lunes, 2 de julio de 2018

Vanidad y misión del alma


“¡Cuán importante que es mi función y misión en la vida!”
“Mi papel, lo que yo hago, eso sí que es relevante y necesario, en cambio otros…”
“¡Oh!, que existencia tan ordinaria, miserable y vulgar la suya, mientras que yo…!”
Estas y otras muchas expresiones bien podrían reflejar los pensamientos
De quien hace de su misión de vida plataforma para la exaltación del ego.
Sutil y maravillosa oportunidad desde donde promocionar la vanidad propia
Y hacer de nuestros actos el pódium perfecto sobre el que elevar a nuestro personaje.
Porque, detrás de nuestros intentos de realizar nuestra misión de vida, frecuentemente
Se encuentra agazapada  la escasa valoración y complejos que sobre nosotros tenemos
Pero que con cierto tipo ejemplar de vida, pensamos, se contrarrestará al fin.
Esa pretensión, sutil, de llegar a ser una Teresa de Calcuta, un destacado altruista,
Un benefactor social o alguien que por sus acciones concite admiración de  los demás,
¿No son formas camufladas de alejarnos de nuestro ser y de inflar nuestra vaciedad?,
Pues también eso se esconde tras la buena intención de ser fiel a nuestra misión de vida.

Lo que uno ha venido a hacer, o sea, lo que es nuestro deber del alma
No es relevante o sencillo, pomposo o anodino, trascendente o simple, 
No se mide por esos raseros, sino por lo que aporta a nuestro crecimiento interior,
Por el amor que despliega y la oportunidad que nos ofrece para darlo y expresarlo.
Y eso, se puede hacer de mil maneras, sin que cuente la forma y el papel que tomen.
Conocidos o en la sombra, como reyes o mendigos, sirviendo copas en un bar
O desde los púlpitos, en una oficina, como artistas, qué más da, eso no importa
Si se vive con amor lo que se vive o es al amor a donde nos lleva, y…al despertar.
El armario de Dios-diosa es muy grande y Él-ella viste infinidad de ropajes. Así es.

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