martes, 4 de julio de 2017

DIOS TU SER, LA LIBERTAD TU CAMINO, Y LA UNIDAD EL ESPEJO EN QUE TE VES.

Vamos a tratar de analizar y comprender los ecos, sugerencias y profundidades que esta palabra, “Dios” nos trae, intentando ir cada vez más “alto” y más “lejos”, más allá del más allá de todo lo que encarcela, encorseta y oprime la expansión de nuestro amor, creatividad como seres vivos y de nuestra conciencia.
Lo vamos a hacer indagando con la ayuda de la mente, pero sobre todo con el corazón, o sea, con ese instrumento tan preciado que es la intuición, y desde luego con todo nuestro ser. No lo haremos desde la perspectiva de ninguna religión en particular, sino con la libertad y el saber que nace del mismo sentir, y conscientes de que aquello hacia lo que señalamos, -la inmensidad del Ser-, no sólo no es propiedad de nada ni de nadie sino que autónomo, omniabarcante e indomable fluye constantemente como manantial desbordante de puro vivir en cada ser único y particular, y en la Realidad Una en donde la Totalidad de Dios existe y se reconoce.
Entraremos en el amplio marco de lo que consideramos el Fondo Sin Fondo de la Pura Existencia, -que eso es Dios-, justo allí donde nos encontramos sin restricciones ni máscaras, libres de nuestros personajes, sin mediadores ni intérpretes, y con la convicción añadida de que conocerlo es conocernos y viceversa. Por eso, Su Historia es la misma historia desplegándose sin fin de todo cuanto existe, donde mi vida, tu vida y todas las vidas son siempre  eso: interpretaciones del Dios-Actor que cada uno somos en el escenario de las infinitas existencias, donde unos y otros, cómplices en el mismo despertar, nos iremos reconociendo también como verdaderos Autores-dioses de las obras que representamos y de las realidades que desplegamos.
 Qué duda cabe de que para llegar a “Dios-en-mi”, que es el verdadero Yo Soy de cada ser, hay un trabajo previo que hacer, cual es el de desbrozar el camino, desmontando y derribando falsos dioses de cartón piedra, así como los fantasmas e ídolos interpuestos, que son los errores y mentiras que en su nombre se nos han colado desde el inicio de los tiempos. Para eso, tenemos que recobrar nuestra mirada de niños, que es la mirada directa sobre lo que hay, sobre lo que somos, libre de la carga de tantos pensamientos que no sólo nos traen el recuerdo del miedo, la duda, la desconfianza sobre nuestro ser y, en definitiva, sufrimiento, sino que, además, velan y esconden la Realidad de Lo Que es, de Lo Divino o Dios.
En esta divina aventura, -que es vivir experimentando, aprendiendo y despertando-, contamos con una excelente noticia: la de que el camino hacia nuestra luminosa y radiante identidad existe, aunque espera de nuestra voluntad activa si es que de verdad lo queremos transitar, tenemos, además, la inmensa ventaja añadida de que ese camino no está ni lejos ni menos aún separado de nosotros, pues pasa justo por nuestro interior, por el centro mismo de nuestro corazón, donde el fuego divino en el corazón de nuestra alma, vivifica, da sentido e ilumina a todo existir.
            Sucede que si nos ponemos en disposición activa de ser verdaderos caminantes conscientes nos convertimos en guerreros de la luz por cuanto que ya no aceptamos nunca más ser víctimas de ninguna persona o circunstancia externa, ni instrumentos al servicio de poderes que estén fuera de nosotros, vengan de donde vengan. Lo cual nos lleva a reconocernos como dioses-diosas de nuestra vida.
Los guerreros de la luz, y esto son los que buscan a Dios en su corazón, se caracterizan por ser los responsables directos de todas sus decisiones y poseen la libertad que da el establecer a la propia conciencia como piedra de toque única de la rectitud, pertinencia y valor de su caminar. Soltamos culpas, soltamos rencores, soltamos pasado y asumimos el presente que nace en este ahora eterno como el espacio y lugar sagrado en el que constantemente experimentamos la Presencia-Una en la que nos sentimos ser. Cada acto que hacemos adquiere entonces una dimensión que nunca antes había tenido porque lo sentimos y experimentamos como algo sagrado, como la expresión del poder, la inteligencia y el amor de Dios en nuestra existencia. Esta es la verdadera religión.
