Las circunstancias, así como los eventos que tenemos
que vivir cada día
Cambian constantemente. Puede que hoy estemos en un
lugar y mañana en otro,
Con las mismas o distintas personas, en tales o
cuales condiciones. Nada es fijo,
Todo va fluyendo y modificándose. Unas cosas nacen y
otras mueren, así es la vida.
Por eso, no existe más grande error que el de
relacionar nuestra paz interior
Con alguna de las posibilidades y formas en que la
existencia se nos va mostrando.
Porque, todas, son relativas y ninguna de ellas en
sí misma nos trae la felicidad.
No son las cosas, no son las personas, no son las
situaciones ni nuestras decisiones
La fuente de la que procede la plenitud y el gozo de
nuestro vivir.
La verdadera paz proviene siempre de nuestro interior,
no de nada exterior a él,
Y lo que nos abre la puerta de acceso a ese
santuario es nuestra mirada.
Aquello que nos toca vivir y experimentar, los
medios y las circunstancias
Cobran uno u otro sentido según cual sea la mirada
que posemos sobre ellos.
Y eso sí que depende de nosotros y no está sujeto a
interpretación ni es objeto de duda.
Todo cambia y se escapa a nuestro control, en cambio
lo que somos no varía, jamás.
Nuestro ser es la Fuente desde la que brota la
verdadera paz interior.
Nada afectable por vaivenes y cambios que acontecen a
nuestro alrededor.
La paz, la alegría, el gozo de ser y existir, la luz
y la claridad son sus expresiones
También el alimento de quienes buscan refugio,
estabilidad y alimento en él.
Veremos surgir modificaciones a nuestro alrededor afectando
a nuestra existencia.
En muchos frentes. Salud, economía, relaciones, etc.,
se pueden ver alterados,
Pero, en cambio, hay algo que nunca nos fallará: nuestro
Hogar Interior,
Nuestro verdadero ser, dicho de otro modo: nuestra
condición de Hijos de Dios.
Abrirnos y descansar en eso es lo único que
garantiza nuestra inalterable paz interior.
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