El mundo de fuera que percibo y en el que vivo es mi
mundo,
El mundo que vivo es el mundo que recreo e
interpreto con mi mente.
El mundo que existe en mi mente no es lo que yo soy.
Porque lo que yo soy no tiene nada que ver con mi
mundo mental.
El mundo mental es un agregado de memorias tanto
personales como colectivas,
Conscientes o inconscientes. Pero eso no es lo que
yo soy. Yo no soy mi memoria,
Tampoco soy mis creencias, ni mis razonamientos o
saberes. Nada de eso soy yo.
Con mi mente hago ciertas cosas que me sirven para funcionar,
Pero vivir desde la mente es un gran problema que
nos aleja de lo que somos.
En la mente se halla todo el mundo origen de nuestro
sufrimiento.
La responsabilidad de mantener o liquidar ese mundo
es nuestra,
Porque nuestro es también ese mundo, el mundo que se
halla en nuestra mente.
Vivimos a los demás desde ese mundo nuestro y eso es
lo que les proyectamos,
De modo que no percibimos a quienes creemos ver sino
a nuestro mundo en ellos.
Resultado: no nos relacionamos con los otros, sino con
nosotros en ellos.
Para contribuir a sanar el mundo es necesario, pues,
que sanemos el nuestro personal.
De hecho, la responsabilidad de liberar al mundo es
de cada uno en particular,
Como muy bien dice y podemos leer en un Curso de
Milagros.
Mi enfado, resentimiento, inseguridades, todo lo que
en mi es vivido como sufrimiento,
Y toda clase de pensamientos que hay en mi mente me
hacen ver el mundo como lo veo.
Si quiero vivir en otro mundo, eso es posible, pero
es mi mundo el que he de cambiar.
Para que eso ocurra tengo que limpiar mi mente, reiniciarla.
Volver al punto cero.
Hay tres palabras claves para hacerlo: perdón, agradecimiento
y amor. Hacia todo.
Un buen método: desde nuestra infancia hasta el
presente reciclar nuestras relaciones,
Y parándonos en cada interviniente decirle: gracias,
lo siento, perdóname, te amo.
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