martes, 10 de abril de 2012

MIS INTUICIONES Y CREENCIAS SOBRE LA VIDA EN EL MÁS ALLÁ; EXPLICACIÓN Y SENTIDO


       ¿Qué relación existe entre esta vida en el cuerpo físico, en un mundo material, y la otra vida, la espiritual, después de la llamada “muerte”? ¿Qué sentido tiene que existan esas dos clases de existencia?

            ¿No podríamos hacer el mismo recorrido hacia nuestra realización total, dentro de una sola y única vida, sin necesidad del “cielo”?

            ¿Qué nos aporta la vida en el mundo físico que no se pueda dar en el mundo sutil del espíritu? Y, al contrario, ¿qué podemos experimentar y vivir en el mundo del alma que sea diferente de lo que se pueda experimentar y vivir en el mundo denso de las cuatro dimensiones?

            ¿Por qué, en definitiva, esas dos realidades, la física y la espiritual?

            En muchas traiciones se habla del “Infierno”, ¿existe?, ¿qué sería?      

1.- El sentido de lo creado, el surgir de la materia densa, el alma y la conciencia de “yo”.

            Ya hemos visto en otro lugar de de estos escritos que Lo Real, Aquello Que Es, Dios, se exterioriza y crea, sólo por el puro deleite de ser; sin ninguna clase de necesidad, puesto que, en sí mismo, lo es y lo contiene todo. Ese Fondo, inteligentemente goza creando, de ahí el orden, la armonía, la estructura, la organización y la sincronicidad e interrelación de todo en todo. Por Puro Amor, sale de sí y se proyecta en el mundo, en todos los mundos y universos, en todos los seres, puesto que Amor es gozo en el ser, y, por lo tanto, en el ser que se prolonga en lo creado.

            El Ser del que todo emana es pura Conciencia, Conciencia “trinitaria”, es decir, conciencia-energía, conciencia-inteligencia y conciencia-amor. Conciencia y Espíritu son conceptos que se corresponden. La Conciencia-Espíritu juega el juego de las realidades manifestadas, en todos los mundos, universos y niveles de la realidad posibles, los pensados, los imaginados, los que vemos y los que aún son un puro potencial de ser y que simplemente aguardan que la conciencia se pose sobre ellos para “aparecer”.

            En este juego de la creación, el espíritu-conciencia se densifica hasta “volcarse-perderse” en la materia, lo creado-físico, y se “oculta” en ello. Antes ha creado un Mundo de Posibilidades aún no desarrolladas a través de lo que sería un Campo Potencial Divino, llamado también Punto Cero o Campo Akásico. Dese allí, de esa “nada llena” surgirán los primeros impulsos de existencia, las primeras vibraciones que aún pugnan por la materialidad, pulsaciones que igual que aparecen desaparecen, y que esperan disponibles un acto creador.

Y comienza el “Gran Juego”. Se plantean las bases para que, poco a poco, vayan surgiendo por evolución y complejidad las estructuras que llegado un tiempo harán posible que se construyan los decorados para que “El gran teatro del mundo” se haga una realidad. Ahora, la cuestión más importante va a ser la de descubrir el “argumento”, y el hilo conductor de esta inmensa, maravillosa, sorprendente y divina trama cósmica. Sólo entonces, y como consecuencia, podremos llegar a comprender el sentido, no sólo de nuestra existencia “en-el-mundo-material”, sino, también, de ese otro “mundo espiritual”, presente en casi todas las tradiciones, y al que en nuestra cultura le llamamos “cielo”.

Tanto el sentido de la evolución como su argumento parece que consisten, primero en avanzar desde la ignorancia más absoluta sobre el ser que se es hasta la autoconciencia de la plenitud de ser en la divinidad de la que nunca salimos, y, en segundo lugar, en vivir creativamente nuestro infinito potencial hasta establecer, como diría Aurobindo, la Vida Divina en la Tierra.

El medio e instrumento con el que la evolución-creación se haría posible son los mundos en donde nuestras almas o conciencia-energía individualizadas van, con sus respectivos cuerpos y en función de sus propósitos o necesidades kármicas “encarnando”.

