Entre
sus libros destacan: “Volver a Sí mismo”, “Nadie en casa” y “Esto es Ello”.
Existe
una nueva forma de ver, otra posibilidad alternativa al modo que tenemos de
afrontar la vida y de resolver el problema del sufrimiento humano, y esto es lo
que él nos quiere mostrar, pero señalando, en contra de lo que muchas veces se
piensa y se dice, que no existe ningún camino como tal para hallar la
liberación, porque de lo que se trata esencialmente es de quitar errores de
nuestra mente, y soltar cierta clase de conceptos y de creencias que sólo nos
quitan la paz mental.
El
Infinito que buscamos, nuestra verdadera naturaleza no tiene nada que ver con
ideas, ni con creencias, ni se llega allí a través de determinados
comportamientos, no se trata, tampoco, de ser más buenos, ni de hacer un número
determinado de prácticas religiosas para merecer algo, ni siquiera para lograr
determinados estados de éxtasis o experiencias místicas extraordinarias.
Esforzarnos
por conseguir experiencias o querer ser personas espirituales lo único que
puede hacer es reforzar todavía más la idea de un personaje y de un ego que no
somos. Eso desviará nuestra atención de lo que por encima de todos los logros
ya está presente de manera natural y sencilla, aunque como Kersschot advierte
hasta las formas egóticas de concebir la espiritualidad también forman parte
del juego divino y detrás de ellas, sosteniéndolas incluso, brilla la misma
presencia.
Por
eso mismo, no hace falta tampoco que luchemos por dejar de ser “materialistas
egóticos del espíritu”, basta con que nos demos cuenta de ello y nos abramos a
lo que está justo ahí, detrás, contemplándolo y en el fondo de todo eso.
Como
él nos advierte, lo único que hay que hacer es vivir en la corriente que ya
está sucediendo de la Conciencia de Ser, en nuestro verdadero Sí Mismo. Es más:
Querer saber cómo se llega ahí “es tan ridículo como preguntarse cómo
aprende la lluvia a llover, cómo aprende el sol a brillar, qué tiene que hacer
el agua para humedecer”, porque la verdad es que ya somos lo que
estamos buscando y lo que estamos pretendiendo alcanzar. No existen, pues, ni
reglas, ni caminos, ni nada para llegar ahí, que es donde ya estamos, porque
eso lo somos, lo que pasa es que no nos lo creemos. Este es el problema.
Por
lo tanto, mejor que abandonemos la búsqueda y nos entreguemos al aquí y ahora,
que no tratemos ni siquiera de alcanzar la iluminación ya que “lo
único que tenemos que hacer es dejar atrás todas las creencias e ideas preconcebidas,
y olvidarnos de nosotros mismos mientras abrazamos el momento presente. Lo que
hagamos o sintamos no importa”. Cuando uno ama de verdad y se entrega
al Presente siempre su acción es recta. El Presente es Ser y el ser es pura
adecuación y armonía.
“Ver”,
de eso habla constantemente Kersschot, aunque de un ver, eso sí, desprovisto de
las anteojeras de la personalidad egoísta, un ver que no tiene nada que ver
tampoco con un estado de éxtasis, ni con un estado paranormal, es el ver de la
percepción desnuda y pura, algo muy natural y ordinario, entre otras cosas
porque ya se está dando aunque no nos demos cuenta de ello. Es un “ver”
transparente, sin aditamentos, un ver que no se apoya en ningún objeto, aunque
a todos los puede contener. Tomar conciencia de ese ver que somos, ello es lo
verdaderamente liberador.
“No
se trata entonces de cambiar de estado, se trata de reconocer lo que se
encuentra más allá de los estados. El reconocimiento presente de aquello que ya
es. Cuando estamos interesados en un cambio de estado, cuando buscamos un
estado de éxtasis, nos distraemos y evitamos esa Transparencia omnipresente
porque estamos esperando algo extraordinario en el futuro. Pero la verdad es
que la tenemos delante ahora mismo”
El
Sí Mismo que somos, la Conciencia, no pertenece ni puede ser poseída por
ninguna filosofía o religión, es más, siempre cabe el peligro de que las
personalicemos, nos identifiquemos con ellas y nos quedemos atrapadas por lo
que ya no será más que un falso dios hecho a la medida de nuestro ego. Pero el Ser,
la Pura conciencia o transparencia de Dios que contiene todos los pensamientos,
conceptos, formas y nombres, se encuentra más allá de todo eso.
Resalta
este maestro de nuestro tiempo el hecho tan simple pero tan evidente de que en
la raíz de lo que somos sólo hay “existencia”, ¿alguien puede acaso negar o
cuestionar este hecho, hasta se puede “ver”. Y al ver, sólo con la condición de
que la mirada sea desnuda, lo que hallamos es Transparencia, o sea Presencia.
“Una
vez hayamos descubierto la Transparencia, podremos abrirnos a esta presencia en
cualquier lugar, y todos los libros, y todas las técnicas de meditación…serán
superfluos. Esos momentos de Transparencia pueden surgir al caminar por un
bosque, al contemplar el fuego de una hoguera, al admirar las nubes en el
cielo, al nadar en el mar, al bailar, al hacer el amor, al conducir en una
autopista, al disfrutar una copa de vino o al estar completamente absortos en
una obra de arte”.
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