No le des más vueltas a lo que vives, deja de
amargarte la vida,
Ni tampoco te vuelvas muy ufano, ni menos te creas
el rey del mambo.
Vives lo que vives y ya está. Te esfuerzas, luchas, piensas,
reflexionas.
Nos quejamos porque unos nos fastidian o nos
alegramos por los que nos hacen bien.
Otros se quejan de nosotros. La triste historia de
siempre, de los buenos y de los malos,
De los afortunados y de los desgraciados. Imposible
que esto sea verdad.
Aquí existe necesariamente una inmensa trampa, un
monumental engaño.
Si nos lo creemos vamos apañados, como suele suceder.
¡Qué historión!
Luego, para hacerlo más llevadero montamos
religiones y demás,
Así, nos consolamos o creemos hacer méritos para que
la cosa se nos arregle un poco.
Todo vale mientras nos sirva para sufrir un poco
menos y despertar un poco más.
Y al final, más pronto o más tarde, como podemos,
vamos descubriendo el misterio.
¿No lo hemos visto ya? Nadie hace algo diferente de
lo que sabe y puede hacer.
Y nadie se encuentra con algo distinto de lo que con
su saber y poder siembra,
Así es la lógica implacable de la vida externa a
través de lo que creemos ser.
Más aún: ¿quién decide o es el dueño real de su
pensar, sentir u obrar? Nadie, sale sólo,
Aunque parezca lo contrario. Ningún personaje es
libre en cualquier novela.
¡Pero el actor lo sabe¡. El problema viene si se
olvida de esto, y entonces se vuelve loco.
Nosotros somos como esos actores locos que se han
identificado con sus personajes.
Aquí existe demasiado sufrimiento como para no parar
un poco la escena y mirar,
Mirar lo que está pasando, porque hemos perdido los
papeles, literalmente,
Y hemos convertido esta película en la realidad
única, como si esta lo fuera todo.
Pues no, ya va siendo hora de despertar, de darnos
cuenta de quienes somos,
Y de lo que aquí está sucediendo. Esa sí es la única
esperanza real a nuestro alcance.
Lo demás serán sólo paños calientes, autoengaños,
pan para hoy y hambre para mañana.
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