sábado, 20 de mayo de 2017

Existe un Plan que nuestra alma va siguiendo.

Aparentemente la vida sigue los patrones que los seres humanos le vamos marcando en función de nuestros conocimientos, esfuerzos, resistencias y voluntades. Todo parece ser obra de nuestros planes particulares o grupales, como si nuestros intereses “personales” o “sociales” lo dominasen todo. Pero no es así como son y suceden las cosas si uno las contempla desde el mundo del espíritu, del alma o del ser en el que todo sigue fines que poco o nada tienen que ver con los objetivos que el mundo del ego o “superficial” se plantea. Y esto es fácil de concebir y de ver cuando uno comprende que la base y la raíz de todo es el personaje, ni las formas colectivas externas sino el espíritu o esencia de la realidad toda, que en su absoluta libertad, sabiduría y poder organiza, diseña y crea estas realidades que como humanos y expresión suya experimentamos. Pero no se trata de una experiencia carente de sentido, en absoluto, sino que está organizada en base a todo un proyecto evolutivo de la conciencia  que se realiza a través del alma o dimensión que se desarrolla y crece de nuestro ser.
Este desarrollo y evolución del alma no es caprichoso sino que está absolutamente “pensado” desde la inteligencia divina que todo lo envuelve y nutre, o lo que es lo mismo: este desarrollo sigue una dinámica lógica, -la lógica del espíritu-, que partiendo de la absoluta ignorancia u olvido de nuestro ser de lo que es su esencia (esto es la involución divina) camina a través de acontecimientos y vidas (esto es la evolución) hasta el origen en conciencia de lo que siempre fuimos, y ello es lo que significa Despertar a la totalidad divina de la que formamos parte y en la que somos. Y para que esto se dé hay lo que llamaríamos un Plan, el plan divino dentro del cual nos vamos a mover, experimentar y existir.
El que diseña el plan para nuestra alma es nuestro propio ser, él traza el camino así como los infinitos guiones posibles dentro de los cuales movernos para que esto suceda. Y ¿qué es lo que hace el alma?, pues seguirlos, sólo eso. La auténtica libertad aquí es la de nuestro ser y el asentimiento que como almas hemos dado para seguir y amoldarnos al plan. Esto es lo que todos hacemos, y esto es vivir: reproducir el plan de nuestro ser hasta recordar nuestra identidad esencial y vivirnos a partir de entonces creatívamente como tal identidad. Mientras tanto, la llamada libertad de los egos es sólo un mito, una falacia, pues los egos son esclavos de fuerzas, energías, acciones y dinámicas muy complejas (las gunas dicen en oriente) que los atan y condicionan en todas sus expresiones. Por eso hablar en ese sentido de culpa y de cosas parecidas cuando nos contemplamos como egos no tiene ningún sentido sentido (todo sigue la voluntad de Dios o del espíritu: “ni un solo cabello se cae sin que la voluntad de Dios lo desee” ¿por qué lo olvidamos?)

Cuando sabemos que estamos realizando el plan que nuestro ser ha trazado, toda cobra un gran sentido, hagamos lo que hagamos y sea lo que sea que experimentemos, pues todo nos está llevando al despertar a nuestra verdadera identidad y a la vida real, la vida que todos aspiramos a vivir. Es así como el Plan se cumple y la vida divina se realiza.   

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