lunes, 2 de julio de 2018

La misión del alma.


El ser humano se ocupa en cosas y de cosas, son sus asuntos, sus ocupaciones.
Tiene tareas, aficiones, intereses; en unas cosas trabaja, con otras se distrae…
Pero de todo eso se puede prescindir en un momento dado, como así ocurre.
Porque nada de ello es esencial en él, aunque para algunos lo parece,
De tanto valor, empeño, pasión, dedicación, entrega e ilusión que invierten.
Las raíces de ese tipo de querencia pueden ser familiares, circunstanciales,
Directamente ligadas a cualidades, habilidades, hábitos o memorias ancestrales.
Si bien, siempre asociadas a nuestra personalidad cambiante y a modos de funcionar,
Incorporados consciente o inconscientemente como placenteros y gratificantes.

En cambio, la misión del alma tiene que ver con fines y causas esenciales.
La necesidad de encontrarla y realizarla nace del propio ser, del alma,
La cual busca expresarse, porque la es, según una forma particular y esencial de ser.
Esto la convierte en tarea fundamental, insustituible, en la que ser y hacer se funden.
No cumplir nuestra misión frustra nuestro destino, para lo que hemos venido,
Provocando así un inmenso socavón de orfandad, tristeza y vacío, en nuestra existencia.
La misión del alma es irrenunciable, como irrenunciable es la conexión con nuestro ser.
Quien autoevidencia su alma, sabe cuál es su misión, pues ambas cosas van juntas.
Conectar con nuestra alma y realizar su misión es el mayor de nuestros propósitos
Y ayudar a que otros consigan lo mismo, una inmejorable decisión.
A veces, parte de nuestra vida es una preparación, sanando y liquidando obstáculos,
Hasta que nuestra misión florece y se impone, abriéndose camino lúcida y eficazmente.
Entrega incondicional, amor y servicio son cualidades que acompañan a toda misión.
Algunos viven en conexión con su alma y realizando su misión pero no lo saben.

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