sábado, 29 de julio de 2017

DIOS, LA OLA Y NUESTRO SER.

Dios es Lo Real. Sin principio, sin final, sin antes ni después. Es Presente, es Presencia. No hay un antes de Dios, no hay un después de Dios. Siempre es Dios. Todo es Dios. Totalidad y unicidad: Lo Uno. La mente, en cambio, es lo que hace de filtro, ella es como una rejilla que tamiza esa unidad, dividiéndola, fragmentándola, clasificándola, separándola, del mismo modo que una trama cualquiera deshace en mil formas la luz del sol, o que un cristal descompone la luz en los colores del arco iris. Pero la mente es sólo un pensamiento, y los pensamientos son formas, sombras chinescas en el infinito e inabarcable espacio de Dios.
Y Dios contempla sus pensamientos, y las formas, y todo cuanto desde dentro de sí aparece y desaparece en lo que se llama espacio y tiempo, que también son parte de esos pensamientos.
A veces, Dios se entretiene tanto con sus formas y sus pensamientos que se olvida de sí. Entonces juega a reencontrase siguiendo el rastro de esas mismas formas y de esos mismos pensamientos. Y es así, como se sorprende a sí mismo cada vez que se vuelve a encontrar.
Realmente no es fácil hablar de Dios, del mismo modo que a una ola le es muy difícil hablar del mar. Pero la ola sabe lo que es el mar, vive lo que es el mar, siente lo que el el mar. Y esto es lo que le ocurre a nuestra alma, a nuestro ser, que experimentan a Dios, pero, en cambio, ni tan
siquiera lo pueden señalar o mostrar de tan dentro de Él como están, y de tan Él como son.

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