domingo, 12 de agosto de 2018

Vivir soltando, también a nuestro cuerpo


Recuerda aquello a lo que has venido. Esta no es tu única vida,
Sólo es un instante en tu totalidad. Harás unas cosas y te volverás a marchar.
Tu vida en origen es divina y despierta, aquí la estás divinizando y despertando.
No te tomes, pues, demasiado en serio ni a ti ni a los demás. Todo pasará.
Mírate y contempla a cada persona en lo que sí sois: expresiones del Amor.
Ahora despierta y mira con atención como discurre la película de tu vida,
Verás que eres el Testigo siempre Presente, inafectable por lo que acontece.
Qué libertad tan grande la que se adquiere cuando el ojo de tu espíritu se abre
Y puede contemplar cada ondulación, expresión y rugosidad de la existencia
Igual que lo haría el alegre marinero observando sentado y relajado las olas del mar.
Qué descanso y cuánto peso el que nos quitamos de encima
Al despertar de este sueño y descubrir con sorpresa que lo soñado no es real.
Somos ese soñador que no sabe que sueña. Pero hay sueños lúcidos,
En los que el soñador despierta en mitad del sueño y se sabe consciente del mismo.
Cuando eso sucede podemos jugar ya con nuestros sueños, y ser quienes los dirigimos,
También ocurre lo mismo en nuestras vidas, si despertamos.

¿No ves todo cuanto acontece? Decenas, cientos, miles de objetos y de colores,
De formas y de situaciones, de seres y más seres, todo desfilando ante nosotros.
Y algo que se va dando cuenta de ello, es la conciencia, conteniendo esa diversidad.
Y tu cuerpo, ahí, como un objeto más, cambiando y transformándose con el tiempo,
Como esa casa que con el paso de los años se deteriora y finalmente queda abandonada.
¿Has visto esas casas viejas medio derruidas que antiguamente fueron habitadas?
Cuerpos, muchos cuerpos, objetos de toda clase y condición, que aún tal vez utilizamos.
Luego, los vamos dejando, soltando, mientras seguimos el camino hacia nuevos cielos.

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