No es que el ego desconectado del alma y del ser haya desaparecido, está
ahí del todo, a veces incluso con más fuerza que antes. Pero ya existe un
impulso y un deseo interior que es diferente del que dominaba el mundo de ese ego.
Ahora existe una preocupación clara por el más allá de la muerte, por comprender
lo que nos está pasando, se busca el significado de lo que hacemos y de
nuestras relaciones, hay un deseo de comprensión sobre la evolución de nuestras
vidas, la intuición empieza a ocupar un lugar más importante que antes y
presentimos que somos algo más que el cuerpo y la mente. Desde esta nueva
perspectiva que va surgiendo en nosotros, la visión plana y egótica que antes
presidía nuestra existencia (vivir adaptados, protegernos, triunfar, calidad de
vida, etc.) adquiere un relieve de profundidad característico: nos convertimos definitivamente
en buscadores de la verdad y de la realidad sobre nosotros, el mundo y el
universo. No es que uno se tenga que ir a ninguna montaña, ni que tenga que
prescindir de sus cosas, nada de eso, la vida continúa, más o menos como antes,
o no, eso ya depende de cada cual, pero ahora queremos saber, estamos
comprometidos con nuestra verdad. Y todo eso sucede porque un nuevo nivel más
desarrollado de nuestra alma, ahora más ligada a la conciencia se está haciendo
presente. Porque nuestra alma está empezando a despertar, y un nuevo sentido de
identidad o de yo más interiorizado, menos mental y emocional, está surgiendo.
¿Y qué hacemos con nuestros problemas, con
las dificultades, con las dudas? Mirarlos
simplemente, darnos cuenta de que están ahí, experimentarlos y dar la respuesta
más inteligente e integral que podamos y sepamos dar. Con una particularidad,
ahora incorporamos que los problemas están ahí para aprender, sacar nuestro
potencial afectivo, intelectual y energético, sólo parea eso, porque lo
importante ahora ya no es el problema en
sí, sino el significado que tiene para mí, a donde me lleva y en qué me hace
crecer. Eso es colocarse en el nivel del alma despertando y entrar en la
dirección del despertar a lo que se es. Porque el alma despertando empieza a
ver que todo es como un teatro, por muy aparatoso que sea lo que se nos ponga
delante. Y que lo verdaderamente real es aquello que me ha traído a vivir:
evolucionar y despertar hacia la conciencia de ser, de ser un centro de luz y
de poder, de amor y de sabiduría. Todo lo demás es pura parafernalia, sólo eso.
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