Así es como cada cual interpreta su pequeña historia, una historia que aunque no lo parezca está entrelazada con infinidad de historias, todas las cuales se complementan, influencian y aportan su “función” para que el Plan Cósmico al que todos contribuimos se realice y se cumpla.

Como las posibilidades que la evolución de un alma afronta son infinitas, ni una existencia, ni muchas de ellas son nunca suficientes para cubrirlas. De ahí, surge la necesidad de la reencarnación. La muerte o extinción de la vida en el cuerpo físico sólo se presenta en este caso como un soltar el traje o vehículo que ya no nos es útil. Pero la vida continúa.

2.- ¿Qué le pasa al alma cuando nuestro cuerpo físico deja de servir? ¿Qué es el cielo? ¿Evolucionan nuestras almas en el cielo? ¿Hay distintos niveles en el cielo?

Existen unas pautas bastantes precisas, que al parecer y por regla general, sin excluir algunos matices, siguen todas las personas cuando dejan este cuerpo. Testimonios e investigaciones, sobre todo a partir de las Experiencias cercanas a la muerte las hay abundantes, los primeros con una profusión que supera los límites culturales, de tiempo, edad y creencias por parte de quienes las han experimentado, y las segundas porque son muchos los científicos que se han acercado a ellas con rigor hasta el punto de que les han llevado a afirmar, como por ejemplo en el caso de Pim Van Lomel, Jeffrey Long, Paul Perry y otros que se trata de hechos demostrables científicamente dada la profusión, contundencia, verificabilidad y contundencia de las pruebas que presentan.

Por otra parte, mi intuición y mi sentir me dicen que la supervivencia es un hecho, y que el paso de este mundo a otro al que podemos llamar “más allá”, “planos superiores” o, en general “Cielo”, es una realidad. Y, como nos ocurre con todas las realidades es bueno tratar de conocerla y comprenderla, pues esto, además de aportarnos orden y claridad en nuestros pensamientos, nos ayudará también, como consecuencia, a acercarnos con una actitud más positiva, esperanzadora y saludable ante una circunstancia que, más pronto o más tarde, todos tenemos que experimentar. Tratar de contribuir a ello es lo que de forma sucinta y un tanto esquemática estamos tratando de hacer aquí.

1.-El tránsito.

Es el primer movimiento que marca el paso entre la Tierra, con la vida en el cuerpo, y el Cielo, con la vida sin el cuerpo físico. Estos serían los rasgos más característicos registrados testimonialmente y ordenados por los investigadores.

a).-Por lo general se acepta que se está “muerto”, algunos no lo quieren aceptar, o les cuesta mucho hacerlo, tal es la viveza con que se experimenta el sentirse de verdad vivos.

b).- Queremos comunicar a nuestros seres queridos que continuamos vivos y que no deben de sufrir por nosotros, sino todo lo contrario.

c).- Algunos se quedan atrapados de manera enfermiza y obsesiva en las cosas dejadas de las que no se quieren separar, de tal forma que rondan durante mucho tiempo los lugares y circunstancias que habitaron.

d).- Los hay que quedan condicionados por sus remordimientos, cosas inconclusas, sentimientos de culpa, etc. A esto es a lo que se llama vivir el propio purgatorio, y si la cosa es muy intensa su infierno particular.

e). La preparación, creencias, actitudes internas y saber personal es el que determina la forma de vivirnos en esa primera etapa “postmortem”. Para muchos, a diferencia de los casos citados, la alegría, el gozo y la liberación pronto se empieza a manifestar.

f).- Recibimos enseguida y de forma automática toda la ayuda que vamos a necesitar, dependiendo de nosotros aceptarla o por nuestra ceguera e ignorancia demorarla.

g).- Instintivamente si salimos de nuestra obcecación por lo dejado nos encontramos ante una maravillosa, amorosa y dulce luz que nos llama y atrae. Tal es la confianza que nos da, que nos vamos acercando a ella sintiendo un ansia muy grande por entrar en su interior.

h).-En lo que dura este proceso en ningún momento nos sentimos solos, sino todo lo contrario.

i).- Nos dirigimos a la luz y entramos en ella; se trata del famoso “túnel” de luz del que hablan quienes han regresado del más allá. Es la vía que separa el Cielo de la interfase en que nos hallábamos, es un “paso entre dos mundos”.

j).- “Entramos” en el Cielo

2.- El Cielo

Nuestras almas, cuando las estructuras o cuerpos que habían tomado y de los que se servían “mueren”, “regresan” a un mundo nuevo, cuya sustancia es idéntica a ellas mismas. Es decir, vamos a un mundo espiritual, hecho con una sustancia espiritual para cuerpos igualmente espirituales. A ese espacio se le ha llamado tradicionalmente “Cielo”.

