Aquello que piensa uno de sí mismo eso no es lo que
es,
Tampoco lo que otros piensan o creen de nosotros. Nadie es
un pensamiento.
¿Y las emociones, estados de ánimo?, van y vienen,
tampoco es lo que somos.
¿Acaso nuestro cuerpo?, varían constantemente sus
átomos, sus células..,
En absoluto somos este conjunto de líquidos, carnes,
huesos y órganos.
¿Tal vez somos nuestras acciones o quizás nuestras
posesiones?
Evidentemente que no, todo eso son falsas
identificaciones. ¿Qué somos entonces?
Alguien podrá decir que somos todo lo anterior
mientras sucede y existe, luego nada.
O sea, que seríamos algo en sí mismo inestable,
evanescente y finalmente mortal.
Pero esta deducción sólo es válida si se hace en
función de lo anterior.
No obstante, ocurre que en nosotros existen sentires
o autopercepciones distintas
Que no se corresponden ni encajan con nada de lo apuntado.
Y no son fantasías.
Es muy real la experiencia de saberse existencia en
sí misma, es decir, “saber que soy”,
O lo que es lo mismo, ser conciencia autónoma e independiente
de las asociaciones
Con todo aquello que pueda ser observado: como pensamientos,
cuerpo, emociones…
Paradoja: como esta experiencia está siempre tan presente
nos pasa desapercibida.
Nos sucede como a los peces con el agua, que no la
ven porque les inunda siempre.
De tan inmersos, rodeados, e inundados por/en la pura
conciencia de ser, no la “vemos”.
Por eso es tan necesario que nos detengamos y
contemplemos con atención despierta,
Para experimentar entonces con la visión del ser que
todo es conciencia, presencia.
No es posible observarlo en sentido literal porque
no es algo que esté “ahí” sino “aquí”,
Ni dentro ni fuera sino más allá y también más acá
de ambos. Es lo que somos.
Nuestro ser es pura existencia, un “hecho real en sí
mismo”, vida en estado puro.
Y eso es eternidad, libertad, alegría y gozo sin
fin.
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