domingo, 2 de julio de 2017

Eckhart Tolle, “El poder del Ahora”

Nació en Alemania, y posteriormente, a los trece años, se fue a vivir con su familia a Londres, en cuya universidad se graduó, para convertirse en investigador y supervisor en la Universidad de Cambrige. Pero fue a la edad de veintinueve años y tras un tiempo de crisis que le hacían pensar muchas veces incluso en el suicidio, cuando experimentó una profunda transformación espiritual. Hasta entonces la vida le parecía incluso aborrecible, todo le parecía ajeno, hostil y carente de significado tal y como  cuenta en la introducción a su extraordinario libro “El poder del ahora” que publicó varios años después.
“No puedo seguir viviendo conmigo”, se dijo entonces para sí. Pues bien, esta frase fue el detonante que desencadenó dentro de su mente un proceso de  darse cuenta que lo cambió todo. Pensó: “¿Soy uno o dos? Si no puedo vivir conmigo, debe de haber dos yoes: el “yo” y el “conmigo” con el que el “yo” ya no puede vivir”, con lo que llegó a la conclusión de que quizás sólo uno de los dos es real. Y su mente se paró. Y cuenta que:
A continuación “me sentí absorbido por lo que parecía un vórtice de energía. Era un movimiento lento que después se aceleró. Me sentí atrapado por un intenso miedo y mi cuerpo empezó a temblar. Escuché las palabras: “No te resistas a nada”, como si hubieran sido pronunciadas dentro de mi pecho. Podía sentirme absorbido dentro de un vacío. Daba la sensación de que el vacío estaba en mi interior más que fuera. De repente dejé de sentir miedo y me dejé caer en aquel vacío. No recuerdo lo que ocurrió a continuación”. Al despertar por la mañana ya era otro, nada lo veía o sentía igual porque una profunda paz y una gran dicha inundaba su corazón. La luz que penetraba por la ventana de su habitación era el amor mismo, y todo, desde un simple lápiz, o una botella vacía, todo tenía una viveza que jamás antes había percibido. Esa dicha ya no le abandonó a partir de entonces.
Pero tuvieron que pasar varios años para asimilar su experiencia y comprender que lo que había experimentado era ese despertar o iluminación espiritual que la gente desde siempre ha estado buscando, fueron años en los que andaba o se limitaba a sentarse en el bando de un parque viviendo estados sagrados indescriptibles  con la dicha y la inmensa alegría que se habían instalado ya para siempre en su corazón, pues a pesar de que no tenía por entonces ni hogar, ni trabajo, ni relaciones sentía que lo tenía todo.
Qué es lo que había ocurrido en realidad?, pues “que la intensa presión del sufrimiento de aquella noche debía de haber obligado a mi conciencia a retirarse de su identificación con mi yo desgraciado y tremendamente temeroso, que en último término es una ficción mental. Dicha retirada debió de ser tan completa que mi falso yo sufriente se derrumbó inmediatamente, como si se hubiera quitado el tapón de un muñeco hinchable. Lo que quedó era mi verdadera naturaleza, el Yo Soy siempre presente: conciencia en estado puro, anterior a su identificación con la forma”, un reino en el que no existen el tiempo ni la muerte.
Es mucho y lleno de sugerencias e importantes enseñanzas lo que a partir de entonces Eckart Tolle nos ha ido enseñando en su faceta de profesor espiritual, pero hay un hecho que él destaca sobremanera y que nosotros queremos traer también aquí resaltándolo por su incalculable valor. Se trata de que que sin rendimiento no hay iluminación. Rendimiento a la Presencia que ya es, que ya somos, que ahora mismo nos inunda, rendimiento que se da en ese instante en que el ego se aparta abatido, impotente, cansado y desesperado ante el dolor y el sufrimiento de cualquier clase que sea, y  cuando todo parece derrumbarse o sumirse en una inmensa tragedia; pero rendimiento también cuando por un acto voluntario de entrega nos ponemos incondicionalmente, -a veces incluso con el temor que produce verse absorbido tanta inmensidad y poder- en manos de Lo Superior, en un fiat absoluto, o en un “haz de mi lo que quieras”. Cuando eso sucede la gracia de lo divino, su dicha y poder, nos llenan y penetran hasta los poros más recónditos de nuestro ser.

Cada instante es una oportunidad para rendirnos a Lo que Es, y eso sólo puede realizarse en el Ahora, cuando dejamos de lado el pasado, cuando dejamos de lado las reivindicaciones del ego, cuando simplemente morimos a todo lo que ya es pasado y a instalarnos en expectativas del futuro, puesto que entonces lo único que queda es este instante sin tiempo, sin ego, sin nuestro pequeño yo. Sólo así el verdadero Yo Soy ocupa todo el espacio, que entonces se percibe como espacio sagrado: Pura conciencia de ser. puro amor, pura luz y puro poder. Todo lo demás, como diría Sesha, es carpintería, baratijas.

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