El Cielo no es propiamente un “lugar” que se encuentre en “otro sitio” distinto al de la tierra. De hecho, podemos decir que en un mismo “sitio” existen muchísimas posibilidades de existencia. Todo depende del nivel vibratorio de cada una de ellas. La Tierra con nuestras características es una, pero el Cielo es otra. Y es que, si aceptamos que la base de toda realidad es la conciencia energía y que lo que diferencia materialmente a cada “mundo” es su nivel vibratorio, podemos afirmar que el cielo se diferencia de la tierra porque su nivel vibratorio es muchísimo más sutil que el nuestro; por eso, no puede ser constatado por los sentidos físicos, lo mismo que le pasa a nuestra alma. Esa diferencia de frecuencia vibratoria es lo que hace que no exista entre cielo y tierra un problema de espacio, como tampoco existe problema para las muchísimas emisiones de radio, televisión, Internet, telefonía, etc…que ahora, en este mismo instante, surcan los aires y que se hallan, sin interferir entre ellas, en el mismo “sitio”.

Pero no sólo eso, hay algo aún más importante. El mundo del espíritu no está sujeto a las determinaciones del espacio físico ni tampoco a las del tiempo. En el cielo, se vive bajo los principios de la “no localidad” como ocurre en la física cuántica; sencillamente, allí el espacio ha dejado de ser un problema y también el tiempo. En el cielo se existe “más allá” del espacio y del tiempo, los cuales ya no nos son necesarios para vivir.

Así como en este mundo, espacio y tiempo son las coordenadas físicas sobre las que nos movemos y sin las cuales nos sería imposible existir, en el “cielo”, y aunque desde aquí resulte difícil de entender, lo más “natural”, “espiritual” habría que decir tal vez, es la mente. Allí, nuestra existencia transcurre bajo coordenadas mentales las cuales marcan los parámetros en cuyas condiciones todo se desenvuelve. Los parámetros del mental se ajustan al principio de la “no localidad”, y por lo tano del no tiempo, tal y como veremos.

Sin la pauta de la dimensión tiempo lo real es muchísimo más vívido. Y lo vívido por excelencia es Lo Divino que es la misma Vida. Pero, por si alguien aún se resiste a creer que se pueda existir sin el tiempo, he aquí lo que dice el maestro Eckhart sobre el tiempo:

            “Alégrate en Dios todo el tiempo, dice S. Pablo. Se alegra todo el tiempo, quien lo hace por encima del tiempo y libre del tiempo. Tres cosas privan al hombre de conocer a Dios. La primera es el tiempo, la segunda es la corporalidad, la tercera es la multiplicidad. Para que Dios pueda entrar, estas cosas deben salir – de no ser que las tengas de un modo más elevado, mejor: la multitud resumida en uno en ti”.


3.- La vida en el Cielo.

En el Cielo nos encontramos con nuestra verdadera naturaleza, sin ninguna clase de lastres. Allí experimentamos el puro amor-felicidad, la inteligencia-sabiduría y la energía-fuerza que son los constitutivos esenciales de nuestra alma; lo que ocurre, es que el grado en que nos vivimos en esas cualidades esenciales depende del desarrollo alcanzado por las mismas como consecuencia de las experiencias y situaciones que elegimos previamente vivir en la tierra. Allí disfrutamos y gozamos de la existencia en función de nuestro mundo personal, sin más límite que aquel que nuestra misma mente pone.
           
En el Cielo vivimos un tiempo como de descanso, lo más parecido a un período de vacaciones, en el que nuestra actividad, al menos como se experimentaba en la tierra alrededor del trabajo, el esfuerzo y el sufrimiento se suspenden momentáneamente. Tenemos las actividades, las relaciones, las diversiones y las tareas con las que mejor sentimos nuestra plenitud interior. A ellas nos entregamos.

