Negar la existencia del Destino es lo mismo que
negar la existencia de la Realidad.
La Realidad es incuestionable bajo todos los puntos
de vista posibles,
Ya que en el acto de dudar de ella o, peor aún, de
negarla, ya la estamos afirmando.
Y esto mismo es lo que sucede con el llamado
Destino.
Destino no es otra cosa que el marco y las
condiciones en que esa realidad
Se expresa, se desarrolla y se recrea, incluidas sus
propias leyes al nivel que sea.
El Destino no es una merma sino lo que posibilita el
juego de toda existencia.
Tememos al Destino porque creemos que es algo ajeno
a nosotros,
Porque aún tenemos la idea falsa de que existe un
Dios por allá arriba que nos dirige.
No hay nada fuera de nuestra realidad esencial y
nada que no lo hayamos decidido,
No importa la escala dentro de la cual nos movamos y
en la que nos contemplemos.
La fatalidad es un mito alimentado por las creencias
de un Dios castigador.
Quien ve el Destino Fatal como la espada pendiente y
amenazante sobre nuestras vidas
Es una víctima de un modo de percibir la realidad
dominada por una sola Voluntad.
“Ni un solo cabello de la cabeza se cae sin que la
voluntad de Dios se cumpla”.
Esto lo olvidamos con mucha facilidad porque así no
nos salimos de los juegos del ego.
Al ego le resulta muy fácil creer en un Destino
fatal del que no formamos parte,
Como también le gusta moverse entre guerras de
buenos y malos,
O de la luz contra la sombra. Es así como se
alimenta y se olvida de que Todo es Dios.
Abundan agoreros por todas partes y más en momentos
de cambios para la Humanidad.
Los agoreros hablan de la maldad del ser humano y de
lo mal que ha hecho las cosas,
Olvidando y no viendo que todo forma parte de
nuestro Plan, el nuestro, que es divino.
No existe ninguna fatalidad que como un destino
cruel condene a ningún ser.
El único Destino real es el de nuestra Evolución
consciente hacia nuestro Despertar.
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