miércoles, 28 de junio de 2017

Jan Kersschot o “Volver a Sí Mismo”


J. Kersschot estudió medicina en la universidad de Antwerp y ha trabajado como médico en Bélgica que es el lugar donde nació. Ya de niño se hacía preguntas como las de “¿qué pasaría si yo no existiera?”, que prefiguraban lo que ya después de adulto se transformaría en inquietud y búsqueda de la verdad última. Estudió y profundizo las tradiciones orientales, en especial el budismo zen, el tantra y el Vedanta advaita. Siempre estuvo muy interesado en integrar la esencia de la sabiduría oriental y la vida según las formas, hábitos y costumbres de los occidentales.
Entre sus libros destacan: “Volver a Sí mismo”, “Nadie en casa” y “Esto es Ello”.
Existe una nueva forma de ver, otra posibilidad alternativa al modo que tenemos de afrontar la vida y de resolver el problema del sufrimiento humano, y esto es lo que él nos quiere mostrar, pero señalando, en contra de lo que muchas veces se piensa y se dice, que no existe ningún camino como tal para hallar la liberación, porque de lo que se trata esencialmente es de quitar errores de nuestra mente, y soltar cierta clase de conceptos y de creencias que sólo nos quitan la paz mental.
El Infinito que buscamos, nuestra verdadera naturaleza no tiene nada que ver con ideas, ni con creencias, ni se llega allí a través de determinados comportamientos, no se trata, tampoco, de ser más buenos, ni de hacer un número determinado de prácticas religiosas para merecer algo, ni siquiera para lograr determinados estados de éxtasis o experiencias místicas extraordinarias.
Esforzarnos por conseguir experiencias o querer ser personas espirituales lo único que puede hacer es reforzar todavía más la idea de un personaje y de un ego que no somos. Eso desviará nuestra atención de lo que por encima de todos los logros ya está presente de manera natural y sencilla, aunque como Kersschot advierte hasta las formas egóticas de concebir la espiritualidad también forman parte del juego divino y detrás de ellas, sosteniéndolas incluso, brilla la misma presencia.
Por eso mismo, no hace falta tampoco que luchemos por dejar de ser “materialistas egóticos del espíritu”, basta con que nos demos cuenta de ello y nos abramos a lo que está justo ahí, detrás, contemplándolo y en el fondo de todo eso.
Como él nos advierte, lo único que hay que hacer es vivir en la corriente que ya está sucediendo de la Conciencia de Ser, en nuestro verdadero Sí Mismo. Es más: Querer saber cómo se llega ahí “es tan ridículo como preguntarse cómo aprende la lluvia a llover, cómo aprende el sol a brillar, qué tiene que hacer el agua para humedecer”, porque la verdad es que ya somos lo que estamos buscando y lo que estamos pretendiendo alcanzar. No existen, pues, ni reglas, ni caminos, ni nada para llegar ahí, que es donde ya estamos, porque eso lo somos, lo que pasa es que no nos lo creemos. Este es el problema.
Por lo tanto, mejor que abandonemos la búsqueda y nos entreguemos al aquí y ahora, que no tratemos ni siquiera de alcanzar la iluminación ya que “lo único que tenemos que hacer es dejar atrás todas las creencias e ideas preconcebidas, y olvidarnos de nosotros mismos mientras abrazamos el momento presente. Lo que hagamos o sintamos no importa”. Cuando uno ama de verdad y se entrega al Presente siempre su acción es recta. El Presente es Ser y el ser es pura adecuación y armonía.
“Ver”, de eso habla constantemente Kersschot, aunque de un ver, eso sí, desprovisto de las anteojeras de la personalidad egoísta, un ver que no tiene nada que ver tampoco con un estado de éxtasis, ni con un estado paranormal, es el ver de la percepción desnuda y pura, algo muy natural y ordinario, entre otras cosas porque ya se está dando aunque no nos demos cuenta de ello. Es un “ver” transparente, sin aditamentos, un ver que no se apoya en ningún objeto, aunque a todos los puede contener. Tomar conciencia de ese ver que somos, ello es lo verdaderamente liberador.
“No se trata entonces de cambiar de estado, se trata de reconocer lo que se encuentra más allá de los estados. El reconocimiento presente de aquello que ya es. Cuando estamos interesados en un cambio de estado, cuando buscamos un estado de éxtasis, nos distraemos y evitamos esa Transparencia omnipresente porque estamos esperando algo extraordinario en el futuro. Pero la verdad es que la tenemos delante ahora mismo”
El Sí Mismo que somos, la Conciencia, no pertenece ni puede ser poseída por ninguna filosofía o religión, es más, siempre cabe el peligro de que las personalicemos, nos identifiquemos con ellas y nos quedemos atrapadas por lo que ya no será más que un falso dios hecho a la medida de nuestro ego. Pero el Ser, la Pura conciencia o transparencia de Dios que contiene todos los pensamientos, conceptos, formas y nombres, se encuentra más allá de todo eso.
Resalta este maestro de nuestro tiempo el hecho tan simple pero tan evidente de que en la raíz de lo que somos sólo hay “existencia”, ¿alguien puede acaso negar o cuestionar este hecho, hasta se puede “ver”. Y al ver, sólo con la condición de que la mirada sea desnuda, lo que hallamos es Transparencia, o sea Presencia.

“Una vez hayamos descubierto la Transparencia, podremos abrirnos a esta presencia en cualquier lugar, y todos los libros, y todas las técnicas de meditación…serán superfluos. Esos momentos de Transparencia pueden surgir al caminar por un bosque, al contemplar el fuego de una hoguera, al admirar las nubes en el cielo, al nadar en el mar, al bailar, al hacer el amor, al conducir en una autopista, al disfrutar una copa de vino o al estar completamente absortos en una obra de arte”. 

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