Todo esto se realiza sincrónicamente, sin que nadie interfiera negativamente con nadie. Digamos, que todos colaboran a la realización del conjunto. La creatividad como expresión del potencial de cada cual, según las múltiples facetas que en cada uno pueda tomar, es la tarea básica que allí se vive y manifiesta. El cielo es una explosión festiva del arte en todas sus formas y de la alegría de ser en todas nuestras posibles manifestaciones. Allí nada es trivial, insignificante, ni anodino, es más, lo trivial, insignificante y anodino se vuelven luminosos, radiantes,…y trascendentes. Un simple paseo se vuelve una experiencia sublime.

La clave consiste en que, sin tiempo, sólo se vive en Presente, en el que el pensamiento ya no interfiere para nada y sólo el vivir de la vida ocurre donde queremos y en el instante deseado. A esto nos referíamos al citar antes el principio tomado de la física cuántica de la “no localidad” según el cual todo está en todo de manera potencial y siempre. Todo está interrelacionado; basta que nosotros lo traigamos con nuestra mente a “nuestro mundo” para que ocurra. Esto, que es tan difícil que se de en la Tierra, en el cielo sucede de la manera más natural posible. Allí, los deseos son realidades.

Tal vez nos puede resultar esto muy extraño si no imposible, e igualmente difícil de explicar, por eso es tan importante que no nos olvidemos de una realidad: la vida en nuestra dimensión físico-terrestre tiene muy poco que ver con la vida en el cielo, ya que se trata de mundos que funcionan según leyes y principios distintos, igual como ocurre entre el mundo cuántico y el mundo físico normal. Con la particularidad de que todo indica que existen muchos paralelismos entre las leyes de la física cuántica y las de la realidad espiritual que se vive en el cielo. Diríase, por lo que estamos exponiendo, que el mundo del cielo tiene mucho que ver con los mecanismos de funcionamiento y aparición de la realidad tal y como son descritos  por la física cuántica; veamos si no, lo que Lynne Mctaggart en su libro “El Campo” nos dice al respecto:

“En la física cuántica se descubrió que el estado probabilístico de cualquier partícula se colapsa en una entidad fija en cuanto es observada o medida. Para explicar estos extraños sucesos, los físicos cuánticos han postulado la existencia de una relación participativa entre el observador y lo observado: hasta que son “perturbadas”, estas partículas sólo tienen cierta “probabilidad” de existir, y el acto de observarlas y medirlas las obliga a adoptar un estado determinado; un estado similar a solidificar la gelatina. Esta asombrosa observación también tiene implicaciones abrumadoras respecto a la naturaleza de la realidad. Sugiere que la conciencia del observador trae al ser al objeto observado. Nada en el universo existe como una “cosa” real e independiente de la observación. Estamos creando nuestro mundo cada minuto de cada día.

La conciencia del observador en el Cielo “colapsa”, es decir, trae a la realidad” instantáneamente todo aquello que se desea. Así ocurre y así se vive.

4.- ¿Crecemos en el cielo? ¿Evolucionan allí nuestras almas?

            Si, por una parte, en síntesis, el Plan general que sigue nuestra alma se sujeta a las pautas de crecer y evolucionar hasta desarrollar todo su potencial divino, descubrir y despertar hasta reconocerse en la unidad con Dios, crear y realizar la vida divina en la Tierra, y gozar en el deleite puro de ser, por otra parte podemos decir que, mientras aquí en nuestra dimensión encarnada llevamos poco a poco la consecución de tal proyecto, en el Cielo, como en un interregno, gozamos ya, según nuestro nivel alcanzado, de la “vida divina”, una vida divina no completa aún pero sí a partir de las condiciones esenciales del ser y sin las negativas interferencias del ego.

