“…era
más consciente de todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor de lo que
hubiera podido serlo en mi estado físico normal. No estaba utilizando mis cinco
sentidos biológicos, sino absorbiéndolo todo con mucha más profundidad que si
estuviera usando mis órganos físicos. Era como si otro tipo de percepción
totalmente diferente se hubiera abierto ante mí,…como si me estuviera de alguna
forma fundiendo con ello…., como si pudiera ver y sentir el interior de todas
las personas…¡Me siento tan libre y tan ligera!...¡Nunca me había sentido tan
bien!...No sentía ningún vínculo emocional con mi cuerpo, aparentemente sin
vida allí tumbado…era como si no fuera mío…Empecé…a ser consciente de que podía
estar en cualquier lugar en todo momento….Me parecía lo más normal, como si
fuera la verdadera forma de percibir las cosas…
…empecé a saber que todo era perfecto y se estaba
desarrollando de acuerdo a un plan…que ya no hubo separación alguna entre mi
ser y todo lo demás…me convertía en todo…vi a mi hermano Anoop a miles de
kilómetros de allí…y no entendía por qué no podía comunicarme con él…Cuanto más
me expandía menos inusual me parecía ese estado milagroso…sentí que los
vínculos emocionales con mis seres queridos y con lo que me rodeaba iban
desvaneciéndose paulatinamente…un amor soberbio, glorioso e incondicional me
envolvió, me embargó por completo…fui consciente de la presencia allí de mi
padre, que había muerto diez años antes…en ese ámbito no había más forma de
comunicación que a través de las emociones…También fui consciente de otras
presencias a mi alrededor..
…Tomé conciencia de
lo que parecían ser varias vidas desarrollándose sincrónicamente…el
tiempo no discurría de forma lineal…como lo experimentamos aquí…todo ocurre
simultáneamente, ya sea pasado, presente o futuro…La claridad era asombrosa…¡El
universo tiene sentido! Por fin lo entiendo…comprendí por qué había venido a
esta vida, y conocí mi verdadero propósito…Dios no es un ser, sino un estado de
ser…¡Y ahora yo era ese estado de ser!...mi vida estaba intrincadamente tejida
con todo y en todo lo que había llegado a conocer…comprendí que era mi deber
ser siempre una expresión de mi propia esencia única…Aquí estoy, sin cuerpo, raza,
cultura, religión o creencias…¡y sigo existiendo!...Me sentía eterna, como si
siempre hubiera existido y siempre fuera a existir…me merecía ser amada de
manera incondicional por el...hecho de existir….Pude optar entre regresar...o
no. Y elegí regresar cuando me di cuenta de que el “cielo” es un estado, no un
lugar”.
Anita ha creado, como otros, un
puente más entre nuestra ignorancia y el saber de la realidad eterna que somos.
Luces como esta están ayudando a nuestro despertar. Cultura, raza, religión, el
propio cuerpo qué relativos que son, qué insignificantes, ¡qué nadería son
cuando se está viviendo en el estado de Dios! Desde ese estado se comprende el
auténtico valor de las cosas que importan, las cuales en nuestra dimensión no
pasan de ser meros instrumentos, útiles sólo si están al servicio de un propósito
mayor y una visión mayor. Tal vez por esta comprensión tan esencialista y
radical de las cosas que tienen quienes han tenido esta clase de experiencias
es por lo que no reciben el trato que se merecen ni las ECM, ni las
iluminaciones espirituales ni los éxtasis u otro tipo de visiones semejantes,
en las iglesias, en los púlpitos ni en las prédicas papales, porque quienes las
tienen, por lo general, se apartan o dejan de valorar por su insignificancia
los dogmas y teologías con los que estos tanto se alimentan.
Porque
el Dios experimentado, el cielo vivido, la muerte como tránsito y el sentir del
ser que se es o de la realidad que lo es todo no tienen nada que ver con las
palabras, las morales y las historias clericales, filosóficas ni menos aún
culturales con las que nuestras mentes con mucha frecuencia se alimentan. Esta
sí que es la gran revolución que las ECM aportan a nuestro mundo y a nuestros
modos de ver o entender. A los místicos, a los iluminados de verdad, a los que
habían visto con los ojos del espíritu, aún se les relegaba o se les intentaba
callar, si es que no se les ridiculizaba, pero cómo silenciar lo que ya es una
experiencia tan extendida y más que lo será en el futuro en nuestra humanidad.
No cabe duda, pues, de que estamos en un tiempo nuevo, en el de un cambio
radical y profundo en nuestras mentes del que personas como Anita Moorjani y
tantos otros cientos de miles con experiencias parecidas son su verdadera punta
de lanza que arrambla con los viejos paradigmas científico-teológicos. Ya no
valen las huidas, negaciones o descalificaciones de quienes en nombre de la
ciencia, dicen, se protegen de todo eso con el pretexto de que quienes tienen
estas experiencias es porque han sufrido determinado tipo de trastornos
alucinatorios o neurológicos, pues ya son demasiadas investigaciones serias las
que invalidan por infundadas e inaplicables esas críticas en quienes de forma
tan coherente, vívida y universal viven lo que cuentan, con más conciencia que
si estuvieran en el cuerpo físico como afirma Moorjani y la mayoría de quienes tienen ECM.
Y
cuanta libertad, y cuanta alegría y gozo en un estado en el que todos los
límites se achican, donde las dimensiones ya no son nada y en donde la
experiencia de la vida plena son ya un hecho que muchos privilegiados nos
pueden afortunadamente compartir y mostrar. Vivir, ¡cuán lejos estamos aún de
lo que esa palabra significa realmente! ¿No sería muy acertado afirmar que de
lo que esa palabra, -vivir-, significa estamos experimentando tan sólo un uno
por ciento? Creo yo que esta afirmación no peca de exagerada, y que
experiencias como estas que estamos ofreciendo, como también la de George Rodonaya, Thomas Benedict, Eben
Alexander y un largo etc. de personas no tan conocidas e incluso anónimas
así nos lo confirman y nos lo están mostrando.
¡Menudo
signo de los tiempos al que estamos asistiendo! ¡Y qué enseñanza tan grande,
hoy ya difundida por todo el mundo, al alcance de quienes se quieran enterar!,
pues no cabe duda de que muchos, a pesar de esto, aún preferirán ir tirando,
que es como no vivir, con las ya caducas y superadas historias sobre la muerte,
la felicidad a tiempo parcial y sólo ligada a las pequeñas cosas, un Dios fuera
de nosotros, el más allá como un lugar extraño y sobre el que dudar, lo que
somos identificados sólo con el cuerpo la mente y la materia, por lo que
vivimos que es un vivir sin apenas sentido y etc., etc. Pero el aldabonazo ya
se ha dado en la puerta de nuestras almas y el despertar ya nos está acuciando.
Pues eso.
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