miércoles, 8 de agosto de 2018

Somos un río resplandeciente de Amor


Hace muchos años, en realidad vidas, que estamos alimentando personajes,
Ahora somos esto, mañana lo otro, mientras que nos esforzamos por reivindicarnos,
Crearnos, recrearnos, y todo para sentirnos seguros, recibir un poco de cariño,
Y pensar que somos algo con identidad suficiente para no perdernos en este mundo.
Cuánta lucha, cuanto trabajo y cuanto empeño para fortalecer una idea,
Mil pensamientos y no sé cuántas imágenes que sostengan nuestro tinglado personal.
El problema, por el que todo ese esfuerzo no nos lleva a salir nunca de nuestro laberinto,
Es que se parte de un error muy grande: creernos que somos imperfectos,
Inmerecedores de felicidad, seres caídos o empecatados en origen.
Esa idea, que nos hace asumir los incontables roles que vivimos y experimentamos
Sostiene la creencia que nos retiene encarcelados en nuestros engañosos sueños
De ser esto o lo otro, buenos, malos, afortunados, desgraciados, víctimas, verdugos…
Nos movemos así como ratoncillos girando y perdidos en su estrecho enclaustramiento.

Esa forma de percibirnos es la que tenemos que desmontar y desvelar,
Porque es justo la autohipnosis que configura nuestro particular encierro.
Tenemos que abrir los ojos y ver que nadie es lo que parece o se ha creído ser.
Detrás del drogadicto, el ladrón, el asesino, pero también del encumbrado por el éxito
Hay la misma realidad, lo que somos: seres luminosos y radiantes, Hijos de Dios.
No contemplarnos así refuerza y alimenta el espejismo del modo como nos vivimos.
Cada ser humano, bajo cualquiera de nuestras relativas y circunstanciales apariencias
Esconde lo que es: un verdadero foco de luz y amor, de energía, conciencia y gozo.
Sólo una máscara externa, cual cenizas sobre la lava de un volcán  nos lo impide ver.
Pero vivir es una aventura cuyo tramo principal nos conduce al despertar a esa visión:
La de que nadie es más que nadie y todos somos un río resplandeciente de Amor.

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