            No sería el Cielo, en esencia, un lugar donde aprender y crecer. La “Escuela” propiamente se encontraría en la tierra, con todas las dificultades, pruebas y obstáculos a superar dentro de lo que sería el inmenso “juego cósmico” de Lo Divino que cada cual voluntariamente realiza. Esto, que es lo que yo intuitivamente creo, coincide con la idea que sobre lo mismo tiene el destacado físico cuántico Amit Goswami, quien en su libro “Ciencia y espiritualidad” razona el por qué en el Cielo nuestra alma no puede crecer; y lo dice de la siguiente manera:

            “La mónada cuántica (alma)…no puede crecer espiritualmente…y por lo tanto no puede ser liberada mediante un trabajo espiritual en los cielos. Transporta el condicionamiento y aprendizaje de la encarnación previa, pero no puede añadir o sustraer nada mediante un esfuerzo creativo, cosa que sólo puede hacerse en la forma manifiesta  y terrenal. ¿Por qué? Porque no existe colapso de ondas de probabilidad cuántica de una mónada cuántica (alma) desencarnada sin la ayuda de un cuerpo físico correlacionado” ( Edit. Kairós, pag. 141)

            Dicho de otra manera, tal y como yo lo comprendo: siendo el cielo un “medio divino”, perfecto como tal, que así se vive y experimenta, desde el ser, es decir, sin ego, y siendo que el ser en sí ya es bienaventurado, o sea, puro amor-gozo, pura inteligencia-sabiduría y pura energía, en ese caso, pues, no hay lugar para el contraste entre lo que vivo y lo que me falta, entre lo que tengo y lo que no tengo o entre mi grado de desarrollo y otro superior, ya que aparentemente lo tengo ya y lo soy todo. El movimiento y el cambio en el cielo se dan no para compensar carencias, como pasa en la Tierra, sino por el sólo y puro disfrute de ser. En tal caso, la necesidad de crecimiento y desarrollo es lógico que ni se plantee.

            Me atrevo incluso a creer que la línea divisoria existente entre el Cielo y la Tierra llegará un momento en que dejará de tener sentido: a nivel individual, para quienes ya han realizado o realicen la Vida Divina o Reino de Dios en su interior, los seres despiertos, los iluminados, los santos; y a nivel planetario o cósmico cuando hayamos realizado esa misma Vida Divina en la Tierra, en otros mundos o en otros universos. En tal sentido, en el Yogavasihtha se lee:

            Turbada o quieta, el agua es siempre agua. ¿Qué diferencia puede producir la encarnación o desencarnación para los liberados? En la calma o la tormenta, la identidad del Océano no sufre cambio”.

            Porque, añadimos nosotros, para tales seres en cualquier “sitio” se está en el mismo “Sitio”, es decir, en la plenitud del  Ser, en el Todo Uno de Dios.

           

5.- ¿Al llegar al Cielo estamos solos, nos recibe o acompaña alguien? ¿tenemos a quien nos guíe u oriente?


Por comparación y siguiendo una lógica previa, la misma que hizo que al nacer a este mundo se nos recibiera y acogiera por nuestros seres queridos, deduzco lo que en realidad nos ocurrirá después. Intuyo que nuestro nacimiento en el lugar y con las personas que fueron nuestros padres y familiares no tuvo nada de casual, no se nos concibió más que en la medida en que nosotros libremente vinimos. Llegamos a donde un grupo de almas con las que teníamos cierta clase de vínculos y de compromisos para crecer juntos, además de reunir los requisitos que nosotros y ellos necesitábamos para llevar a cabo dicha tarea, nos esperaban. Esto es lo que hicieron de forma particular nuestros padres; ellos con nuestros familiares nos recibieron.

En sentido inverso, al abandonar nuestro cuerpo terrestre, también intuyo que seres muy vinculados a nosotros, lógicamente, de parecido modo saldrán a recibirnos enseguida que tengan conocimiento de nuestra llegada; ellos nos acogerán con gran gozo y alegría. Parece que debe de ser así, y así lo atestiguan quienes dicen haber accedido a esos niveles de visión, bien a través de una experiencia cercana a la muerte, bien por sus dotes de videncia o por su capacidad de entrar en esos planos de realidad, como sería el caso, por ejemplo, de Anne y Daniel Meurois Givaudan, quienes en su hermoso libro “Crónica de un acompañamiento” (Ediciones Luciérnaga, pag.160) , describen lo que ellos mismos han presenciado, -“gracias a una habilidad para salir del cuerpo” que ellos utilizan-, del encuentro real entre la protagonista Elisabeth y sus seres queridos una vez que esta ha abandonado definitivamente su cuerpo y se halla en los planos superiores de la realidad, al otro lado del “velo” y a punto de entrar en el Cielo. Los entrecomillados son expresiones de Elisabeth, lo demás son comentarios de Anne y Daniel que la acompañan:

