Nació
en Alemania, y posteriormente, a los trece años, se fue a vivir con su familia
a Londres, en cuya universidad se graduó, para convertirse en
investigador y supervisor en la Universidad de Cambrige. Pero fue a la edad de
veintinueve años y tras un tiempo de crisis que le hacían pensar muchas veces
incluso en el suicidio, cuando experimentó una profunda transformación
espiritual. Hasta entonces la vida le parecía incluso aborrecible, todo le
parecía ajeno, hostil y carente de significado tal y como cuenta en la introducción a su extraordinario
libro “El poder del ahora” que publicó varios años después.
“No
puedo seguir viviendo conmigo”, se dijo entonces para
sí. Pues bien, esta frase fue el detonante que desencadenó dentro de su mente
un proceso de darse cuenta que lo cambió
todo. Pensó: “¿Soy uno o dos? Si no puedo vivir conmigo, debe de haber dos
yoes: el “yo” y el “conmigo” con el que el “yo” ya no puede vivir”, con lo que
llegó a la conclusión de que quizás sólo uno de los dos es real. Y su mente se
paró. Y cuenta que:
A
continuación “me sentí absorbido por lo que parecía un vórtice de energía. Era un
movimiento lento que después se aceleró. Me sentí atrapado por un intenso miedo
y mi cuerpo empezó a temblar. Escuché las palabras: “No te resistas a nada”,
como si hubieran sido pronunciadas dentro de mi pecho. Podía sentirme absorbido
dentro de un vacío. Daba la sensación de que el vacío estaba en mi interior más
que fuera. De repente dejé de sentir miedo y me dejé caer en aquel vacío. No
recuerdo lo que ocurrió a continuación”. Al despertar por la mañana ya
era otro, nada lo veía o sentía igual porque una profunda paz y una gran dicha
inundaba su corazón. La luz que penetraba por la ventana de su habitación era
el amor mismo, y todo, desde un simple lápiz, o una botella vacía, todo tenía
una viveza que jamás antes había percibido. Esa dicha ya no le abandonó a
partir de entonces.
Pero
tuvieron que pasar varios años para asimilar su experiencia y comprender que lo
que había experimentado era ese despertar o iluminación espiritual que la gente
desde siempre ha estado buscando, fueron años en los que andaba o se limitaba a
sentarse en el bando de un parque viviendo estados sagrados indescriptibles con la dicha y la inmensa alegría que se habían
instalado ya para siempre en su corazón, pues a pesar de que no tenía por
entonces ni hogar, ni trabajo, ni relaciones sentía que lo tenía todo.
Qué
es lo que había ocurrido en realidad?, pues “que la intensa presión del
sufrimiento de aquella noche debía de haber obligado a mi conciencia a retirarse
de su identificación con mi yo desgraciado y tremendamente temeroso, que en
último término es una ficción mental. Dicha retirada debió de ser tan completa
que mi falso yo sufriente se derrumbó inmediatamente, como si se hubiera
quitado el tapón de un muñeco hinchable. Lo que quedó era mi verdadera
naturaleza, el Yo Soy siempre presente: conciencia en estado puro, anterior a
su identificación con la forma”, un reino en el que no existen el
tiempo ni la muerte.
Es
mucho y lleno de sugerencias e importantes enseñanzas lo que a partir de
entonces Eckart Tolle nos ha ido
enseñando en su faceta de profesor espiritual, pero hay un hecho que él destaca
sobremanera y que nosotros queremos traer también aquí resaltándolo por su
incalculable valor. Se trata de que que sin
rendimiento no hay iluminación. Rendimiento a la Presencia que ya es, que ya
somos, que ahora mismo nos inunda, rendimiento que se da en ese instante en que
el ego se aparta abatido, impotente, cansado y desesperado ante el dolor y el
sufrimiento de cualquier clase que sea, y cuando todo parece derrumbarse o sumirse en
una inmensa tragedia; pero rendimiento también cuando por un acto voluntario de
entrega nos ponemos incondicionalmente, -a veces incluso con el temor que produce
verse absorbido tanta inmensidad y poder- en manos de Lo Superior, en un fiat absoluto, o en un “haz de mi lo que quieras”. Cuando eso
sucede la gracia de lo divino, su dicha y poder, nos llenan y penetran hasta
los poros más recónditos de nuestro ser.
Cada
instante es una oportunidad para rendirnos a Lo que Es, y eso sólo puede
realizarse en el Ahora, cuando dejamos de lado el pasado, cuando dejamos de
lado las reivindicaciones del ego, cuando simplemente morimos a todo lo que ya
es pasado y a instalarnos en expectativas del futuro, puesto que entonces lo
único que queda es este instante sin
tiempo, sin ego, sin nuestro pequeño yo. Sólo así el verdadero Yo Soy ocupa
todo el espacio, que entonces se percibe como espacio sagrado: Pura conciencia
de ser. puro amor, pura luz y puro poder. Todo lo demás, como diría Sesha, es
carpintería, baratijas.
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