Dios es Luz, la sacaremos de nuestro interior, Dios es amor y felicidad, la viviremos porque es nuestro ser, Dios es poder, recobraremos todo el que hemos puesto en manos que no son las nuestras, Dios es sabiduría, reconoceremos la que en nosotros siempre está fluyendo y queriendo salir, Dios es fuerza y creatividad sin fin, permitiremos que ambas se expresen a través de nuestro vivir. Dios es Vida-Conciencia-Amor y Libertad sin límites, y nosotros, en cuento chispas divinas, esto es también lo que somos, cualquier otra cosa es pura mentira. Así es como se experimenta la verdadera espiritualidad.
Si alguien piensa que Dios es algo fuera de él jamás lo hallará y, peor aún, nunca lo vivirá ni lo experimentará, pero lo más grave: con ese pensar dará pábulo para que construcciones fabricadas por otros, y por lo tanto auténticos ídolos externos a nosotros, se arroguen y apropien la capacidad de condenarnos o salvarnos, de culpabilizarnos o perdonarnos, de dirigirnos y de ocupar hasta ignorarlo, anularlo o despreciarlo, a lo que es el verdadero centro de poder, de amor y de luz en nosotros, y que es, nada más y nada menos, que la esencia de nuestra identidad. Si es así, nos estaremos alejando del Dios-en-mí como yo, que es la única realidad y verdad de mi “Yo Soy”.
No obstante, el camino hacia nuestra realización como seres divinos que somos está abierto, y su límite es el infinito, evolucionar hacia cotas superiores de espiritualidad y de conciencia, así como el autorreconocimiento en la Totalidad del Dios-Uno que somos y su expresión gozosa en la vida es lo que estamos llamados a vivir y hacer. Lo que decidamos hacer en nuestras vidas de ahora en adelante es muy importante: o nos abrimos al Espíritu o continuaremos atados a la noria sin salida de nuestro cuerpo-mente y sus triquiñuelas sin fin. Estamos en un momento decisivo para la historia de la humanidad, porque una vieja era ligada a los sentidos, las emociones y la razón se termina. Se agotaron nuestras posibilidades de autosatisfacción y de intentos por conseguir la plenitud a través del consumo, los medios técnicos y mecánicos, políticos, filosóficos, psicológicos, incluso éticos y religiosos de los que hasta el presente nos hemos servido. Sí, en la medida en que ellos se han convertido en fines en sí mismos y han desplazado al espíritu que los alienta. Tenemos que regresar al núcleo de la realidad, al ser que la anima y al Todo Uno que la atrae.
Es la hora de la religión esencial, aquella que redescubre nuestras raíces en el espíritu que nos impulsa desde el interior a crecer, evolucionar y ser, libres del poder de los dogmas, el pecado y la culpa, los ritos, y las amenazas que pretenden frenar la confianza en el Dios interior que se expresa en cada cual. Ya no hacen falta los intermediarios entre Dios y nosotros, ni Iglesias que garanticen nuestra salvación. Nuestra Iglesia, la auténtica, se encuentra en nuestro corazón y El Reino de Dios ya forma parte de nosotros, pues es la esencia de nuestro ser.
Una vez que hayamos reconocido esto en nuestro interior, lo único que nos faltará es vivirlo con los demás y en este mundo en toda la rica variedad de campos en los que nuestra vida y creatividad se experimenta. Tenemos que traer ya una vida iluminada a la Tierra, una vida divina en nuestras relaciones, en el trabajo, la economía, la política, el arte, la educación, la filosofía, la ciencia, la salud, etc…Y eso nos corresponde a cada uno hacerlo, primero a nivel individual y a continuación en el ámbito de influencias en que nos movemos.
Nadie ha venido a este mundo a quedarse dormido en su desidia o en su ignorancia, todos hemos nacido con unas tareas a desarrollar y un camino que transitar, ese es nuestro Dharma o propósito personal. Este mundo y esta existencia tienen un sentido pleno con dos objetivos muy concretos a realizar: 1.- redescubrir a nuestros ser divino en nosotros, y 2.- Ver el modo en que lo mejor de nosotros se expresa en los demás y en este mundo. Esto en lo particular.
Pero, además, existe un Programa o Plan General para la Humanidad, es el programa en la aventura del futuro que ya es hoy y que tiene las siguientes características: 1.- Dios, (plenitud de amor-felicidad, sabiduría-inteligencia y energía-poder), como Fuente única de todo, por ser la esencia de nuestros ser y de todos los seres, 2.- la Libertad como instrumento para que la creatividad de Dios en cada ser se exprese genuinamente a través de cada alma particular, y 3.- la Unidad de todos los seres como base y espejo en los que reconocernos unos a otros en los infinitos rostros de Dios y con los que vivir, además, esta apasionante aventura.



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