“¿Donde estáis?...esta luz…¡oh es ÉL, es un Sol que viene a buscarme…”

Algo ha cambiado en la percepción que tenemos de nuestros propios cuerpos sutiles. Sus átomos vibran con más intensidad…tal vez como si todos ellos se volvieran conscientes de su propia onda. Comprendemos, sentimos que la transformación y la ascensión de Elisabeth nos aspiran y nos imprimen este movimiento que es suyo. Por eso hace falta que nos abandonemos a él, que nos dejemos conducir con total confianza, para dar testimonio hasta el final del gran viaje del alma.
……………….

“Escuchadme, escuchadme…¡oh sí, existe ese maravilloso corredor al final del cual el Sol nos está esperando…creía estar cegada por esta blancura, tan blanca, sin embargo hay tanto gozo en ella…….”
“Mamá, ¿eres tú?¿me estabas esperando?.....”
“Entonces…¿sabías que venía?”
“Todos lo sabíamos…no imaginas cuán numerosos somos los que te esperábamos”
…………………..
“No era sólo mi madre quien me esperaba en la luz, al final del corredor largo. También mi padre y mi hermano y todos mis parientes y amigos de antaño que acechaban mi llegada a la casa…¡como para una verdadera fiesta!”
…………………..
“Ahora sé bien que no es un sueño, sino otra cara de la realidad.Vi a dos seres de luz que me cogían de la mano hasta un lugar muy blanco.Yo sabía que era fuera del tiempo, fuera de todo, y que era la parte más fina de mi ser, algo más que la antigua Elisabeth quien lo vivía”

Otra cosa es lo que ocurre una vez que ya se han realizado estos encuentros, después de los cuales y también como parece lógico, y así en el mismo relato se vislumbra, cada ser se dirige, acompañado por “seres de luz” o guías, hasta lo que será el nuevo hogar mientras dure su estancia en el Cielo.

6.- ¿Hay niveles en el cielo?, ¿en cual de ellos nos colocamos cada cual?, ¿qué seres los habitan?

Ya lo hemos respondido de alguna manera. Entiendo que sí que los hay. Una selección espontánea en base a grado de conciencia, sintonías, vibraciones, pureza, despertar espiritual, actitud de servicio, entrega y evolución dentro del Plan Evolutivo es la que establece, entiendo yo, la existencia de los distintos “mundos” celestiales, los cuales, por lo demás, también son recogidos por bastantes tradiciones y concepciones religiosas a lo largo de la historia de la humanidad.

Personalmente estoy firmemente convencido, también, de la existencia de seres muy sublimes que trabajan desde los planos superiores con el fin de ayudar a los seres humanos en su evolución espiritual, seres cuya luz y amor hasta al mismo sol deslumbran. He aquí lo que el gran poeta y místico Jalal-uddin Rumi escribió a este respecto:

“Morí mineral y me convertí en planta.
Morí planta y me levanté animal.
Morí animal y fui un hombre.
¿Por qué temería? ¿Cuándo mengüé muriendo?
Una vez más moriré como hombre y me elevaré
Con los benditos ángeles; más también de la angélica
Condición pasaré. Todo, salvo Dios, perece.
Cuando haya sacrificado mi alma de ángel,
Me tornaré en aquello que ninguna mente jamás ha
Concebido.
¡Oh, no exista yo! Pues la No Existencia proclama:
   “A Él volveremos”


7.- ¿Qué hay del llamado Infierno?

   También como el Cielo es un “lugar” que se mueve bajo parámetros mentales de no tiempo y de no localidad espacial cuántica, donde la creencia sobre lo que somos y creemos merecer determinan nuestra estancia y experiencia. A diferencia del Cielo donde los seres viven desde su esencia como luz-inteligencia, amor-gozo-felicidad y fuerza-energía a partir de la cual crean su hogar y hábitat que sólo está teñido, como consecuencia, de pura positividad y dicha, en el Infierno las condiciones cambian.

