Aparentemente
la vida sigue los patrones que los seres humanos le vamos marcando en función
de nuestros conocimientos, esfuerzos, resistencias y voluntades. Todo parece
ser obra de nuestros planes particulares o grupales, como si nuestros intereses
“personales” o “sociales” lo dominasen todo. Pero no es así como son y suceden
las cosas si uno las contempla desde el mundo del espíritu, del alma o del ser
en el que todo sigue fines que poco o nada tienen que ver con los objetivos que
el mundo del ego o “superficial” se plantea. Y esto es fácil de concebir y de
ver cuando uno comprende que la base y la raíz de todo es el personaje, ni las
formas colectivas externas sino el espíritu o esencia de la realidad toda, que
en su absoluta libertad, sabiduría y poder organiza, diseña y crea estas
realidades que como humanos y expresión suya experimentamos. Pero no se trata
de una experiencia carente de sentido, en absoluto, sino que está organizada en
base a todo un proyecto evolutivo de la conciencia que se realiza a través del alma o dimensión
que se desarrolla y crece de nuestro ser.
Este
desarrollo y evolución del alma no es caprichoso sino que está absolutamente “pensado”
desde la inteligencia divina que todo lo envuelve y nutre, o lo que es lo mismo:
este desarrollo sigue una dinámica lógica, -la lógica del espíritu-, que
partiendo de la absoluta ignorancia u olvido de nuestro ser de lo que es su
esencia (esto es la involución divina) camina a través de acontecimientos y
vidas (esto es la evolución) hasta el origen en conciencia de lo que siempre
fuimos, y ello es lo que significa Despertar a la totalidad divina de la que formamos
parte y en la que somos. Y para que esto se dé hay lo que llamaríamos un Plan,
el plan divino dentro del cual nos vamos a mover, experimentar y existir.
El
que diseña el plan para nuestra alma es nuestro propio ser, él traza el camino
así como los infinitos guiones posibles dentro de los cuales movernos para que
esto suceda. Y ¿qué es lo que hace el alma?, pues seguirlos, sólo eso. La auténtica
libertad aquí es la de nuestro ser y el asentimiento que como almas hemos dado
para seguir y amoldarnos al plan. Esto es lo que todos hacemos, y esto es
vivir: reproducir el plan de nuestro ser hasta recordar nuestra identidad
esencial y vivirnos a partir de entonces creatívamente como tal identidad. Mientras
tanto, la llamada libertad de los egos es sólo un mito, una falacia, pues los
egos son esclavos de fuerzas, energías, acciones y dinámicas muy complejas (las
gunas dicen en oriente) que los atan
y condicionan en todas sus expresiones. Por eso hablar en ese sentido de culpa
y de cosas parecidas cuando nos contemplamos como egos no tiene ningún sentido
sentido (todo sigue la voluntad de Dios o del espíritu: “ni un solo cabello se cae sin que la voluntad de Dios lo desee” ¿por
qué lo olvidamos?)
Cuando
sabemos que estamos realizando el plan que nuestro ser ha trazado, toda cobra
un gran sentido, hagamos lo que hagamos y sea lo que sea que experimentemos,
pues todo nos está llevando al despertar a nuestra verdadera identidad y a la
vida real, la vida que todos aspiramos a vivir. Es así como el Plan se cumple y
la vida divina se realiza.
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