martes, 25 de diciembre de 2018

La Navidad, por Paramahansa Yogananda

Durante la época de Navidad que se avecina, abre un nuevo portal de sublime
devoción para que la Omnipresencia Crística pueda acudir de nuevo a tu
conciencia. Cada día, cada hora, en cada dorado instante, Cristo ha estado
llamando a los oscuros portales de tu ignorancia. Ahora, en este sagrado y
augusto amanecer, Cristo viene de manera especial en respuesta a tu llamado
interior, a fin de despertar dentro de ti su Conciencia Crística Omnipresente.
Teje una cuna de tiernas percepciones con los hilos de tu meditación, lo
suficientemente espaciosa como para recibir en su acogedora vastedad al bebé
de la Infinitud. Cristo nace en las verdes hojas de la hierba; su dulzura se mece
en la cuna de todas las fragancias. El planeta opalescente engalanado de mares,
la sabana del azur tachonada de estrellas, el amor carmesí de los santos y mártires que se han sacrificado por los
demás, todos se proponen ofrecer un hogar al niño Cristo omnipresente.
El Cristo de la Omnipresencia duerme en el seno de la Eternidad; ansía renacer en todo tiempo y lugar, sobre
todo en la calidez de tu genuino amor. Aun cuando el Cristo Infinito se encuentra presente en cada partícula del
espacio como el esplendor de la siempre renovada sabiduría y expresión creativa, jamás podrás verle a no ser
que Él decida que le contemples en la cuna de tu incesante devoción.
El cálido pesebre de tu corazón ha sido pequeño durante demasiado tiempo, y en él sólo albergabas amor por ti
mismo; ahora es preciso que lo transformes en un lugar inmenso, donde pueda nacer el amor social, nacional e
internacional, el amor por todas las criaturas y el amor del Cristo Cósmico, hasta que todo ellos se conviertan en
el Único Amor.
La Navidad debe celebrarse no sólo con las festividades apropiadas y el intercambio de obsequios materiales, sino
también con la meditación profunda e incesante, a fin de que tu conciencia se convierta en una catedral cósmica
para Cristo, donde puedas ofrendar tus más preciados dones de amor, buena voluntad y servicio para inspirar
física, mental y espiritualmente a aquellos de tus hermanos que se consideran tus enemigos, así como a los que
son tus amigos.
El Cristo Infinito se halla por doquier; venera su nacimiento en los templos hindúes, budistas, cristianos,
musulmanes, judíos y otros genuinos templos religiosos. Toda expresión de la Verdad fluye de la percepción del
Cristo Omnipresente; así pues, aprende a venerar esa sagrada Inteligencia Universal en toda religión, creencia y
enseñanza pura. Puesto que el Cristo Cósmico soñó la existencia del hombre —un ser divino—, deberías celebrar
el nacimiento de Cristo en el amor que ha despertado ahora en ti y que sientes en la misma medida por cada
raza y nacionalidad.
Cada capullo que se abre y cada destello astral es una imagen del Cristo Infinito; engalánalos todos con tu amor.
Contempla en tu amor el nacimiento de un embriagador amor crístico por tus padres, amigos, parientes, vecinos
y todas las razas. En el santuario de tu alma invita a tus pensamientos inquietos a reunirse y aquietarse para que
así se mantengan al servicio del más profundo amor unánime por Cristo.
Al colocar los regalos navideños alrededor del árbol familiar, haz de cada pensamiento un altar de Cristo e
impregna esos presentes con tu buena voluntad. Reverencia al Cristo que nace en toda la creación: en las
estrellas, en las hojas, en los capullos, en el ruiseñor, en los ramilletes de flores y en tu aterciopelada devoción.
Une tu corazón a todos los corazones, para que Cristo pueda nacer y permanecer allí por siempre y para siempre.

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