sino contemplado como el “cuerpo material” de Dios, del Ser uno que todo lo conforma y lo es.

            Así que, si antes ya hablamos del ser absoluto en sí mismo, que en sí lo es y lo contenía todo (Brahman en el induismo, el Ser, Lo real, el Uno sin segundo), ahora nos podemos referir a Eso a través del despliegue o desenrolle que hace hacia fuera haciendo real en el mundo de la materia y la forma, en nuestra dimensión, lo que en su Realidad Una existía aún como potencia para nosotros. Y así es, como podemos hablar del Ser cósmico o Dios cósmico, que también así se nos muestra evidente para nosotros en lo que es también nuestra propia dimensión: la cósmica. Con lo que nuestro yo esencial amplía su perspectiva y matices, pues si antes nos remitía a un Yo absolutamente trascendente en el fondo de nosotros, ahora nos muestra nuestro Yo cósmico.

1 comentario:

  1. ¿QUIERES VER A DIOS?
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    Las tres cosas que te alejan y
    Las tres que te acercan a Dios
    - El exceso de alcohol te aleja de Dios
    - El exceso de drogas te aleja de Dios
    - El exceso de sexo sin amor también te aleja de Dios
    Las tres que te acercan a Dios
    - Ama a tu prójimo como a tí mismo
    - Aprende a perdonar y
    - A ser humilde
    Eternamente
    Joaquín Gorreta Martínez 62 años

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