domingo, 12 de agosto de 2018

Soledad y encuentro con Dios


Es la soledad uno de los males de los que con más empeño huimos,
Por lo general, nadie quiere estar y menos aún sentirse sólo.
Eso hace que busquemos cientos, miles de formas de evadirla y ocultarla.
Todos Tratamos de encontrar y tener amigos, gente con la que compartir y estar.
La soledad suele angustiar. El hombre o la mujer solos se deprimen fácilmente.
Pero lo importante es ver por qué sucede esto. ¿Qué no gusta o nos disgusta de ella?
Con los demás, nos distraemos, sentimos que importamos, creemos ser alguien,
También pensamos que somos útiles o amados, y amamos. Nos vemos más seguros…
Pero cuando estamos solos nos encontramos con nosotros mismos, sin red,
Y entonces surgen miedos, dudas, ausencia de referentes a los que cogernos…
Todo eso difícilmente puede ser disimulado, proyectado sobre otros o esquivado.
¿Quién o qué soy cuando estoy sólo?, ¿con qué me encuentro de mí?
Pienso, hago cosas, intento pasar el tiempo, evitar aburrimientos y el peso de la soledad.
Pero, ¿de verdad estoy solo cuando estoy solo? ¿Me doy cuenta de que estoy conmigo?
¿No será, acaso, que la soledad se vive cuando alguien se aleja de su sí mismo?

La soledad realmente empieza cuando pensamos o creemos que estamos solos,
Cuando perdemos la conciencia de ser aquí y ahora. Entonces nos sentimos solos.
La raíz de la soledad no es otra que la conexión de nuestro ser,
Entonces es cuando dejamos de amar, sentir, ver, contemplar, saber y vivir.
Esa es la soledad de la que se huye y que muestra la superficialidad de nuestro existir.
A veces, la Vida, Dios, nos va dejando solos de cosas, situaciones, personas…,
Es la forma que tiene de que nos reencontremos con Ella/Él, con nuestro ser.
De otro modo nunca sabríamos quienes somos o que nunca hemos estado solos.
Sólo es posible amar de verdad si se ha experimentado la plenitud de la soledad en Dios.

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