Quienes se instalan allí, lo hacen desde la fuerte identificación con su negatividad, y especialmente con su culpa. El fuerte rechazo interior hacia la luz y lo divino con un enganche muy fuerte a las características egoístas de la personalidad, sumados al recuerdo muy vívido de acciones realizadas contra la humanidad y la vida, retienen en un mundo de sufrimiento y penar a quienes así han vivido. Es nuestro propio sentir el que crea ese Infierno, del mismo modo que un sentir más limpio y luminoso nos abre al Cielo.

Nadie nos juzga ni nos condena fuera de nuestra propia mente. Y nuestro nivel de conciencia nos hace vivir el correspondiente nivel. No es esto otra cosa más que el cumplimiento lógico del evolucionar de nuestras almas mientras permanecemos ligados a la ley de causa y efecto.

También el Infierno se comparte con otros seres o almas de nuestro vibrar.

Pero no hay problema, también de nuestro particular Infierno se sale. Nada en quienes somos esencialmente Hijos de la Realidad Suprema puede ser un fracaso. Todo, hasta lo que parece más indigno y repulsivo, desde la mirada de La Conciencia o del Ser Divino es bello. Todo es parte del Gran Juego Cósmico. Sólo nuestra mente nos confunde y engaña, y a todo nos llega en un momento u otro nuestra reconciliación y despertar.

Todos los seres de luz, todas las Grandes Conciencias están deseando y empujando para que abramos nuestros ojos y miremos también la claridad de la autocompasión, del perdón, de la misericordia y del reconocimiento de nuestro verdadero ser. Cuando ese instante llega quienes han permanecido en ese Infierno entran en su Cielo particular, en la experiencia resplandeciente y amorosa de su alma.

8.- ¿Durante cuanto tiempo permanecemos en el Cielo o en el Infierno?

Por ser lugares más allá del tiempo, su duración no tiene nada que ver con la nuestra. Un instante puede ser la eternidad misma y viceversa. Pero con todo eso, existe ese momento en el que nuestra alma siente de nuevo la necesidad de evolucionar. Es entonces cuando se sale de allí, y, por supuesto, no nos faltarán quienes nos orienten y conduzcan hacia lo que será nuestro nuevo nacimiento.

Dice San Bernardo:

“La criatura espiritual que somos tiene necesidad de un cuerpo, sin el cual no podría en modo alguno alcanzar ese conocimiento que obtiene como único modo de aproximación a las cosas por el conocimiento de las cuales de las cuales llega a ser bendita”

Y en el vivir nos instalamos…

9.- Y la Vida Continúa, creando formas, creando universos, creando existencias.

            Nada mejor, una vez que hemos nacido que procurar descubrir nuestra realidad, el propósito y fin de nuestro nacimiento, el sentido de nuestra existencia. Ningún fin puede ser más grande que, por un lado, el conocimiento de nuestro Ser, la Fuente de nuestra realidad y, por otro, descubrir cual es el mejor modo de aplicar todo nuestro inmenso potencial al servicio de la Humanidad.

            Sólo cuando nos hemos limpiado del protagonismo de nuestro ego, con un verdadero trabajo interior, lo que se llama una sadhana o trabajo espiritual, se puede dar esto. Entonces, viviremos desde nuestro Ser y a su servicio, que es lo mismo que al servicio del Plan Divino de Luz, Amor y Creatividad para la Tierra.

            Como broche final, dejo ahí dos perlas que bien nos pueden redondear todo cuanto hemos dicho. Por una parte, lo que se puede leer en el Srimad Bhagavatam:

            “Habiendo logrado nacer humano,…el hombre prudente, dejando toda vanidad a los que son vanos, debería esforzarse en conocer a Dios, y sólo a Él, antes de que la vida pase a la muerte”.

            Y ahora, lo que escribe Deepak Chopra en su precioso libro “Jamás moriremos”, Santillana Ediciones:

            “…Somos primero mente y espíritu, y eso hace que nuestro hogar se encuentre más allá de las estrellas….El hecho de saber que algún día regresaré al campo para encontrar mi fuente me proporciona una confianza inconmensurable con respecto al propósito de la vida…Mi fe se renueva cada vez que existe un momento en que soy testigo, en que puedo tocar el silencio de mi propio ser”



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            OBSERVACIÓN FINAL:

He escrito esto sólo con la finalidad de aportar algo a quien le pueda de verdad ser útil y beneficioso para su crecimiento. Si es así y crees que puede también ayudar a alguien más se lo compartes.




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